jueves, 8 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 15

-Que estás haciendo tú aquí? -preguntó Paula con hostilidad ante la invasión de su santuario privado.

-Tu madre me ha mandado con tu té. Te lo olvidaste -dijo Pedro con calma dejando la taza en la mesilla antes de mirar a su alrededor con interés.

-No dejes que te entretenga.

-No eres muy ordenada, ¿verdad?

Recogió un delicado sujetador del suelo y lo agitó en su dedo.

-Devuélveme eso -gritó ella intentando alcanzarlo desde la cama.

Pedro dió un paso atrás sujetando la tela de encaje fuera de su alcance.

-Se dice por favor.

-¡Vete al infierno!

-Muy poco educada.

-¿Qué te crees...? -empezó a decir con furia cuando Pedro se sentó al borde de la cama.

¡Qué descaro tenía aquel hombre! Sintió una oleada de alarma cuando el colchón crujió bajo su peso. La cama y su peso se aliaron en su subconsciente para dar nacimiento a una serie de imágenes conectadas que esperó con ansiedad que no se reflejaran en su cara.

-Cuéntame lo de Pablo -dijo Pedro de repente enojado por haber fijado la atención en sus labios.

Pedro no podía explicarse la animosidad que sentía por aquel hombre al que no conocía. Los amantes de aquella mujer no tenían nada que ver con él.

-No hay nada que contar -dijo ella con frialdad-. ¡Eres un lascivo!

-Seguro -exclamó Pedro con gesto irónico-. Deberías haber visto la cara que pusiste ahí abajo. ¿Te dejó él? ¿O no tienes capacidad de durar?

-Para tu información, Pablo y yo sólo éramos...

-Buenos amigos -terminó él con sorna-. Nadie sufre tal conmoción al enterarse de que un amigo ha vuelto al país. Si en aquella época mostrabas las emociones tan desnudas ese Pablo debió ser muy torpe para no notarlo.

-¡Pablo no es torpe! —respondió enfadada ante su aire de superioridad.

-Sólo disponible.

Pedro no sintió ningún consuelo ante el sonrojo de culpabilidad de la cara de Paula. ¿Por qué diablos no podía apartarse de Paula Chaves?, se preguntó con enfado. No tenía derecho a estar pensando en ella.

-Siento que tenga dificultades matrimoniales, pero seguro que las resolverán.

Cuando Pedro deslizó su dedo por el empeine de su pie, Paula retrocedió con un respingo.

-¡Qué generoso por tu parte!

-No sé a donde quieres llegar preguntándome por mis relaciones.

-Pensé que se trataba sólo de una pura y platónica amistad no contaminada por el espectro del sexo.

-¡No seas infantil!

-Entonces en eso se quedó, ¿verdad? -se burló él recogiendo una muñeca de trapo del pie de la cama-. Sólo te devuelvo el cumplido. Tú mostraste mucho interés por mi vida personal y me parece educado demostrar el mismo por la tuya. Tengo que admitir que te había imaginado con sábanas de seda y lencería transparente, no con una colcha hecha a mano y pijama de franela.

Emitió una grave carcajada.

-¡Es de algodón! -protestó ella herida en su orgullo.

Por mucho que le molestara que la considerara una vampiresa hambrienta de sexo, todavía le molestaba más que pensara que era una desaliñada. Tomando el comentario como una invitación, Pedro le desabrochó el cinturón de la bata y procedió a acariciar el camisón por el borde rozándole la clavícula con los nudillos. Paula sintió un pitido en los oídos cuando la miró intensamente a los ojos.

-¿Cómo está Belén? -rompió por instinto el hechizo.

La cruda realidad lo conseguía casi siempre, según la experiencia, así gimió de alivio, ¿o era de pesar?, cuando él se estiró.

-Llega esta noche a ver la casa.

La expresión de Pedro se hizo fría y distante.

-¿Quieres decir que no la ha visto todavía?

