sábado, 17 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 29

-¿No te lo contó ella? Tu madre estaba segura de que lo haría.

-¿Mi madre?

Parecía cansado, notó Paula. Tenía la cara pálida y una leve sombra de barba en la mandíbula. Contra la puerta, resaltaba como una poderosa figura. El formal traje oscuro que llevaba estaba un poco arrugado y la corbata floja.

-Será mejor que me cuentes qué es lo que ha pasado aquí

-No hace falta que te alarmes.

-¿Eso crees?

-No sé por donde empezar.

-Lo más lógico es que empieces por el principio. No te quedes ahí a gatas como una idiota, mujer.

-¡No lo soy! -negó con indignación sin dejar de mirarlo fijamente.

-¿El qué, idiota o mujer?

-Belén no vino.

Una expresión de furia le surcó la cara a Pedro.

-¿Por qué diablos nada sale según los planes?

-Verás, Marcos le dijo que los gemelos estaban enfermos.

-¿Qué les ha pasado? -interrumpió con ansiedad-. ¿Por qué no me ha llamado nadie?

-Están bien -le tranquilizó ella-. Tienen sarampión, pero hoy están mucho mejor. Marcos pensó que Belén te lo contaría y ella debió pensar que lo haría él. Cruce de cables.

-¿Quieres decir que están aquí, no con mi madre?

-Sí. Marcos ya había salido para aquí y no sabía qué hacer.

Pedro la estaba mirando con una expresión extraña y una curva sardónica en los labios.

-Pero tú sí, ¿verdad?

-Tu madre estaba muy preocupada y no podía venir hasta aquí para ayudarlos.

-¿Por qué no?

-¡De verdad! -estaba asombrada ante aquella indiferencia filial-. No puede conducir porque tiene la cadera mal y se tarda horas en el tren. Encima hay que hacer dos cambios, así que le dije que no se preocupara.

-¿Quieres decir que mi pobre madre te contó todo eso por teléfono?

-Marcos le dió mi número. No se le ocurrió nadie más. Me los llevé a la granja. Nos sobra mucho sitio y esto no está en condiciones. ¿En qué estabas pensando, Pedro? Ni siquiera funcionan las cañerías.

-Los constructores me prometieron que estaría acabada -dijo con una indiferencia que la irritó-. Supongo que tendrás una buena razón para estar gateando por el suelo, ¿no?

-Nicolás se olvidó su osito de trapo y no quiero pasar la noche despierta porque no deje de llorar. Joaquín también un perdió el zapato, aunque eso es menos importante. Los encontraré, aunque me vaya la vida en ello.

-Un poco exagerada, ¿no? ¿Te pasaste toda la noche despierta con ellos?

-Toda no. Y no soy tan estúpida -dijo dolida por su reacción al enterarse de que ella había estado al cargo de los niños-. Ya sé que piensas que soy una inútil, pero...

-No pienso tal cosa -la contradijo con inusual gentileza -. Pareces agotada.

-Bueno, pues tú también -no hay justicia, pensó Paula. Ella estaba desastrosa y él sexy a muerte-. Y no te quedes ahí mirándome. Ayúdame a encontrar a Teddy.

-¿Quién es Teddy?

-El osito de Nicolás.

Le miró con una expresión de desprecio hacia un tutor que no sabía un dato tan importante.

-¿Te pones siempre tan irritable cuando no duermes?

-Depende de la razón por la que no haya dormido -contestó ella con una sonrisa maliciosa.

-¿Has perdido alguna vez el sueño por mí, Paula?

La voz ronca estaba demasiado cerca de su oído y ella se quedó muy rígida.

-Ni lo sueñes, Pedro. ¿Qué es esto? ¿Vamos a hacerlo con Paula porque la preciosa Belén no está disponible?

-No estoy seguro de que mis sueños sean un territorio seguro para explorar - murmuró con extrema sensualidad-. Pero estoy dispuesto si lo estás tú.

-¡Estás prometido! -gritó ella volviendo la cara para mirarlo con rabia-. ¿O se te ha olvidado?

-¿Cómo podría olvidárseme cuando tú no dejas de recordarlo cada cinco minutos? -cerró los ojos y se pasó la mano por la frente-. Tengo que resolver todo esto lo antes posible. ¿Estás segura de que el doctor de aquí no está compinchado con Sofía y Marcos por no mencionar a mi madre?

Paula le miró preguntándose si se habría vuelto loco.

-¿Te has vuelto paranoico? ¿Para qué iba a querer tu madre que los gemelos tuvieran sarampión?

-Mi madre parece convencida de que no puedo dirigir mi vida sin su sabio consejo. ¿Cuando aprenderá todo el mundo que no me gusta que me dirijan?

-Entiendo que estés decepcionado porque tus planes se hayan arruinado, pero no hace falta que lo descargues conmigo o con los gemelos. No lo han hecho a propósito, los pobres corderitos.

-Decepcionado no empieza ni a describirlo. Tú podrías ponerlo mucho más fácil si...

Paula se estremeció ante el sutil tono sensual.

-¿Me acostara contigo?

-No es eso lo que yo quería decir.

-¡Oh!

-No te piques. No quiere decir que no te desee y con desesperación, pero eso no alteraría la situación. Las cosas son mucho más complejas que eso.

-No estoy picada, estoy aliviada.

Paula estaba profundamente distraída. La ronca entonación con que había pronunciado la palabra desesperación flotaba en sus oídos como música celestial.

-Mentirosa.

-Piensa lo que te parezca, Pedro. Eres irresistible, si quieres. Pero mientras tanto, haz algo útil y busca el osito.

Para gran sorpresa suya, Pedro la obedeció y cada uno encontró una de las cosas.

-Puedes seguirme a la granja.

-Tendría que ser mucho más atlético, porque he mandado al taxi irse.

-Entonces será mejor que vengas conmigo.

-¿Conduces siempre así?

-Da la casualidad que soy una conductora excelente.

No estaba dispuesta a admitir que su presencia física le estaba agitando más de lo normal.

-No estoy en posición de contradecirte en este momento.

Pedro cerró los ojos y ella tomó otra curva cerrada.

-¡Debería haber sabido que eras uno de esos machistas que no soportan que los lleve una mujer!

No hay comentarios:

Publicar un comentario