jueves, 2 de junio de 2016

Extraños En La Noche: Capítulo 28

— Espero que Paula se lo ponga para venir conmigo a una cena de entrega de premios. Está tan dedicada a este club de lectura que no quería perdérselo, pero quizá no os importe que acortemos un poco la reunión.

—Por supuesto que no —declaró Nancy, antes de que Paula tuviera ocasión de abrir la boca. Las demás se mostraron de acuerdo y la alentaron a ir con él.

La había colocado en una posición imposible y lo sabía. Había conquistado al grupo a los cinco minutos de su llegada. Había inyectado vida nueva al club de lectura y lo había transformado con una discusión animada y abierta. Si lo rechazaba, parecería grosera y mezquina. O peor, eso podía ser el golpe de muerte del proyecto que tanto deseaba que tuviera éxito.

Pero por lo menos podía hacerle pagar por ello.

—Iré si Pedro promete asistir a nuestro club de lectura todas las semanas a partir de ahora.

Él se encogió un poco, pero se recuperó enseguida.

—No hay nada más que prefiera hacer.

— De acuerdo —sonrió ella, aunque rabiaba por dentro—. La semana que viene hablaremos de Cumbres borrascosas, de Emily Bronté. Estoy deseando oír tus comentarios.

—Y yo los tuyos —repuso él. Le tendió el vestido.

— Oh, los oirás —le prometió ella—. Los oirás.

— Ha sido jugar sucio —declaró ella cuando salió de la sala de empleados de la biblioteca.

Había entrado allí a cambiarse mientras los demás miembros del club de lectura se dispersaban. La biblioteca cerraba a las cinco y media los Jueves y Viernes, por lo que ya sólo quedaban ellos dos en el edificio.

Pedro abrió la boca para contestar, pero no pudo decir palabra. Ella estaba guapísima. El vestido resaltaba su figura y mostraba las curvas generosas que ella tanto se esforzaba por esconder con su ropa habitual.

— ¡Genial! —exclamó al fin.

La joven se detuvo y se miró el vestido.

— Demasiado estrecho.

— Es perfecto.

— ¿Cómo sabías mi talla?

— La miré el otro día cuando te planché el vestido.

—O sea que no lo hiciste por generosidad —musitó ella—. Tenías otros motivos.

— Entonces no —repuso él.

No podía dejar de mirarla. Admiró ahora el modo en que se había recogido el pelo para dejar el cuello al descubierto.

— Pues esta noche sí tenías motivos ocultos —dijo ella. Avanzó hacia la puerta—. No puedo creer que me hayas tendido esta trampa. Sabías que no podía negarme delante del grupo.

—Yo sólo esperaba que cambiaras de opinión —repuso él.

La siguió al exterior y miró la caída de la falda.

—¡Y qué remedio! —exclamó ella.

Esperó a que saliera y metió la mano para apagar las luces. Luego cerró la puerta con llave.

— Sé que estás enfadada —dijo él—, pero yo también tengo derecho a estarlo. Tu novio parece empeñado en destrozarme la vida.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella.

—Hoy me ha llamado mi jefe para decirme que alguien está buscando trabajo con mi nombre. Supongo que adivinas quién puede ser.

Paula se lamió los labios; seguramente intentaba buscar una excusa plausible.

— No me parece que eso sea destrozarte la vida —dijo al fin—. A lo mejor es sólo un malentendido.

— Eres demasiado lista para hacerte la tonta —replicó él—. Es evidente que tu novio se sigue haciendo pasar por mí y quiero saber por qué y detenerlo antes de que cause algún daño importante.

— ¿Sin importarte el precio?

Seguían en los escalones frontales de la biblioteca y la brisa cálida de la tarde acariciaba los mechones sueltos del moño de Paula. Él deseaba besarla.

—A cualquier precio —dijo.

Se volvió hacia su coche y deseó no haberla conocido, pues desde la noche en que ella se metió en la cama, su vida no había sido ya lo mismo. Y quizá no lo sería nunca.

—Es la última vez que dejo que me arrastres adonde no quiero ir —declaró ella.

— ¿Por qué? —preguntó él—. ¿Tienes miedo?

—Por supuesto que no.

— ¿Estás segura? Quizá tienes miedo de descubrir la verdad sobre tu novio —abrió la puerta del coche—. O quizá tienes miedo de mí.

— No te tengo miedo —declaró ella.

—Mejor —repuso él—. Porque no pienso obligarte a nada. Puedes irte ahora, Paula. Encontraré sólo a tu novio.

Ella vaciló y, por un momento, él temió que aceptara su oferta. Al fin negó con la cabeza.

—Ya que hemos llegado hasta aquí, podemos seguir hasta el final. Yo quiero encontrarlo tanto como tú.

Entró en el coche y él dio la vuelta y se sentó al volante con la cabeza llena de dudas. ¿Y si encontrar a su impostor significaba perderla? ¿Y si ella quería seguir con aquel embustero?

La mera idea de imaginarla en brazos de otro hombre hacía que se le encogiera el estómago. Y su reacción le sorprendía, porque nunca había sido celoso, y menos con mujeres a las que no les gustaba.

Tal vez había llegado el momento de hacer algo al respecto. Quizá debería ganársela como había hecho Darcy con Elizabeth. La búsqueda del impostor sería mucho más agradable así. Y no tendría que preocuparse de que volviera corriendo a los brazos de aquel imbécil.

Pero para eso tenía que idear un plan perfecto.

3 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! me encanta la manera que tiene de pensar Pedro! Paula no se la hace fácil!

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  2. Ayyyyyyyy, qué lindo caps, pero para mi se va a armar cuando todo se descubra.

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  3. Me parece re original esta historia!!!

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