jueves, 30 de junio de 2016

Un Amor Imposible: Capítulo 26

—Sabía que a Ailén no le quedaba mucho —comentó Felisa mientras llenaba el lavaplatos por última vez esa noche—. Pero me cuesta creer que Pedro haya roto con ella el día de Navidad.

Paula levantó la vista de la taza de café y vio que las manecillas del reloj marcaban las ocho y veintidós minutos.

—Es un diablo con las mujeres —continuó Felisa—, pero nunca pensé que además pudiera ser cruel.

Cosa rara, Paula estaba de acuerdo con Flora.

—La verdad es que no le quedó otra después de que Ailén lo acusara delante de todo el mundo de tener algo conmigo —le defendió.

Felisa hizo una mueca.

—Imagino que no... Pero cuánto me habría gustado estar allí. El primer año que Juan y yo decidimos comer solos en Navidad y mira lo que pasa. Cuéntame qué pasó.

Paula se encogió de hombros.

—No tengo ni idea. Ailén estaba callada, y de pronto se dió la vuelta y me lo soltó. Pedro y yo nos quedamos bastante sorprendidos; todos en realidad.

—Seguro que ha pasado por lo guapa que te has puesto hoy. Se habrá puesto muy celosa.

—Eso es lo que ha dicho Pedro.

—Le habrá molestado muchísimo que ella haya dicho algo así delante de sus colegas; pero ya me he enterado de que tú la pusiste en su sitio.

—¿De verdad? ¿Quién te lo ha dicho?

—Uno de los camareros. Me dijo que ha sido la comida de Navidad más interesante que ha servido en su vida.

—Pasé mucha vergüenza; así que me alegro de que haya terminado. El año próximo todo será muy distinto.

Paula se arrepintió al momento de haber dicho eso, porque en realidad no quería pensar en el año siguiente. No quería pensar en nada que no fuera esa noche. Pero en cuanto se le metió la idea en la cabeza fue imposible sacársela. Si Pedro no le había mentido antes, ya no estaría con ella la próxima Navidad.

—¿No vas a cambiar de opinión? —le preguntó Felisa.

—¿Sobre qué?

—Sobre dejar que prepare la comida el próximo año. A lo mejor te parezco anticuada, pero la Navidad no es igual sin el pavo y el budín de frutas. Y a Pedro le encanta el pavo asado.

—Pedro seguramente no estará aquí —dijo Paula con cierta tirantez.

—¿Eh? ¿Por qué no?

—Se marcha en febrero.

—¿Y qué? Lo invitarás a comer el día de Navidad, me imagino. Él y tú son como hermanos.

—A lo mejor no querrá venir.

—¡Qué tontería! A Pepe le encanta pasar aquí la Navidad. Incluso cuando estaban remodelando el complejo turístico de Happy Island también vino a pasar la Navidad a casa. Además, es difícil que él se case y forme una familia propia.

—Cierto —concedió Paula con pesar mientras bajaba la vista al café—. Eso no va a ocurrir nunca.

Y como no iba a ocurrir, no debía albergar esperanzas en secreto de lo contrario. No iba a enamorarse de ella, por mucho que ella lo quisiera. Ella no sería para él más que una compañera sexual más, un objeto de deseo temporal, una fuente de placer. Y cuando ese placer empezara a decaer, cuando llegara el aburrimiento, la sustituiría por otra. Pedro siempre se había comportado así, y así iba a continuar.

Sin embargo Paula estaba tan emocionada con lo que iba a pasar esa noche, tan excitada, que no podía mostrarse sensata en ese momento. En realidad, no sabía cómo era posible que pudiera mantener la compostura delante de Felisa.

—¿Dónde está Pepe, por cierto? —preguntó Felisa.

—Subió hace un rato —respondió Paula con toda la tranquilidad posible—. Dijo que estaba un poco cansado.

—¿Has terminado el café? —Felisa fue a retirar la taza.

—Toma. Creo que me voy a la cama también —dijo Paula con un leve temblor en la voz—. Ha sido un día muy largo.

—Echan una película muy buena a las ocho y media —comentó Felisa—. Con ese actor de cine tan sexy...

—Mmm —murmuró Paula mientras se bajaba del taburete; no sería tan sexy como el hombre con quien iba a pasar la noche—. Buenas noches, Felisa. No te preocupes por el desayuno. Pienso levantarme tarde, y tú también deberías hacerlo; pareces cansada.

—Sí, estoy un poco cansada. ¿Y Pepe?

—Le diré que se prepare él el desayuno. No creo que se haya ido a dormir tan temprano.

—Paula, antes de irte, quería decirte que hoy estabas preciosa; y que espero que la próxima Navidad vengas con tu novio de verdad, o con tu prometido, quién sabe. ¿Pasó algo más al final con Damián?

—No. No le intereso en ese sentido.

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