sábado, 4 de junio de 2016

Extraños En La Noche: Capítulo 32

—Seguramente te parecerá una locura —dijo él. Le soltó las manos—. Pero he seguido la carrera de Pedro desde la universidad y lo sé todo sobre él. Sólo quería ver qué se sentía siendo él y viviendo su vida un tiempo. No he hecho daño a nadie.

— ¡Ojalá eso fuera cierto! —susurró ella, pensando en la noche que había pasado con Pedro.

Lautaro no tenía ni idea de las consecuencias de sus acciones.Él suspiró.

—Tienes razón. Te he hecho daño a tí —se acercó un paso—. Lo siento mucho, no era mi intención. Cuando te fuiste a Tempe, estaba haciendo acopio de valor para decirte la verdad. Luego Pedro volvió antes de lo que esperaba y tuve que salir corriendo.

— Deberías haberme advertido de que no estabas allí —dijo ella.

—Por favor, dime que me perdonarás — imploró Lance, acercándose aún más—. Sé que te he mentido sobre mi nombre y mi identidad, pero nunca sobre mis sentimientos. Tú eres lo único bueno en todo este lío.

—Lautaro, yo...

El jefe de camareros metió la cabeza por la puerta.

—Se acabó el tiempo, Golka.

—De acuerdo, ya salgo —miró a Paula—. ¿Y bien?

Ella no sabía qué decir, así que cambió de tema.

— Pedro está buscando a su suplantador y yo soy la única persona que conoce que pueda identificarlo. Por eso me ha traído aquí esta noche.

Lautaro palideció.

—¿Quieres decir que sabe que estoy aquí?

— No. Y tampoco sabe que el suplantador eres tú, pero cree que debe de ser algún conocido del mundo de la fotografía. Por eso creía que había posibilidades de que estuviera aquí esta noche, pero entre los invitados, no entre los camareros.

—Tenía razón —repuso Lautaro—. Porque después de probar unos meses la vida de Pedro, ahora sé que es eso lo que quiero hacer. Por eso he venido a trabajar hoy aquí, para ver si podía hacer algunos contactos.

—Quizá Pedro pudiera ayudarte —sugirió ella, aunque dudaba de que fuera tan generoso.

—O meterme en la cárcel —repuso Lautaro con sequedad—. Mira, tengo que explicárselo todo, pero a su debido tiempo y a mi modo. Necesito tener ocasión de compensarle por todo esto, pero sólo podré hacerlo si me guardas el secreto.

Pedro respiró aliviado cuando Paula al fin se acercó a la mesa. Se levantó a sacarle la silla, preocupado todavía por la conversación con Bailey. Cuanto más pensaba en su impostor, más frustrado se sentía.

Se inclinó hacia ella, apenas consciente de que el presentador anunciaba en el escenario las nominaciones para el mejor editor.

— ¿Dónde has estado?

Ella lo miró.

—He... Perdido la noción del tiempo.

— Pensaba que te habías marchado. Aunque intuía que no era así.

—No —ella tomó su vaso de vino—. Siento haber tardado tanto. He ido a maquillarme y cambiarme el pelo.

— Estás muy guapa.

Sus rizos revueltos le recordaban el aspecto que tenía la mañana después de hacer el amor.

— ¿Alguna señal de mi suplantador? — preguntó.

Paula se atragantó con el vino, tomó una servilleta y se la acercó a la boca. Los demás ocupantes de la mesa se volvieron a mirarla.

—No te atragantes por mí —le dijo Bruno Berger—. Siempre me nominan y nunca gano. Soy el Susan Lucci del mundo de las revistas.

El editor, de cincuenta y cinco años, iba acompañado por una becaria de veintiuno y llevaba una chaqueta de cuero negro para parecer joven, pero el tupé mal ajustado estropeaba el efecto.

— Oh, me encanta Susan Lucci —dijo la joven—. Espero estar como ella cuando tenga su edad.
—Sí, se está acercando —sonrió Lorena—. ¿Cuántos años tiene ya? ¿Unos cincuenta?

Bruno la ignoró y miró a Pedro.

— ¿No me vas a presentar a tu acompañante?

Pedro la presentó a todo el mundo en la mesa, aunque Paula ya conocía a algunos de la fiesta en la redacción. La mayoría habían llevado acompañantes, aunque Woody iba solo, pues seguía con su amor a larga distancia por Internet.

Cuando anunciaron las nominaciones al mejor artista gráfico, Pedro se inclinó para hablarle al oído.

— Espero que esto no te resulte muy aburrido.

—En absoluto —repuso ella—Nunca había estado en algo así.

—¡Ojalá yo pudiera disfrutarlo! —exclamó él.

Ella arrugó el ceño.

—¿Ocurre algo?

—Creo que la pesadilla del suplantador me empieza a afectar seriamente. Cuando descubra quién es, le voy a retorcer el cuello.

La joven se sobresaltó y volvió su atención al escenario. Pedro se maldijo interiormente. Seguramente no era buena idea decirle que quería causarle daños físicos a su novio. Quizá lo mejor que podía hacer era callarse y disfrutar de las vistas.

La vió recostarse en la silla tapizada en terciopelo y admiró una vez más lo bien que le quedaba el vestido. Pero no era su belleza sólo lo que le atraía, ya que él había salido con muchas mujeres guapas. Había algo más.

Poseía una inteligencia que lo divertía y retaba a un tiempo. Y no parecía impresionada por él, cosa que suponía un cambio respecto a las mujeres con las que salía habitualmente, la mayoría de las cuales eran aspirantes a modelo más interesadas en hacer contactos que en conocer al verdadero Pedro Alfonso.

Y él quería conocer mejor a la auténtica Paula. Sus intereses, sus hobbies, sus amigos y su familia. Ya sabía cuál era uno de sus libros predilectos, ¿Pero qué más le gustaba?

2 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Al fin encontró a el impostor, espero que le cuente la verdad pronto a Pedro!

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  2. Ayyy, x favor, la que se va a armar cuando Pedro sepa toda la verdad.

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