jueves, 23 de junio de 2016

Un Amor Imposible: Capítulo 16

Si no podía suscitar su interés sexual, entonces se conformaría con su afecto. Era mejor que nada. Durante un tiempo, en los últimos años, había empezado a pensar que él ya no la quería. Pero estaba claro que se había equivocado. A lo mejor cuando ella madurara un poco y se le pasara la tonta obsesión que llevaba atormentándola tanto tiempo, podrían volver a ser amigos.

—Te toca a tí —dijo Pedro—. Juan, pásame esa caja con el lazo rojo, por favor. Sí, esa.

Pedro le dió la caja a Paula con una sonrisa en los labios.

—Siento que no sea lo que pediste.

—Ah, te refieres al coche. Ya sabes que era una broma.

Dentro de la caja había un coche amarillo que era como el modelo que ella le había mencionado a Pedro. No era una miniatura, sino un poco más grande, y muy bonito.

—Miren lo que me ha comprado el muy sinvergüenza —dijo riéndose.

A Juan le pareció una belleza.

—Si abres la puerta del conductor, a lo mejor encuentras algo más útil para una futura heredera.

Paula hizo lo que le decía y sacó un pequeño estuche rectangular de terciopelo rojo oscuro. Sabía antes de abrirlo que contenía una joya... ¿pero el qué? Cuando abrió el estuche se quedó sin aliento.

—¡Ay, Dios mío! —exclamó con un gemido entrecortado antes de mirar a Pedro con los ojos muy abiertos—. ¡No me digas que son diamantes de verdad!

—Por supuesto que son diamantes de verdad —dijo Felisa mientras se acercaba a ver el regalo de Paula.

—¿No te gustan? —le preguntó Pedro un poco tenso—. Si quieres cambiarlos, tengo la factura guardada.

—Sobre mi cadáver —respondió Paula cerrando el estuche y abrazándolo contra su pecho.

Pedro  sonrió.

—Sé que tienes las joyas de tu madre, pero lo que le queda bien a una mujer no tiene por qué quedarle bien a otra. Estos me parecieron más propios para tí.

Paula abrió de nuevo el estuche y sacó los pendientes para mirarlos mejor. Cada pendiente estaba formado por un diamante grande del que colgaban dos diamantes más pequeños en forma de gota.

—¿Crees que soy una chica a la que le gustan las joyas llamativas?

—Los diamantes no son llamativos, sino elegantes. Y nunca se pasan de moda. Puedes ponértelos con cualquier ropa.

—Entonces me los pondré hoy —decidió de inmediato—, para la comida de Navidad. Y se aseguraría de que Ailén se enterara de quién se los había regalado, pensó con una malicia muy poco característica de ella.

—Sí, póntelos —dijo él con un brillo extraño en la mirada.

Paula deseó poder adivinar lo que él estaba pensando; pero si él no quería, no delataba nada.

—Quiero ver mi regalo de Pepe —dijo Felisa—. ¿Ah, también me va a regalar unos diamantes? —añadió cuando Juan le pasó una caja envuelta en un bonito papel de regalo, casi tan pequeña como la de Paula.

—Lo siento —respondió Pepe—. Pensé que los zafiros harían juego con tus bonitos ojos azules.

—Ah, venga, tonto —dijo Felisa muerta de risa.

Pedro le había comprado un maravilloso reloj con zafiros incrustados. El regalo de Juan también fue un reloj; un caro reloj de oro, y ambos estaban encantados.

Era la primera vez que Paula veía a Pedro gastarse tanto dinero en regalos de Navidad. Con alivio pensó que, si se había gastado tanto dinero, sería porque no andaba tan mal.

A Felisa y a Juan parecieron gustarle los regalos que les había comprado Paula.

Felisa estaba felíz con un frasco su perfume favorito y un libro de cocina de menús sanos. A Juan era muy difícil hacerle un regalo, pero la botella de oporto añejo y el vaso de cristal con su nombre grabado le gustaron mucho.

Por su parte, Felisa y Juan le regalaron a Paula un precioso marco de fotos y una femenina agenda del año que estaba a punto de empezar. En cada página había dibujos de flores aparte de una reflexión especial para cada día. Pedro se convirtió en el orgulloso dueño de una billetera de piel y de una estilosa corbata de seda dorada.

—Para las pocas ocasiones en las que te ves obligado a llevar corbata —le dijo Felisa.

Pedro estaba muy guapo de traje, pero lo cierto era que detestaba vestirse de traje y corbata y prefería la ropa informal.

—De acuerdo, chicos —Pedro se puso de pie bruscamente—. Es hora de quitar todos estos papeles y de ponernos manos a la obra. Juan, voy a necesitar tu ayuda para prepararlo todo fuera. Felisa, no te pongas a hacerlo todo como sueles hacer. Los del catering tienen que venir a las diez. Lo único que les hace falta es que la cocina esté limpia. Van a traerlo todo, incluida vajilla, cubiertos y cristalería; aunque el vino no. Yo me encargué de comprarlo la semana pasada y lo metí en la bodega. Juan, tenemos que subirlo también. Voy a guardar mis regalos y te veo en cinco minutos en la terraza. Los invitados llegarán a partir del mediodía, así que, Paula, tienes tiempo de sobra para vestirte y estar aquí abajo a las doce menos cinco, lista para ayudarme a recibir a la gente cuando llegue.

—¿Cuántos vienen este año? —le preguntó ella.

—Si se presentan todos, veinte. Y con nosotros, veinticuatro. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Todos se levantaron para hacer cada uno lo que tuviera que hacer, Paula con el pulso acelerado sólo de pensar en lo que le depararía el día. Tal vez la idea de invitar a Damián hubiera sido algo tonta, pero a medida que se acercaba el momento se dió cuenta de que prefería que él estuviera allí a tener que ir sola a la comida de Navidad. Por lo menos, él evitaría que se comiera todo lo que le pillara a mano. Se sentiría más segura de todo si Damián no fuera gay; y también si hubiera conocido ya a Ailén. Lo desconocido la ponía nerviosa; y no quería estar nerviosa. Quería bajar al mediodía al salón con un aire tranquilo y sofisticado; quería que Pedro  la mirara y pensara que era la mujer más deseable que había visto en su vida.

2 comentarios:

  1. AYyyyyyyyyyyyyy, ya quiero leer los siguientes jajajajaja. Está muy buena esta historia.

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  2. Muy buenos capítulos! cuanta ansiedad con esa fiesta!!!

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