jueves, 2 de junio de 2016

Extraños En La Noche: Capítulo 27

—A mí me gustan las partes con el señor Collins. No puedo creer que la madre de Elizabeth quisiera que se casara con ese imbécil.

—Es espantoso —asintió la profesora de matemáticas.

— ¿Tú qué opinas, Pedro?

—El señor Collins es todo un personaje —dijo él.
Ppaula apretó los dientes. Parecía estar cómodo y se mostraba complacido por aquel intento de boicotearla.

—Mi escena predilecta es cuando Elizabeth recorre tres millas en el barro para visitar a su hermana enferma en casa del señor Bingley —dijo ella—. Creo que ése es un punto de giro para Darcy, que allí empieza a admirarla aunque sus hermanas todavía la critiquen mucho.

—Pero Elizabeth tarda más tiempo en admirarlo a él, ¿no es así? —preguntó él.

Paula lo miró sorprendida. Era evidente que había leído el libro o alquilado la película.

— Quiero decir que estaba demasiado enamorada del señor Wickham como para darle una oportunidad a Darcy —continuó él—. Wickham era aún más imbécil que el señor Collins, pero ella no quería verlo.

—Tenía buenos motivos para que al principio no le gustara el señor Darcy — dijo la mujer embarazada—. En el baile le dijo que no era lo bastante guapa para él.

—No se puede juzgar a una persona por la primera impresión que te produzca. Elizabeth cometió ese error con Darcy y con Wickham.

Paula carraspeó, consciente de que él no hablaba sólo de la novela.

—Pero Darcy no era totalmente inocente. Mira cómo se le declara. Insulta a su familia y básicamente le dice que se ha enamorado de ella contra su voluntad.

—Cierto —concedió él—, pero uno de los motivos por los que ella lo rechaza es porque sigue siéndole fiel a Wickham —movió la cabeza—. Y no lo entiendo. ¿Cómo es posible que una mujer tan lista como ella no capte sus mentiras?

—Porque en ese punto de la historia no tenía motivos para desconfiar de él —declaró ella—. Cuando se entera de la verdad, lo mira de otro modo. ¿Tú crees que una mujer debe renunciar a un hombre antes de saber toda la historia?

—Yo creo que hay hombres que no merecen tanta devoción —replicó él—. Y Wickham no la merecía. Engañó a Elizabeth desde el principio.

—Y ella pagó un precio por ello —repuso con suavidad—. Ese error hizo que su hermana se fugara con Wickham, lo cual casi destrozó a la familia.

—Pero Darcy acudió en su ayuda —intervino la secretaria. Suspiró—. Ésa es la parte que más me gusta del libro. Cuando Darcy le paga a Wickham para que se case con Lyclia y salve a la familia Bennet de la deshonra.

—Eso es muy romántico y una sorpresa maravillosa —dijo la profesora jubilada—. Sobre todo porque Darcy estaba más disgustado que nunca con la familia.

A pesar de la presencia de Pedro, Paula estaba ya inmersa por completo en la discusión.

—Yo creo que es una sorpresa porque Austen escribe el libro desde el punto de vista de Elizabeth —dijo—. Nunca sabemos lo que piensa Darcy. Sólo podemos juzgarlo por sus palabras y sus acciones.

—Y por la opinión que tiene Elizabeth de él —dijo la profesora—, que va cambiando drásticamente con el tiempo.

— ¿Crees que eso ocurre en la vida real? —preguntó él a Paula.

Ella se ruborizó.

— La vida real no suele ser tan ordenada como la de ficción.

—Pero el desorden puede ser divertido —replicó él—. Sobre todo cuando no sabes lo que va a pasar a continuación —se puso en pie—. De hecho, ahora yo tengo una sorpresa.

— ¡Pedro! —le advirtió ella, que presentía otro desastre.

Él no hizo caso. Metió la mano en la bolsa que había al lado de su silla y sacó un vestido negro de cóctel sin mangas, elegante y sencillo.

—Es precioso —declaró la profesora de matemáticas—. Es lo que llevaría una estrella de cine.

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