martes, 6 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 9

Silbó con suavidad y esbozó una leve sonrisa.

-Bueno, pues ahora no tendrás mucho espacio, ¿Verdad? ¿Cuánto llevan saliendo, un año o dos?

-Lo cierto es que tres. He sido amigo de su familia durante años.

Paula lanzó un sonido de desdén.

-¡Qué apasionado! Desde luego la has enloquecido.

-¿Quieres decir que he presionado a Belén?

¡Dios bendito! Aquel hombre tenía un inesperado toque de ingenuidad. ¿No comprendía que aquella mujer podía haber visto la oportunidad de atar los lazos que los unían ante la inesperada situación? «Pero quizá esté siendo poco generosa», pensó con culpabilidad. «Desde luego no estoy celosa. Este hombre es un monstruo y cualquier mujer que se case con  él merece simpatía y puede que hasta terapia también».

-Estoy segura de que es maravillosa. Puede que hasta haya sugerido la solución ella misma  Pedro  observó la sonrisa inocente de Paula con gran sospecha-. Personalmente no me sentiría halagada de que alguien me pidiera que me casara con él sólo para ser la madre de cuatro niños.

-Dudo seriamente que te encuentres nunca en esa situación.

-¿Y sabe ella que sientes inclinación a ir tentando a mujeres extraviadas? - preguntó Paula cada vez más incinerada por su desdeñosa observación.

-Me recuerdas más a un gato extraviado. Hay algo muy... muy felino en ti -dijo despacio deslizando la mirada por su esbelta figura como si hubiera perdido el hilo de sus pensamientos-. Admito que me dejé llevar por un momento, pero tampoco tengo mucha experiencia en estar prometido.

-¿No son tres años suficiente?

Paula no pudo contener la mórbida curiosidad que le provocaba su vida personal. Y eso que nada de lo que había oído le había dado ningún placer.

-He dicho, Paula, que Belén y yo llevamos saliendo tres años, no que esa relación nos diera derechos de exclusividad.

-¡Eres de los que se van acostando por ahí! -le acusó con irracional irritación.

-No soy promiscuo, si eso es lo que quieres decir.

-¿Y no te importaba que ella se acostara con otros hombres? -preguntó Paula con incredulidad.

-Belén tiene demasiado tacto como para sacar el asunto y yo no le he preguntado nunca.

Paula lanzó un sonido estrangulado de disgusto.

-¡Muy civilizados!

-Hubiera creído que un espíritu libre como el tuyo encontraría bien un acuerdo como ése.

-¡Pues te has equivocado! Si descubriera que el hombre al que amaba me hubiera sido infiel, no eludiría el asunto con tacto. Yo... yo le...

Pedro la miró con expresión de fascinación cuando se levantó. Tenía los puños apretados a ambos lados del cuerpo y su vivida cara era la máscara de la pasión. Su pecho agitado con dramatismo era difícil de ignorar.

-Habiendo visto un ejemplo de tus tácticas de defensa me puedo imaginar muy bien lo que harías. Nunca hubiera pensado que fueras posesiva.

-Si yo estuviera preparada para entregarme a mí misma de forma incondicional, esperaría que la otra persona hiciera lo mismo a cambio. Odio los engaños.

-¿Incondicional?

El tono ronco de su voz y el brillo de interés de sus ojos hicieron que Paula volviera a sentarse en la caja. Deseó con fervor haber escogido a otra persona para haber hecho aquella confesión.

-Digamos simplemente que tú y yo tenemos una actitud diferente ante el amor y el matrimonio -dijo Paula con tono desenfadado para aliviar la tensión entre ellos.

No quería tratar asuntos importantes para ella con aquel hombre que sin duda encontraría poco práctico su sueño de un matrimonio de alma y corazón. Su descarada razón práctica para casarse le parecía repelente.

-¿Crees que el tipo de pasión con la que pareces fantasear tú puede soportar la prueba del tiempo? -sacudió la cabeza y sonrió con cinismo-. La pasión, aunque puede ser satisfactoria a corto plazo, no es la base de un buen matrimonio. El respeto y el interés mutuo son cimientos mucho más sólidos.

-Me da pena esa Belén si lo único que quiere de tí es respeto.

-Tiene más sentido común que basar un compromiso de por vida en una atracción física -respondió él dolido por su acusación-. Quiero decir, míranos a nosotros dos... los dos quisimos desnudarnos el uno al otro desde el instante en que nos vimos, pero preferiría pasar el resto de mi vida con un tornado. Tú eres tan pacífica como un huracán furioso.

-¡Al menos no soy aburrida!

Su comentario casual acerca de su atracción física le hizo sonrojarse, pero era lo bastante sincera como para contener más comentarios desdeñosos porque aunque exagerado, su juicio era cierto.

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