Pedro había implicado antes que Ailén no era tan delgada como las novias anteriores. ¿Sería también rubia? Tendría que pedirle una descripción más detallada a Felisa.
Paula terminó de decorar el árbol, salvo por la estrella que iba en la punta. Se fijó en el reloj y vió que eran más de las seis, un poco tarde para merendar. Había comido mucho flan y no había almorzado, así que tenía bastante hambre.
Pero la estrella del árbol de Navidad era lo primero, así que se subió a la escalera una vez más y se puso de puntillas para conseguir llegar a aquel punto deseado.
—Qué árbol tan bonito.
Paula pegó un respingo al oír la voz inesperada de Pedro. Las patas traseras de la escalera se levantaron del suelo, y notó que se precipitaba hacia delante. No entendió cómo Pedro pudo sujetarla, pero cuando estaba a punto de caerse encima del árbol, la escalera volvió a ponerse derecha y cayó directamente en brazos de Pedro.
—¡Ay, Dios mío! —gimió Paula, moviendo los brazos mientras Pedro le abrazaba la espalda con fuerza y la estrechaba contra su cuerpo.
—No te ha pasado nada, tranquila —le dijo él.
—¡Me has dado un susto de muerte! —exclamó Paula mientras por fin le echaba los brazos al cuello.
—Lo siento. No ha sido mi intención.
Paula abrió la boca para decir algo más, cualquier cosa que la ayudara a calmar la emoción que había sentido al estar entre los brazos de Pedro. Con él tan cerca no podía pensar, y menos si la miraba de esa manera con aquellos ojos negros tan ardientes.
Pedro le miró los labios unos instantes, aunque el tiempo pareció ralentizarse, acompañado de los ensordecedores latidos de su corazón. Sarah ladeó la cabeza con gesto provocativo. ¡Estaba segura de que Pedro iba a besarla!
Se sorprendió al ver que él la dejaba en el suelo. Abrió los ojos y vió que Pedro la miraba con preocupación.
—Tranquila —dijo él.
Paula tuvo ganas de chillar. Estaba tan desesperada por aquel hombre que se había inventado una pasión que no existía. Al menos por parte de él.
—Estoy bien, gracias —dijo ella en tono seco.
Su orgullo le pedía calma, recuperar la compostura.
—De momento pensé que te ibas a desmayar.
—¿Desmayarme? ¿Y por qué iba a desmayarme?
—Le pasa a algunas chicas después de un shock.
—Estoy bien —repitió ella.
—En ese caso, ¿por qué no me das las gracias por haberte salvado de una mala caída?
—Una caída que has provocado tú —señaló ella—. ¿Y qué estás haciendo en casa, de todos modos? Pensaba que te ibas a las siete a una fiesta. Son más de las seis.
—Ailén se olvidó de decirme que había que ir de etiqueta; y he venido a cambiarme.
A Pedro le quedaba muy bien el esmoquin; y Paula sintió celos sólo de imaginarse a la tal Ailén del brazo de Pedro esa noche.
—Me sorprende que tú no salgas esta noche —dijo Pedro.
—¿Cómo? Ah, sí, bueno... Damián quería llevarme por ahí, pero le dije que estaría muy ocupada preparando el árbol y los regalos.
Paula notó que vacilaba y tartamudeaba. ¿Por qué tenía que pensar en Pedro con Ailén?
—Deberías hacer lo que hago yo —dijo Pedro—. Comprar regalos en tiendas que te lo envuelven gratis.
Y en tiendas donde alguna dependienta a quien le hicieran los ojos chiribitas lo hiciera todo por él, pensaba Paula con pesar.
—Será mejor que me marche —continuó diciendo Pedro—. Te veo mañana para abrir los regalos. Y antes de que me lo preguntes, te diré que no, que Ailén no va a estar; así que no tendrás que enfurruñarte.
—Yo no me enfurruño nunca —soltó Sarah.
—Pues claro que lo haces, señorita. Aunque tengo que estar de acuerdo contigo en una cosa, y es que algunas de mis novias no han sido demasiado agradables contigo. Pero eso es porque todas están celosas.
—¿De mí? —Paula no podría haber estado más sorprendida.
Pedro sonrió con pesar.
—¿Te gustaría descubrir que tu Damián vive con una atractiva pupila? Ahora debo irme —dijo bruscamente, antes darse la vuelta y marcharse.
—Aún no hemos mantenido esa conversación —le dijo subiendo la voz para que él la oyera.
Él dejó de caminar y se volvió a mirarla con gesto impaciente.
—Ya me he dado cuenta. Tendrá que esperar hasta después de la comida de Navidad.
—¿Pero entonces no estará aquí Ailén?
Pedro había dicho esa mañana que tendría una persona invitada en casa entre Navidad y Año Nuevo. ¿Quién si no su novia de turno?
—Ailén y yo no tenemos por qué pasar todo el día juntos —dijo con significativamente—. Te veré mañana, Paula.
Paula se entristeció al oírle subir las escaleras a toda prisa, como si estuviera deseando salir para encontrarse con su novia.
Pero qué odioso este Pedro. Me gusta esta historia jajajaja.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Ojalá Damián se banque todas las que le va a hacer Pedro y se vengue por todas las que le hicieron pasar a Pau sus "noviecitas"
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