—Pedro.... —él se volvió hacia un lado, y la sábana se enrolló apretada a su alrededor, delineando su cuerpo. Paula apartó la mirada y la fijó en su rostro. Notó sombras alrededor de los ojos cerrados. Tenía el cabello despeinado y una apariencia muy sensual—. Pedro—lo llamó con voz más fuerte y su mano no fue tan gentil. ¿Estaba enfadada consigo misma o con él?
—¿Qué? —despertó de un salto y se sentó.
—Está bien, Pedro. Soy Paula.
—¿Paula? —pasó los dedos por el cabello, mientras con la otra mano asía con fuerza la sábana—. ¿Qué haces aquí a esta hora?
—Ya dieron las once —informó con voz demasiado temblorosa— . Matías dijo que ya era hora de que te levantaras.
—¿Las once? —repitió Pedro y movió los ojos hacia la puerta abierta—. ¿En dónde está Matías?
—Fue a comprarte un pijama. Tienes que usarlo en el hospital. No puedes dormir desnudo —movió la cabeza hacia ella—. No te preocupes, estabas decente cuando entré —el suspiro de alivio de Pedro la irritó. ¿Qué creía que haría ella? ¿Tomar ventaja injusta de él? Quizá pensó que con deliberación entró en su dormitorio, para agasajar sus ojos con su cuerpo—. ¡Cuidado! —exclamó, al ver que extendía la mano para buscar sus anteojos, y casi vuelca la taza—. Estuviste a punto de derramar el café que te traje —le entregó los anteojos y después la taza.
Se hizo un silencio, mientras Pedro bebía el café. Paula tenía la extraña sensación de que la observaba por encima del borde de la taza, aunque sabía que no podía verla. Agitada, empezó a recorrer la habitación con la mirada, y admiró los muebles antiguos. Antes de hacer el comentario, volvió la cabeza hacia él.
—Me gustan tus muebles —dijo por decir algo—. ¿Qué madera es?
—Nogal. Pertenecieron a mi abuela, después fueron de mi madre, y ahora míos.
—También me gusta tu casa. Tiene carácter —le aseguró Paula, y pensó que él también lo tenía.
¿Qué otro hombre se hubiera detenido la otra noche en la playa, en particular, si estaba tan frustrado como Pedro admitió estar? A la mayoría no le importaría su virtud o las consecuencias. Pablo detuvo la posible aventura, sólo porque ella no tenía la suficiente experiencia para él.
—Estuvo sabroso, Paula—indicó Pedro y le entregó la taza vacía.
Paula la tomó con las dos manos, y sus dedos se cerraron sobre los de él. Una descarga eléctrica recorrió su brazo, pero Pedro fue quien apartó la mano. Todavía sostenía con firmeza la sábana en su lugar, al girar para sentarse en un lado de la cama. Ella le observó la espalda y notó tensos los músculos de los hombros. Sintió calor en la piel al reconocer el motivo de la tensión, y lo que la causó... su toque suave y femenino. No obstante, no encontró alegría en ese descubrimiento. Pedro fue muy sincero respecto a sus frustraciones físicas. Deseaba una mujer, cualquier mujer, lo admitió en la playa. Tal vez el roce inadvertido de la piel de ella contra la suya despertó recuerdos de lo que hicieron juntos en la playa, y de lo que le faltaba a su cuerpo. No sería humano, o el hombre que era, si tales cosas no lo afectaran.
Pedro volvió a hablar sin volverse.
—Si no te importa salir un momento, me gustaría darme una ducha.
Una ducha fría, sin duda. Paula ansiaba alejarse, pues su cuerpo respondía a sus pensamientos. Tampoco podía olvidar lo sucedido entre ellos, lo que Pedro le hizo sentir antes de apartarse.
—Siempre que puedas arreglártelas —murmuró ella con voz temblorosa, y fue hacia la puerta.
—La necesidad es la madre de la inventativa —aseguró Pedro—. Sé donde está cada mosaico, toalla y grifo en el baño. Pasé semanas sin hacer otra cosa que ir de aquí para allá, y de regreso.
Paula salió y cerró la puerta, pura no escuchar el mal humor de él. Respiró profundo. Era difícil no enfadarse, consigo misma y con Pedro. Comprendía su irritación, mas eso no ayudaba a soportarla. Un momento antes, deseó decirle que se fuera al diablo, junto con su mal humor. Esa no sería la manera de comportarse de una amiga... y él necesitaba amigos con desesperación, gente en la que pudiera confiar en ese momento de prueba, en particular, después de su experiencia con Virginia.
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