-Ella confía en mi juicio -dijo Pedro con el ceño fruncido ante su tono de crítica.

Lo cierto era que no tenía idea de cómo reaccionaría Belén ante el viejo Rectorado. No se parecía en nada al tipo de casa que habían acordado, pero por una vez en su vida, Pedro había actuado por instinto.

-Pues me parece que es muy ingenua.

-Ella quiere las mismas cosas que yo -dijo Pedro disgustado por su tono defensivo.

-¡Qué dulce por su parte! -se burló ella.

-¿Despecho, Paula?

-Vete. Estoy enferma -murmuró ella volviendo la cabeza para recostarse en la almohada.

Se sentía avergonzada de su comentario ácido, pero no pensaba demostrarlo.  De repente, la almohada salió de debajo de su cabeza. Se incorporó indignada para ver a Adam con ella en la mano.

-No te preocupes, no le diré que su futuro marido es un lascivo.

-Tu preocupación es innecesaria. Belén no se enfada por detalles insignificantes. Después de todo, ¿qué significan unos cuantos besos comparado con lo que tenemos Belén y yo? -dijo con desdén.

-¿Insignif..?

Inspiró y abrió mucho los ojos antes de alcanzar otra almohada y darle contra la cintura con todas sus fuerzas. Pedro lanzó un gemido de sorpresa.

-¡Ya! -gritó cuando le quitó la almohada que tenía en la mano.

-¡Eres un bruto! —gritó indignada levantándose de la cama.

Esa vez le apuntó a la cabeza, pero él se ladeó con tino y la sujetó antes de echársela encima de los hombros. Soltando la almohada, Paula empezó a darle puñetazos en la espalda mientras agitaba los pies para golpearle en el vientre.

-¡Suéltame! -gritó con furia.

Pedro tenía la respiración acelerada; maldijo y se apartó los pliegues de la bata que le estaban tapando los ojos. Los puñetazos que le estaba dando Paula no tenían nada de inofensivos, así que la tiró sin ceremonias a la cama y se arrodilló a ambos lados de ella acorralándola con las dos manos a los lados de la cabeza.

La rabia se fue desvaneciendo lentamente de la cara de Paula al mirarle. Bajo el enfado había una fiera expresión desnuda. Un lento y seductor letargo le recorrió las venas de forma insidiosa. Con nerviosismo y la respiración jadeante se humedeció los labios resecos. Pedro siguió el movimiento de su lengua con la vista y ella pudo notar cómo se le iluminaban los ojos.

-¿Cómo hemos llegado aquí? -preguntó con voz ronca.

Él no se había movido desde que sus miradas se habían encontrado, pero su mirada se había deslizado a lo largo de su forma tendida.

-Me llamaste... insignificante.

-Bueno, pues eso fue una mentira, ¿No crees? Insignificante es lo último que pensaría nadie de tí –deslizó una mano con delicadeza por una de sus mejillas-.Si las circunstancias fueran diferentes...

Su voz profunda estaba cargada de frustración cuando apartó los dedos de su piel.

-¿Diferentes? -repitió ella extrañada por aquella conversación.

-¡Pero no lo son! -bramó él con las facciones tensas-. Yo tengo responsabilidades, compromisos. No puedo permitirme... -Paula estaba literalmente temblando bajo su cuerpo-. Es un error que te culpe a tí. Tú no puedes remediar ser cómo eres, ser lo que eres... Vas por la vida reaccionando a los estímulos sin tener en cuenta las consecuencias.

Sus palabras la asombraron.

-¿Y qué es lo que soy?

-Eres inconvencional, espontánea, imprevisible y... pecaminosamente sensual.

-¿Y eso es malo? -Paula deslizó los dedos hacia su pelo y los enroscó en su nuca.-Llevo deseando hacer esto desde siempre -admitió con peligrosa sinceridad.

Si aquello era reaccionar a los estímulos, desde luego era muy recomendable.

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