— ¿Quién lo dice?.
—Yo —repuso ella. Cruzó los brazos con terquedad—. Necesitas a alguien que cuide de tí. En mi mochila hay crema para el sol, repelente antimosquitos, vendas, agua, vitaminas y aspirinas...
—¿Cómo me has encontrado? —preguntó él, interrumpiendo su letanía.
—Tu guía encontró tu rastro dos días después de que lo abandonaras —-repuso ella—. El pobre hombre se acerca todas las noches aquí para ver cómo estás.
—¿Pero qué haces tú aquí?
El rostro de ella se suavizó.
—Estoy aquí porque te quiero. Te seguiré a todas partes si es preciso, sólo para tenerte a salvo.
—¿Y qué hay de Lautaro?
Ella se acercó un paso más al borde.
— Lo ví en la ceremonia de premios, donde me pidió que le dejara que fuera él el que te contara la verdad. Creí que podía confiar en él, pero me equivoqué.
— ¿Y no estás enamorada de él?
—Sólo quiero a un hombre —sonrío ella—. A tí. Y no dejaré de decírtelo hasta que te lo creas, aunque tenga que seguirte al Himalaya, por el Nilo o cruzar el desierto del Sahara en camello.
— ¿Me seguirás a Okariko? — preguntó él con suavidad—. Está a unos treinta kilómetros al sur de aquí.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas.
— Te seguiré a todas partes. ¿Pero por qué quieres ir a Okariko?
—Porque creo que es un buen lugar para una luna de miel —dijo él sonriendo.
Paula sonrió también.
— Te quiero mucho.
— Pues bájame de aquí.
Ella tomó un rollo de soga que él había dejado en el suelo y le lanzó un extremo. Pedro subió por ella, una mano delante de la otra, hasta donde estaba la joven. Cuando sus pies tocaron suelo firme, ella lo abrazó.
—Ahora te tengo donde quería.
— Espera —él se apartó, se sacó la cámara por la cabeza, preparó el cronómetro y colocó la cámara en un saliente delante de ellos.
Volvió corriendo al lado de ella y se tocó la barba de tres días que le cubría la barbilla.
Paula lo miró con la cara sucia de tierra y sudor.
Pedro la abrazó y la miró a los ojos.
—Después de tantos años, al fin he logrado lo que he buscado toda mi carrera, lo que me ha llevado por montañas y barrancos de todo el mundo.
— ¿Qué es eso? —preguntó ella con curiosidad.
—La foto perfecta —repuso él.
La cámara hizo en ese momento una foto de los dos abrazados. Una foto que duraría siempre... igual que su amor.
FIN
Bellísima historia, me encantó.
ResponderEliminarHermoso Final! Gracias por compartirla en un día tan especial! Feliz cumple!
ResponderEliminar