—¡Gonza, no! —gritó Paula, colocándose entre ellos y sujetando uno de los enormes bíceps de Pedro.
Gonzalo no se podía creer cómo lo miraba. El amor quemaba en sus ojos, caliente y profundo.
Pedro puso una de sus manos sobre las suyas y la palmeó tranquilizador.
—No te preocupes, Pau. Gonza se calmará cuando sepa la verdad.
—¿Qué verdad? ¿Que te has encontrado con Paula y con Bauti y de repente has reconocido a tu hijo?
—Que me he enamorado de tu hermana —dijo Pedro—. Fui yo quien vino a cortar el césped el sábado. Para abreviar, Mariana se cayó por la escalera y yo me quedé a cuidar a Bauti hasta que llegó Paula. Cuando nos conocimos, nos sentimos atraídos el uno por el otro. Como quería pasar más tiempo con Pau, me ofrecí a cuidar del niño hasta que volviera Mariana y he estado aquí desde entonces. Esta noche le he pedido a Pau que se case conmigo y me ha dicho que sí. Me has dicho que sí, ¿verdad, cariño?
—Desde luego que sí —contestó ella, mirándolo con los ojos brillantes.
Gonzalo estaba completamente desconcertado. Aquello era increíble. No se lo podía creer.
—¿Le has dicho que te vas a casar con él sólo después de una semana? — preguntó Gonzalo.
—Sí —repitió ella firmemente—. Le quiero, Gonza. Es un hombre maravilloso. Y también quiere a Bauti. ¿Te lo puedes creer? Nunca creí que encontraría a un hombre que quisiera a mi hijo tanto como yo.
Gonzalo miraba de uno a otro y se dió cuenta de que no sabían nada.
—No se lo has dicho a Pedro, ¿verdad? —preguntó Gonzalo.
—No. Aún no.
—¿Decirme qué?
—Que Facundo no era el padre de Bauti —dijo Gonzalo.
—Gonza, por favor—protestó Paula—. ¿Tenías que decírselo así?
—¿No era de Facundo?
—Yo... quería decírtelo, pero no encontraba el momento. Y no quería que pensaras nada malo de mí.
—¿De quién es entonces? —preguntó Pedro, atónito.
—Suena horrible, pero no lo sé —gimió Paula—. Facundo me había prometido que tendríamos un niño y cuando murió, pensé que... simplemente tenía que tener un hijo. Así tendría algo por lo que vivir.
Gonzalo se dió cuenta de que Pedro empezaba a entender porque se había quedado blanco.
—Sé que fue una tontería por mi parte, pero le pregunté a Gonza si conocía a alguien que quisiera ser donante, alguien que reuniera las condiciones que yo quería para mi hijo. Alguien inteligente y guapo y creativo...
Dejó de hablar en ese momento cuando vió la sonrisa de Gonza y la expresión conmovida de Pedro.
—Tú. Eres tú. Tú eres el padre de Bauti.
—Eso parece —dijo él—. Pero no sabía que era para tí. Gonza me dijo que era para una mujer casada que no podía tener hijos y que no había funcionado. Yo no tenía ni idea de que había tenido un hijo. Un hijo —repitió Pedro, con una expresión incrédula—. Bauti es mi hijo.
—Nuestro hijo —le recordó Paula.
Él la miró.
—Sí, nuestro hijo —repitió él, y la abrazó y empezó a dar vueltas, riendo y bailando.
Gonza no pudo evitar sentirse emocionado por su felicidad. ¿Quién hubiera creído todo aquello? La lástima era que Pedro no tenía dinero, pensó. Pero nunca se puede tener todo.
—Ejem —tosió, cerrando la puerta tras él.
Paula y Pedro se separaron y lo miraron con una mezcla de gratitud y exasperación.
—Me mentiste —dijo Pedro, mirándolo con reproche—. Pero supongo que tendré que perdonarte, ahora que somos parientes. Pero me gustaría que ejercieras un poco más de tío porque dejas mucho que desear, no sé si lo sabes. Un niño como Bauti necesita mucha atención y cariño.
«Vaya», pensó Gonzalo. «De verdad parece querer al niño». Qué pasión. Durante un segundo, le pareció que iba a pegarle un puñetazo. Decidió cambiar de conversación.
—Bueno... ¿cuándo se van a casar?
—En cuanto sea posible —dijo Pedro firmemente.
—¿Te molestaría si te pregunto cómo piensan mantener a su hijo?
—Me molestaría.
—No se puede vivir sólo de amor, no sé si lo sabes.
—Sí se puede —aseguró Pedro—. Pero si te preocupa mucho te diré que tengo dinero, Gonza. Mucho dinero.
—¿Ah, sí? ¿Cómo?
—Es una larga historia y no me apetece contarla en este momento. Ahora Pau y yo nos vamos a ir arriba a mirar a nuestro hijo. Eres bienvenido, tío Gonza.
Los tres subieron a la habitación del niño, se colocaron al lado de la cuna y miraron al durmiente.
—La hija de Mariana tenía razón —susurró Paula—. Tiene tus mismos ojos, Pepe. Y tú barbilla.
Pedro alargó el brazo y apartó un rizo del rostro de su hijo. Estaba tan emocionado que no podía hablar.
Paula miró a su hermano.
—Elegiste muy bien, Gonza —sonrió.
—Ya lo sabía —sonrió él.
—¿Lo has bautizado? —preguntó Pedro.
—Aún no.
—Me gustaría que lo bautizáramos lo antes posible, si te parece bien, Pau.
—Claro —cualquier cosa que él quisiera, a ella le parecía bien.
—Y me gustaría llevarlo mañana para que lo conociera sor Agustina. Se va a emocionar.
—Y Mariana cuando se lo diga —dijo Paula.
Los dos suspiraron y el niño siguió durmiendo, ajeno a la alegría que estaba causando.
Pedro lo miró con los ojos húmedos y decidió que lo primero que haría al día siguiente sería enseñarlo a decir papá.
Paula sonrió a su hijo y pensó que muy posiblemente aquella misma noche habría concebido un hermanito o una hermanita para Bauti, porque estaba justo en su época fértil.
Gonzalo se quedó allí mirando, dando gracias a Dios porque todo había salido bien. No era un hombre religioso, pero aquella noche su fe se veía renovada. Los caminos del destino, desde luego, eran misteriosos.
FIN
Bellísima historia!!!!
ResponderEliminarAmé Amé la historia!!!! Hermosisimaa!!!!
ResponderEliminarRealmente esta historia fue bellisima!!
ResponderEliminarnunca comento las noves pero ME ENCANTO cuando apareció Gonzalo pensé que se armaba jajja y pedro se iba nunca me esperaba el final, sos una genia =)
ResponderEliminarMuy buenos los capítulos finales! hermosa Historia! Gracias por Compartirla!
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