— Necesito información.
—Entonces soy tu hombre —repuso Woody—. ¿Qué quieres saber?
—Quiero saber si ha venido alguien raro por la redacción mientras he estado fuera.
—«Raro» es un término relativo —Woody empezó a cargar su foto en el ordenador. Su imagen digital apareció poco a poco en la pantalla—. Algunas personas me considerarían raro a mí. ¿No puedes ser más específico?
— ¿Un hombre que hiciera preguntas sobre mí o mi trabajo?
Woody pensó un momento y negó con la cabeza.
—Sólo se me ocurre el tipo del seguro.
— ¿Qué tipo del seguro?
— Vino justo después de que salieras para Brasil para intentar vender una póliza de alto riesgo a todos los empleados. Le dije que tú eras el único que se podía considerar de alto riesgo, pero que no volverías en tres meses por lo menos.
Pedro no podía creer que al fin tuviera una pista.
— ¿Qué aspecto tenía?
Woody se encogió de hombros.
—No sé. Corriente.
— Vamos, tienes que darme detalles. Color del pelo, de los ojos, altura, peso. Por lo menos dime si lo habías visto antes o lo has visto después.
Woody se recostó en su silla con aire pensativo.
—A decir verdad, no es la clase de hombre en el que te fijes mucho. Pelo claro, me parece. Ojos verdes... o grises. Y muy corriente. Ni alto ni bajo. Ni gordo ni delgado. Corriente.
Pedro suspiró con frustración. Había un millón de personas con esa descripción. Pero al menos era un comienzo y aquello indicaba que el impostor no era nadie de la revista, puesto que Woody no lo conocía.
— ¿Y se puede saber por qué te interesa ese hombre?
—Es una larga historia —contestó y miró su reloj—. Tengo cosas que hacer, te lo contaré en otro momento.
—Y yo te hablaré de la chica de internet —Woody se volvió al ordenador—. ¿Paula irá contigo el Jueves al The Pines?
—Puedes contar con ello —repuso él.
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