jueves, 8 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 13

-¿Qué estás intentando incitarme a que haga?

Su mirada de desdén le produjo un estremecimiento. Pedro debía pensar que era una desvergonzada. Y lo era con él, admitió.

-Hablaba por hablar.

-Pues no me parece que estés vestida para la seducción.

-¡Muchas gracias! No hace falta que me recuerden que tengo un aspecto horrible.

-No puedo pelear contigo estando en las condiciones en que estás. Sería como dar una patada a un gatito.

-¡Oh, doctor! Es usted todo consideración. Estoy segura de que Freud podría haber hecho un ensayo entero con tus referencias felinas, pero no tienes que preocuparte por mí. Soy muy capaz de cuidar de mí misma.

-Nunca lo he dudado.

Alejandra Chaves entró en ese momento con su bonachona sonrisa y dejó la bandeja del té.

-Es tan agradable para Paula tener algo de compañía. Es una enferma muy impaciente.

Paula se puso furiosa cuando vió que Pedro intercambiaba una sonrisa de acuerdo con su madre.

-Él no ha venido a verme -corrigió a su madre.

-Sólo lo tenías que haber pedido -dijo Pedro con otra sonrisa de simpatía.

Paula apretó los labios y le miró con furia.

-Si hubiera querido compañía tengo un montón de amigos para buscarla.

Se sonrojó al comprender lo grosera que había sido.

-¿Te ha contado Pedro lo de los ladrones? -preguntó Alejandra-. Los pilló con las manos en la masa. Era una banda de fuera del pueblo ¿Te hicieron ellos eso en la cara?

Alejandra  miró con preocupación la tirita en un lado de la cara de Pedro.

-No, eso fue un gato callejero.

Pedro dirigió la vista con malicia hacia Paula y se tocó la piel. Ella tuvo la imagen mental de deslizar la lengua por donde él había deslizado los dedos y tembló con el esfuerzo por borrar aquella imagen.

-Bueno, creo que fuiste muy valiente al enfrentarte a los asesinos.

Asesinos... Paula tragó saliva al comprender por primera vez que podría haber salido herido. El deseo de protegerle la asaltó con una fuerza sorprendente.

-Más bien estúpido -intervino con acidez-. ¿No hubiera sido más sensato llamar a la policía en vez de actuar de valiente vigilante?

-Tu preocupación por mi bienestar es muy conmovedora. Y sería muy poco realista pretender que una policía saturada de trabajo pudiera vigilar una casa vacía las veinticuatro horas del día. Yo no soy un héroe, Paula.

-¡Qué cruel por tu parte defraudar mis ilusiones! -gimió ella con gesto teatral.

-Paula, si no puedes ser civilizada... -empezó su madre con tono severo-. Ah, sé algo que te animará. ¿A que no sabes a quién encontré en el pueblo?

-Mi madre es una cotilla terrible.

-¡Bobadas! Sólo siento interés, eso es todo -dijo Alejandra con tono dolido-. Pero si a tí no te interesa...

Paula se dirigió hacia la puerta consciente de la mirada de Pedro clavada en ella. ¿Es que él tenía que tener siempre un aspecto perfecto?, pensó resentida.

El sonido del teléfono móvil de Pedro le hizo dar un respingo.

-Perdonen -dijo él mientras sacaba el aparato del bolsillo-. Hola. Alfonso al habla.

Paula intentó aparentar que no estaba escuchando, pero abandonó las apariencias cuando Pedro explotó a los pocos segundos.

-¿Que... han hecho qué? ¿Y para qué diablos iban a hacer eso?

Cerró los ojos y lanzó un gemido mientras Paula miraba a su madre, que estaba tan fascinada como ella.

-No te asustes -Pedro tapó el teléfono con la mano y miró a Alejandra y a Paula-. Nicolás y Joaquín se han encerrado en el cuarto de baño y han inundado la casa.

La expresión de auténtico horror en los ojos de Pedro hizo a Paula apretar los labios. Era evidente que no tenía ninguna experiencia con las crisis domésticas. Pero se le escapó una carcajada sorda y él la miró con furia.

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