-¿No te sentirías tú un poco preocupada por la perspectiva?
-Nunca he pensado mucho en eso.
-Supongo que nunca habrás pensado mucho en nada -curvó las comisuras de los labios con gesto de desaprobación-. Mira el caos de esta tarde.
-Tienes que saber que en ese caos hubo mucha planificación -contestó enfadada-y me alegro mucho de cómo salieron las cosas. Excepto por esto. Deslizó la mirada hacia la venda.
-¿Quieres decir que eso no fue también deliberado?
-Debes pensar que soy una absoluta estúpida -alzó la voz con indignación-. ¡Como si a mí me gustara ese tipo de truco! Cuando estás luchando contra el sistema tienes que pensar cosas que llamen la atención de la gente. Me gustaría que fuera más fácil despertar la conciencia pública.
-Ahórrame los sermones -se inclinó hacia adelante y le puso el dedo en los labios entreabiertos-. ¿Qué ha pasado con tu sentido del humor? Sólo estaba bromeando.
Intensamente consciente de la impresión que su dedo había dejado en su boca, Paula lo miró con sospecha.
-Mi sentido del humor está bien, gracias. Lo que me deja sin habla es el hecho de que tú lo tengas.
-Nunca había conocido a nadie con tanta energía, mental y física —su admiración la desequilibró-. Eres una defensora de causas perdidas.
-Me gusta ganar de vez en cuando.
-¿Aquel era tu Pablo? -Pedro cambió bruscamente de tema-. Es un perdedor.
-Pablo no es ningún perdedor -lo defendió ella con ojos fulminantes-. Tú no lo conoces y tampoco es mío.
-Me dejó venir contigo al hospital, ¿Verdad? -preguntó con expresión de desdén-. Conozco a los de su tipo. Se basan en su aspecto juvenil y en esa mirada de impotencia para despertar el instinto maternal de las mujeres.
-Yo no siento nada maternal en lo que a Pablo respecta.
El ardor de la mirada furiosa de Pedro era satisfactorio.
-O sea que te aferras a la historia de los buenos amigos.
-Conozco a Pablo de toda la vida y valoro su amistad. Es amable, estable y no suele hacer juicios precipitados. Sólo porque no sea un cerdo arrogante con un ego súper inflado...
El resto de su frase quedó perdida en el calor de la boca de Pedro, que se inclinó y la besó en mitad de los labios.
-Él nunca hubiera soñado en hacer nada tan despreciable -dijo Pedro con voz ronca al levantar la cara de la de ella. Se le ocurrió que no mucho tiempo atrás, él mismo podría haber reclamado esa actitud. -Mantenerte a raya se me está escapando de las manos -admitió con amargura.
Los párpados de Paula cayeron con pesadez al intentar mirarlo.
-No, no creo que Pablo lo hiciera -dijo con la voz quebrada y el labio tembloroso-. Mi hermana está enamorada de tí. «Tendré que hacer algo con respecto a este problema de comunicación entre mi boca y mi cerebro», pensó pesarosa.
-¿Cuál de ellas?
Pedro le acarició la mejilla con el pulgar.
-No te hagas el listo.
Siguió luchando con todas sus fuerzas contra el poder hipnótico de su mirada. No iba a dejar que se riera de aquello. Pero Pedro emitió una carcajada con toda su alma.
-No es ninguna broma. Me sorprende que no la entrevistaras para el puesto de esposa y madre; es mucho mejor pieza que Belén.
-Me halaga que pienses que podría estar interesada, pero Delfina y yo tenemos una relación estrictamente profesional. Y si hubiera habido algo, yo lo hubiera notado.
-¿Y cómo puedes estar tan seguro?
-¿Ha dicho Delfi que estaba enamorada de mí?
-No, pero...
-¿Qué fue lo que dijo?
-Dijo que te echaba de menos y que estaba teniendo problemas para adaptarse a su nuevo jefe.
-¿Y cómo se puede traducir eso en una confesión de amor?
-Pepi es muy templada y no suele mostrar sus emociones.
-Al contrario que tú -murmuró con sequedad-. Escucha, Delfi es estupenda en su trabajo. Se tarda tiempo en adaptarse a los cambios y quizá ella se resista al principio. Es posible que me haya tomado como un jefe modélico -encogió los hombros con desdén-. Tendré que hablar con Santiago...
Paula sintió una oleada de alivio.
-No, no interfieras. Pepi es muy independiente. ¿Crees de verdad que ese es el problema?
Había sido bastante horrible sentir celos de su hermana y disgustarse consigo misma por hacerlo. Le daba vergüenza admitir que los celos habían sido la emoción más fuerte entre las dos.
-Yo también sentí una fuerte influencia de alguien en mis primeros tiempos. Si no hubiera sido por su ánimo, hubiera abandonado la medicina muy pronto. Alberto Montford fue un maestro y un buen amigo.
-¿Lo fue? -susurró ella con suavidad.
Había una tristeza en la expresión de Pedro que la conmovió profundamente. Deseaba creer en su explicación. No quería pensar que su hermana estuviera sufriendo tanto como ella.
-Alberto murió hace tres años. Belén es su hijastra.
Una sensación de impotencia asaltó a Paula. La hijastra de un hombre al que Pedro admiraba. Nunca la dejaría por una pasión que sólo contemplaba como locura transitoria.
-¿La conoces desde hace mucho entonces?
-Lo cierto es que no la conocí hasta el funeral. Estaba desolada.
-Y tú la consolaste -Paula se sintió enferma al pensar en la forma de consuelo que habría surgido-. Es raro que no la hubieras conocido antes, si era una hija tan devota.
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