martes, 27 de septiembre de 2016

La Venganza: Capítulo 2

-Es todo tuyo.

Paula salió  del  baño  con  el  pelo  mojado  y  una  toalla  en  la  cabeza  Andrea  le  había ofrecido llevarla a la peluquería, igual que a Laura pero como sabía que su pelo era muy rebelde, prefirió arreglárselas ella misma.

-Ya he terminado -Laura salió del baño vestida de manera ir formal, las prendas que llevarían esa noche a la casa de los padre de Andrea estaban cuidadosamente colgadas en el armario.

 Paula  se  dirigió  hacia  el  vestíbulo,  su  atuendo  también  era  sencillo

-No  dejes  que  Andrea se  ponga  nerviosa  y  cambie  de  opinión.

-¿Estás  bromeando?  -sonrió -Laura-. Le ha costado muchos meses atrapar al pobre hombre.

Era  cierto.  Andrea  había  estado  enamorada  de  Gabriel durante  sei  meses,  antes   de   que   éste   se   decidiera   a   hablarle.   La   proposición   fue   un   poco   apresurada  y  Andrea organizó  la boda con toda rapidez  ante de que él se arrepintiera.

-Ese  pobre  hombre no sabe lo que se le viene  encima con  Andrea-comentó  Paula-.  Me  parece  increíble  que  los  dos  hayan  estado  enamorados  durante  meses sin decirse ni una palabra.

-Así dices tú que son los ingleses -rió Laura antes de marcharse.

 Paula jamás  se  preocupó  por  ocultar  sus  sentimientos  y  siempre  demostró  estar totalmente enamorada de David. Pero todo eso habi quedado muy atrás. En esos momentos sus únicas amigas eran Andrea y Laura. Las conoció cuando empezó a trabajar para Ackroyd, Hammond y Hammond. Ackroyd hacía mucho que había muerto. el viejo señor Hammond pronto se retiraría y su hijo era Gabriel. El  viejo  Hammond  era  el  jefe  de  Paula, un  hombre  gordo  que  estaba  muy  satisfecho  de  la  boda  de  su  hijo  con  Andrea.

Si  Ricardo Phillips  también  se  hubiera  sentido  satisfecho  por  la  boda  de  su  hijo  con  su  secretaria,  no  habría  ocurrido  ninguna  desgracia.  David y  ella  llevarían  cinco  años  casados  y  hasta  tendrían  hijos.  Ésa era  la  preocupación  de  Ricardo  Phillips,  no  tanto  el  que  ella  fuese su nuera. Sin el hecho de que sus nietos llevasen sangre de los Chaves.

Apoyó  la  cabeza  en  el  espejo,  dejando  que  la  frialdad  del  mismo  la  invadiera.  Quería  alejar  a  David de  sus  pensamientos,  pero  no  podía.  mucho  menos en un día como ese. Recordó, muy a su pesar, aquellos días felices en que David era su jefe. Ella era muy joven y a las pocas semanas de salir, él la pidió en matrimonio. Toda la familia de David se quedó horrorizada por su elección; la madre, el padre  e  incluso  su  hermana  Margarita.  Ricardo Phillips fue casi perverso, jugó su haza oculta una semana antes de la boda. Paula fue  testigo  del  cambio  repentino  de  David.  El  amor desapareció  dando  paso  al  desprecio.  En  ese  momento,  ella  comenzó  a  odiar  a  Ricardo Phillips  y  a  Horacio Alfonso, el  hombre  que  por  venganza  le  había  arruinado  su  vida;  el causante  del  prematuro  fallecimiento  de  su  padre  y  los  posteriores  años  de  infelicidad de su madre, que murió amargada, vencida por el sufrimiento. Observó en el espejo su delgado rostro de pómulos salientes, sin darse cuenta de  que  sus  pronunciadas  ojeras  y  su  aspecto  desamparado  le conferían  una  rara belleza.

Era delgada, toda clase de ropa le quedaba bien, sus caderas y su cintura  estrecha  acentuaban  su esbeltez,  tenía  las  piernas  largas  y  el  busto  erguido. De  todas  maneras,  no  iba  a  ser  ella  el blanco  de  las  miradas  ese  día.  Sería  Andrea.  Y  eso  estaba  bien,  pensaba  que  toda  muchacha merecía  ser  el  centro  de  atención el día de su boda. Lori  acabó  de  peinarse  y  se  maquilló. decidida  a  no  dedicar  ni  un  solo  pensamiento más a David. Tenía que reunirse con Andrea dentro de una hora. En la casa de la novia reinaba el desorden. La madre de Andrea estaba preocupada al ver que no llegaban las flores, el señor Dean se había encerrado en el estudio  debido  al  nerviosismo de  su  esposa.  Paula telefoneó  a  la  floristería  para  preguntar  si  habían enviado  las  flores:  la dependienta  le  aseguró  que  el  muchacho que las llevaba no podría tardar en llegar. La joven se lo comunicó a la madre de la novia para tranquilizarla.

