Paula miró fijamente a Lance, sorprendida por su audacia.
—¿Qué haces tú aquí? —se puso en pie y le estrechó la mano.
—Ganarme unos pavos extra —repuso Lautaro. Miró a Paula y luego de nuevo a Pedro—. Veo que sigues trabajando para la revista Adventurer.
— Todavía no me han despedido —sonrió él—. ¿Y tú qué? No te he visto desde que nos graduamos.
—Oh, yo hago un poco de todo —repuso Lautaro—. Estoy trabajando en una novela.
— ¿La misma que empezaste en la universidad?
Lautaro asintió.
—Así es. Mi obra magna. Va despacio, pero las obras importantes siempre son así.
Pedro miró a Paula.
—Te presento a Lautaro Golka, mi compañero de cuarto en la Universidad de Colorado. Lautaro, ella es Paula Chaves.
La joven se levantó con las rodillas temblorosas. Era el momento ideal para decirle a Pedro que tenía delante a su impostor. Pero cometió el error de mirar los ojos de Lautaro que le suplicaban en silencio que guardara el secreto.
—Encantado de conocerla.
Le tendió la mano y ella se la estrechó.
—Lo mismo digo, señor Golka.
Él sonrió aliviado.
—Pedro siempre lleva la mujer más hermosa a las fiestas. Siempre tuviste buen gusto.
Ella se ruborizó.
— Gracias.
—Tengo que volver al trabajo pero me he alegrado de verte, Pedro. Deberíamos quedar para tomar algo un día de éstos —miró a Paula—. Tenemos que ponernos al día.
—De acuerdo —. Sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta—. Llámame.
—Lo haré —prometió Lautaro.
Se alejó entre las mesas y Paula volvió a sentarse, sin saber si había hecho bien en guardar el secreto. Pero, después de todo, podía revelar su identidad en cualquier momento y no tenía nada de malo darle ocasión de que se lo dijera él a Pedro y quizá incluso salvaran su amistad.
—-¿Quién era ése? —preguntó Woody.
—-Un antiguo compañero de la universidad. Lautaro Golka. Si estoy aquí esta noche, es por él.
— ¿A qué te refieres? —preguntó Lorena.
Él tomó su vaso de vino.
—Fue él el que me habló del concurso de fotografía que cambió mi vida. De no ser así, ahora sería abogado.
—No hay mucha aventura en eso —musitó Lorena—. Por lo menos yo no he visto a muchos abogados colgados de puentes.
—Pero hay mucha gente que quiere tirar a los abogados desde un puente —rió Bruno.
Su acompañante no parecía divertida.
—Mi padre es abogado —dijo.
Bruno carraspeó.
— Es una buena profesión.
Paula no oyó el resto de la conversación. Estaba demasiado absorta intentando aclarar su tumulto interior. ¿Cuánto tiempo debería guardarle el secreto a Lautaro? ¿Y por qué tenía la sensación de estar traicionando a Pedro?
La voz del presentador la sacó de sus pensamientos.
—Y el Premio a la Locura es para... — sonó un redoble de tambor por los altavoces—. Pedro Alfonso, de la revista Adventurer.
La multitud empezó a aplaudir. Pedro se puso en pie y, en un impulso, se inclinó a besarla. Se alejó hacia el escenario antes de que ella pudiera reaccionar y Paula, sorprendida, se llevó los dedos a los labios.
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