sábado, 3 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 8

-Creo que seré capaz de contener mis instintos más básicos, si eso es lo que te preocupa. Hay algo de ropa en esa bolsa. Encontrarás algo para cubrirte lo esencial mientras se seca tu ropa. Me daré la vuelta por respeto a tu modestia.

¿Por qué le parecía tan divertida la idea de que ella tuviera modestia?, pensó Paula indignada.

-Usaré el cuarto de baño si no te importa. Su frío tono digno le hizo sonreír y le recordó a Paula que ella no estaba en posición de mantener ninguna dignidad.

Revolvió en la bolsa intentando no fijarse en las prendas personales y eligió una camisa vaquera azul pálida que podría pasar por un vestido en ella. Alzando la cabeza, salió de la habitación. Después de quitarse la ropa en el baño y peinarse el pelo con los dedos, se abrochó la camisa que le llegaba hasta las rodillas y bajó descalza. Había intentado quitarse las manchas de barro con el agua, pero estaba gélida y un poco turbia.

-Cuelga tu ropa ahí -señaló el antiguo tendedero sobre la cocina de carbón. Los vaqueros mojados de él ya estaban colgados. En su ausencia, Pedro se había puesto otros secos y más desgastados. Paula intentó no fijarse en un estratégico desgarrón en el trasero. Con las manos llenas de ropa mojada, miró el sistema de alambres.

-Espera, déjame.

Pedro  le quitó la ropa mojada de las manos antes de que pudiera poner objeciones y empezó a extenderla en el tendedero sin tener que bajarlo gracias a su altura.

Paula intentó ocultar la vergüenza cuando le vió colgar sus prendas más íntimas, un frívolo juego de braga y sujetador de satén de color melocotón pálido.

-Te pega mucho.

Su larga mano acarició la tira del sujetador.

-¡Qué típico! -exclamó ella con disgusto deseando con desesperación no sonrojarse-. Los hombres no sois más que niños grandes; sólo la mención de unas bragas os produce paroxismo.

Pedro enarcó las cejas ante su acalorada reacción.

-Yo sólo creo que tu ropa interior refleja tu personalidad.

-Déjame adivinar... Descarada.

-Erótica -corrigió él con firmeza y un extraño brillo en los ojos que le produjo temblores en las rodillas-. ¿Una taza de té?

Distraída por su comentario casual, tuvo problemas para replicar a aquella pregunta inocente, así que aceptó la taza en silencio.

-Está ardiendo -gimió al abrasarse la lengua antes de sentarse en una caja embalada junto a la mesa.

Pedro se sentó en otra igual y estiró las largas piernas.

-Pareces conocer muy bien la distribución de esta casa. Sabías donde estaba el baño.

-La casa ha estado vacía una larga temporada. Eché un vistazo con el agente inmobiliario, así que deja de mirarme con tanta sospecha. Siempre me ha gustado esta casa y los anteriores propietarios no se relacionaban mucho con la gente, así que quise satisfacer mi curiosidad.

-¿Novio actual o antiguo novio? -preguntó él con sequedad-. ¿O no los diferencias? El agente inmobiliario -aclaró al ver la cara de confusión de ella.

-Me gusta mantener buenas relaciones con todos mis viejos amigos.

-Eso imaginaba.

-Si eso ilumina tu aburrida existencia, me alegro de serte útil. Personalmente no me gusta vivir como un vicario, pero tampoco estoy atada a nadie.

Él sí parecía necesitar que le recordaran a menudo que sí lo estaba, pensó ella mirando con desaprobación su atractiva cara.

-Un espíritu libre.

-No tengo ataduras. Tengo derecho a ser libre.

-¿Por qué me ha dado la impresión de que has dejado esa frase incompleta?

-Los hombres casados que van por ahí besando a otras mujeres, no deberían intentar parecer unos puritanos.

-Yo no estoy casado.

La descarada mentira le puso furiosa. Posó de golpe la taza en la mesa derramando el líquido.

-¿Y esperas que me crea eso?

-Cree lo que quieras. Como se suele decir, me importa un comino.

-Entonces compraste esta casa para llenar las habitaciones con unos hijos inexistentes, supongo.

-Hay niños, pero los he heredado más que participar en su concepción. Y para tu conocimiento, estoy prometido, no casado.

Ella se sintió un poco defraudada por aquella información.

-¿Cómo se pueden heredar niños? -añadió consumida de curiosidad.

-Mi hermano y su mujer murieron en un accidente de escalada.

-Lo siento.

Su tierno corazón se conmovía por la pérdida, pero sabía que él no aceptaba la compasión. Pedro Alfonso era uno de esos seres contenidos que no querían la simpatía de nadie. Debía ser terrible amar a alguien así, reflexionó Paula. Amar consistía en dar tanto como en recibir.

-No tanto como los niños -dijo él sombrío.

-¿Cuántos?

-Cuatro.

-Eso debió causar una gran conmoción a tu prometida.

Paula abrió mucho los ojos. Una familia numerosa instantánea debía ser una perspectiva temerosa para cualquier mujer.

-Entonces no era mi prometida. ¿Hay algún detalle personal más que quieras saber? Siéntete libre, aunque estoy seguro de que así será.

O sea que se habían prometido después de que él heredara la familia. Con el ceño fruncido dio un sorbo a la infusión caliente.

-Empezar un matrimonio con cuatro hijos supondrá hacer grandes ajustes.

-Empezar un matrimonio los requiere de cualquier manera.

Paula le miró con gesto sombrío.

-Espero que lo hagas con más entusiasmo, por el bien de tu prometida.

-No daría este paso si no fuera por los niños.

-¿Y sabe la dama en cuestión eso?

-Belén se conformó con las cosas tal y como surgieron. Ha estado a la altura de las circunstancias de forma magnífica.

-Me alegra que reconozcas su sacrifico -le parecía que trataba de forma muy impersonal todo el asunto-. ¿Llevan... Belén y tú viviendo juntos desde hace mucho?

-¿Has escuchado alguna vez la palabra tacto?

Paula cruzó sus torneados tobillos sin pizca de arrepentimiento.

-Si hubiera sabido que podía herir tus sentimientos, habría sido más discreta, pero... -su sonrisa confirmaba que no creía que los tuviera-. Podría haber esperado a los cotilleos locales para que me dieran los detalles escabrosos. No creo que tarden más de dos semanas en empezar a correr, aunque hay que admitir que la exactitud se sacrifica en aras del entusiasmo.

-Belén y yo no hemos vivido nunca juntos. ¿Satisfecha?

-¿Nunca?

-Preferimos tener cada uno nuestro espacio.

La paciencia parecía estar abandonándole.  Aquella Belén debía ser una santa... Pero Paula tenía profundas sospechas de una mujer que no quisiera un compromiso y sin embargo se sintiera feliz aceptando una familia numerosa ajena.


3 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Que raro suena el relato de Pedro. Hay gato encerrado parece...

    ResponderEliminar
  2. Mmmmmmmmmm, algo me huele mal. Es re divertida esta historia.

    ResponderEliminar