martes, 28 de junio de 2016

Un Amor Imposible: Capítulo 21

Pedro detestó el estupor que vió en su cara, pero en parte sintió alivio.

—¿Nunca lo habías pensado? —de pronto estaba harto, cansado.

Ella negó con la cabeza.

—Tú... nunca me dijiste nada...

Pedro sonrió con pesar.

—Mi deber para con Miguel era hacer lo que él me pidió.

—¿Te pidió que no te acercaras a mí?

—Me pidió que te protegiera de todos los sinvergüenzas de este mundo.

Aquello la extrañó más que ninguna otra cosa.

—¡Pero tú no eres un sinvergüenza!

—Confía en mí, Paula. Soy un canalla de primera categoría. Siempre lo fuí, y siempre lo seré. Créeme, si fueras la hija de otro hombre, te habría seducido cuando tuve oportunidad. Porque la tuve contigo cuando tenias dieciséis años, ¿verdad?

—¿Quieres decir cuando te besé esa vez? ¿Ya entonces me deseabas?

—Eso es decir poco. No imagines ni por un momento que me preocupaba tu edad. Esas cosas nunca me han importado. Pero no podía soportar la idea de que el único hombre en el mundo a quien yo quería y respetaba me mirara con asco. Los elogios de Miguel y el que me aceptara significaban más para mí que mi intenso e inconveniente deseo por tí.

—Ya... entiendo...

Pedro dudaba que alguien tan dulce e inocente como Paula pudiera entender el trasfondo siniestro y enrevesado de su personalidad.

—Ve. Vuelve junto a tu Damián —le ordenó.

—Él... no es mi Damián.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir con eso?

—Damián no es mi amante. Sólo es un amigo. Y además es gay.

—¡Gay! —repitió Pedro.

La cabeza le daba vueltas mientras trataba de darle sentido a la confesión de Paula.

—Has sido totalmente sincero conmigo, de modo que yo voy a serlo contigo. Traje a Damián a la comida de hoy para no estar sola; y de paso para darte celos, esperaba.

Pedro la miró sorprendido, y se dió cuenta de que ella estaba a punto de echarse a llorar.

—Llevo toda la vida colada por tí —soltó sin más.

Pedro hizo una mueca.

Detestaba la palabra «colada» porque parecía de colegiala; claro que comparada con él, Paula era aún muy joven.

—Aún tienes oportunidad conmigo, Pedro —continuó con los ojos brillantes—. Si la quieres...

¡Por supuesto que quería! Dios santo, si ella supiera... Pero lo que él quería no se parecía nada a lo que quería ella.

—No soy bueno para tí, Paula.

Pedro era el primero en sorprenderse por haber encontrado la voluntad para rechazar lo que ella le estaba ofreciendo.

—¿Por qué no? —quiso saber ella.

—Tú sabes por qué no. No te he ocultado nada desde que eras pequeña. Ya te lo he dicho en más de una ocasión: no puedo enamorarme.

—No te estoy pidiendo que te enamores.

El la miró con enfado.

—No te atrevas a rebajarte de se modo. ¡No te atrevas! Te conozco, Paula. Tú quieres casarte y tener hijos; no buscas tener una aventura con un tipo que no tiene conciencia ni moral.

—Entonces me rechazas de nuevo. ¿Es eso?

—Ya tengo novia —dijo él con frialdad—. No te necesito, Paula.

El dolor que vió en su mirada le dio a entender que había hecho lo correcto. El enamoramiento de Paula daría paso a un amor profundo si se acostaba con ella. Lo había vivido antes con otras mujeres con las que se había relacionado, y por eso últimamente se buscaba novias como Ailén. Pero no por eso se sentía bien; rechazar a Paula sólo conseguía frustrarlo todavía más.

—Un día encontrarás al príncipe azul —dijo Pedro en tono seco.

—Por Dios, no seas tan pomposo —le soltó ella enfadada—. Si quisiera encontrar a mi príncipe azul, ¿crees que te habría hecho una proposición como la que te acabo de hacer? Pero no pasa nada, hay un montón de hombres guapos. En cuanto herede todo el maravilloso dinero de papá, no creo que me falten amantes, ¿verdad? Ahora voy a comer. ¡Tú disfruta de lo que te apetezca hacer!

No hay comentarios:

Publicar un comentario