-¡Gracias a Dios que has llegado! -exclamó Andrea preocupada empujándola hasta su habitación-. Haz algo con mi pelo.

Paula frunció el ceño.

-¿Qué tiene tu pelo? Yo lo veo muy bien.

-Ahora no. ¡Pero mira!

Andrea tomó el velo y se lo puso sobre la cabeza, inmediatamente el peinado se aplastó.

-¡Mira qué mal me queda!

-No te preocupes, es cuestión de acomodarlo.

Paula le arregló el cabello de forma tal que no se aplastase.

-Sabía que podía confiar en tí -los ojos de Andrea brillaron de felicidad.

Paula sonrió.

-Bueno para eso somos las damas de honor. Y hablando de damas de honor, ¿En dónde está Laura? -preguntó preocupada.

-Todavía en la peluquería.

-¿Qué le están haciendo, un trasplante? -bromeó Paula.

-No. lo que pasa es que tiene mucho pelo y tarda bastante tiempo en secársele, pensaba esperarla, pero como aquí había mucho trabajo por hacer, decidí regresar antes para ayudar a mamá.

-¡La casa está hecha un caos! ¿No es así?

-Sí,  todo  es  un  desastre.  Ahora  me  arrepiento  de  haber  aceptado  que  se  hiciera fiesta, hubiera sido mejor escapar después de la ceremonia.

Paula sonrió.

-Estoy segura de que eso es lo que piensa toda novia antes de la boda. Pero espera a ver las fotos. Será algo que recordarás siempre.

-Mamá no se cansa de decírmelo -sonrió Andrea-. Pero yo, lo único que quiero es que todo esto termine cuanto antes.

-Disfrútalo -la animó Paula-. Es un día muy especial.

-Tienes razón -asintió-. Sin embargo, me preocupa que no hayan llegado las flores.

-Te advierto que va está resuelto ese problema,  sonrió Paula-. Acabo de ver el coche de la floristería estacionado abajo.

Andrea se acercó a la ventana para mirar.

-¡Gracias a Dios! -suspiró con alivio-. Una preocupación menos. ¿Crees que llegará a tiempo la flor para el ojal de Gabriel?

-La encargaste en la misma tienda ¿No es así? -Paula esperó a que su amiga le contestara-. Bueno, voy a bajar a preguntar si ya han ido a casa de Gabriel.

-¡Cómo no se me ocurrió antes! -exclamó Andrea.

-Porque estás demasiado excitada -respondió, sonriendo.

-Sí -Andrea le dirigió una mirada soñadora-. Estoy muy enamorada de él. Hemos esperado mucho, sabes.

-Lo sé -Paula apretó la mano de su amiga-. Y eso es lo que hace que este día sea  especial  para  ustedes.  Por  eso  estás  tan  nerviosa.  una  novia  virgen  le  da  mucha  más importancia a la noche de bodas, que la que no lo es.

-¿Tú eres...? -Andrea se detuvo apenada-. Lo siento, no he debido hacerte esta pregunta.

 -No importa -dijo Paula-. Lo soy y lo seré hasta que encuentre al hombre adecuado.

-Estoy segura de que lo encontrarás -dijo convencida.

Paula rió.

-Voy a hablar con el muchacho de la floristería antes de que se vaya.

Había  una  mujer  de  mediana  edad  ayudando  a  la  señora  Dean  en  la  cocina.  La  madre de la novia ahogaba sus penas en una copa de jerez. Paula obtuvo la información que deseaba y regresó a la habitación de Andrea.

-Creo que tu madre ha decidido emborracharse y olvidarse de todo -le comentó a su amiga riendo.

-¡Lo único que me faltaba! -gruñó-. Y yo que pensaba que ella sería la más tranquila.

-Las  madres  nunca  están  tranquilas  el  día  de  la  boda  de  sus  hijos,  por  el  contrario,  lloran  mucho  -bromeó  Paula-.  ¿No  te  parece  que  ova  es  hora  de  que  te  pongas el vestido? Creo que no cometerás la crueldad de tener a Gabriel esperando en la iglesia.

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