martes, 20 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 33

Pablo llegó cuando estaban todos alrededor de la enorme mesa de la cocina desayunando. Cuando vio a los huéspedes puso cara de alucinado..

-Siento interrumpir, pero necesito hablar con Paula.

-Siéntate y desayuna con nosotros -le invitó su padre-. Paula apenas ha probado bocado.

Paula había esperado que su falta de apetito pasara inadvertida. Estaba segura de que los gemelos comentarían con inocencia lo que habían visto y tenía los nervios a flor de piel. Sofía  ya la había mirado con gesto especulativo cuando había vuelto a la habitación.

-La verdad es que es bastante urgente y me gustaría ver a Paula a solas.

-He terminado -anunció Paula con rapidez-. Vamos a dar una vuelta por el jardín -dijo apartando la silla.

-¡Estupendo!

Pablo  le dirigió una mirada de agradecimiento.

-Disculpen todos.

No pudo evitar dirigir la mirada hacia Pedro, que estaba sentado entre los gemelos, cada uno con un cojín bajo el trasero. Había perdido su aspecto profesional y llevaba unos vaqueros y una camiseta negra. El negro resaltaba su pelo rubio y piel morena y los vaqueros se amoldaban a sus caderas y muslos de una manera que le secaba la garganta.

Pedro no la estaba mirando, pero como si intuyera que ella tenía la vista clavada en él, ladeó la cabeza hacia ella. Su mirada era tan fría y hostil que Paula se estremeció. ¿Cómo se atrevía a condenarla?, pensó con furia.

Intentó apartar a Pedro de sus pensamientos mientras conducía a Pablo al jardín vallado de hierbas aromáticas que era el orgullo de su madre. Pablo  emanaba tensión por todos los poros de su cuerpo.

-¿Y bien?

-He estado pensando en lo que dijiste... acerca de mi matrimonio. Y tenías razón.

-¿Puedo ayudarte en algo?

-Esperaba que dijeras eso.

Pablo capturó sus manos entre las de él.

-El asunto es, Paula, que este fin de semana es el cumpleaños de la pequeña Emilia. Quería darle una sorpresa. A las dos.

-Parece un buen comienzo -dijo ella sin entender para qué necesitaba su ayuda.

-Mi madre se ha ido a Escocia a quedarse con la tía María. Son sus vacaciones anuales. Ha buscado a alguien para el estanco y yo me quedo en la casa en su ausencia. Es por motivos de seguridad. El seguro insiste.

-¿Quieres que te cuide la casa? ¿Eso es todo?

-Entonces, ¿Lo harás? -esbozó una sonrisa radiante y le dió un abrazo de oso-. ¡Eres un ángel!

-Pablo, ya he tenido un accidente hace poco como para que me rompas ahora las costillas.

-Perdona, ¿Crees que estoy haciendo lo correcto?

-Estoy segura.

Fue recompensada con una sonrisa que le recordó al chico que había sido en otro tiempo.

-En cuanto a lo otro -empezó con torpeza-. Odio que creas que te he estado utilizando... Siempre te he encontrado muy atractiva...

-Olvídalo. Yo ya lo he olvidado.

Lo vió alejarse y deseó que sus problemas tuvieran tan fácil solución.

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