jueves, 16 de junio de 2016

Un Amor Imposible: Capítulo 1

Siete años después...

Paula observaba con expresión ceñuda a Damián, que en ese momento avanzaba
despacio hacia ella por el atestado bar con una copa de champán en cada mano.

En el rato que habían tardado en servirle, Paula había empezado a preguntarse
si no habría hecho mal aceptando la invitación de Damián a tomar una copa con él por Navidad.

Paula se consoló pensando que en los seis meses que Damián llevaba siendo su entrenador personal, jamás se le había insinuado, ni se había pasado de la raya. Pero en ese momento, mientras le pasaba la copa de champán y se sentaba frente a ella, Paula percibió un brillo especial en su mirada.

—Es muy amable por tu parte —comentó ella con cuidado.

Paula se sintió mal cuando él le sonrió de oreja a oreja.

—Soy amable, Paula—dijo él—. Y no, no estoy tratando de flirtear contigo.

—No lo había pensado —mintió ella antes de probar el champán.

—Sí que lo has pensado.

—Bueno...

Damián se echó a reír.

—Esta copa es para celebrar todo el trabajo que has hecho. Pero por favor ten cuidado durante las navidades. No quiero que llegues a finales de enero con la misma figura de hace seis meses.

Paula hizo una mueca al recordarlo y dejó la copa sobre la mesa.

—He reflexionado mucho estos meses pasados, mientras tú has estado ejercitando mis carnes fofas; y por fin he conseguido reconocer por qué comía descontroladamente.

—Dime cómo se llama, entonces.

—¿Quién?

—La razón que hay detrás de esa manera de comer.

Paula sonrió.

—Eres un hombre muy intuitivo, Damián.

Damián se encogió de hombros.

—Es lo lógico. Los gays somos muy comprensivos con los asuntos del corazón.

Paula estuvo a punto de verter el champán del susto que se llevó.

—No lo sospechabas en absoluto, ¿verdad? —añadió él.

Paula lo miró con los ojos como platos.

—¡En absoluto!

—No me gustan los hombres que van exhibiendo sus preferencias sexuales, que hablan de ello continuamente o que son muy amanerados.

Incluso sabiendo la verdad, Paula no era capaz de detectar nada claramente gay en Damián. Ni tampoco el resto de las mujeres que entrenaba con él en el gimnasio, a juzgar por las conversaciones que había oído en los vestuarios femeninos. La mayoría de las chicas pensaba que era un donjuán.

Aunque a Paula le parecía atractivo, ya que tenía unos bonitos ojos azules, un cuerpo impresionante y un bonito bronceado, nunca le habían gustado los hombres rubios.

—Y ahora que ya sabes que no voy detrás de tí —continuó Damián—, ¿qué tal si respondes a mi pregunta de antes? ¿O no quieres hablar de tu vida amorosa?

Paula se tuvo que reír.

—No tengo vida amorosa.

—¿Cómo, nada de nada?

—Este año no.

Había tenido novios en el pasado, tanto en la universidad como después; pero con todos terminaba mal cuando los llevaba a casa a conocer a Pedro.

En comparación con Pedro, el novio de turno siempre le parecía mediocre. Una y otra vez, Paula se daba cuenta con toda claridad de que deseaba a Pedro mucho más de lo que deseaba a los demás hombres. Por su parte, Pedro  poseía la habilidad de hacer comentarios que la llevaban a cuestionarse si su novio de turno estaba interesado en ella o en su futura herencia.

Sin embargo Paula no imaginaba que Pedro pudiera obstaculizar sus relaciones por razón personal alguna. Eso significaría que le importaba con quién salía. Y estaba claro que no le importaba. Pedro le había dejado muy claro, demasiado claro, que su tarea le parecía muy ingrata, y que sólo la toleraba por afecto y gratitud hacia su padre.

Él se ocupaba de su bienestar; pero desde un principio había aprovechado cualquier oportunidad para enviar a Paula con otras personas y librarse un poco de sus responsabilidades.

Las primeras Navidades después de terminar el instituto, él la había enviado a pasar unas largas vacaciones en el extranjero con una amiga y su familia: Después, se había ocupado de que viviera en el campus durante sus años de universidad en los que se había especializado en educación infantil. Cuando ella había conseguido un puesto en un colegio de la zona residencial al oeste de Sidney, él la había animado a alquilar una casita cerca del colegio, diciendo que el trayecto diario en coche desde Parramatta a Pomt Piper era demasiado largo.

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