jueves, 15 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 26

Miró con inocencia a Belén y Paula casi empezó a sentir lástima de la mujer.

-He estado intentando implantar algunos conceptos básicos en lo referente a la nutrición, pero una extraña no tiene por qué saberlo...

El comentario fue acompañado de una cínica sonrisa de comprensión que borró la lástima del corazón de Paula.

-Las frutas prohibidas ejercen siempre una fascinación fatal en los niños - comentó Paula con la misma dulzura.

-Algunos adultos tienen el mismo problema.

No había nada ambiguo en el mensaje de que se mantuviera alejada de su fruta. Paula apretó los dedos y entonces se dió cuenta de que seguía sujetando la mano de Marcos. La soltó avergonzada.

-¿Cómo sabías que era golosa, Belén? -preguntó Marcos con una sonrisa.

¡Bien por el muchacho!

-¿Cómo os fue en la escuela? -preguntó Paula para volver a temas más civilizados.

-Las escuelas locales no valen mucho. Tendremos que ampliar nuestros horizontes -habló Belén  con desdén.

-Yo he ido a la escuela local.

Paula ya estaba harta del desdén de la otra mujer.

-Y has acabado en algún tipo de medicina alternativa, según creo -su expresión dejaba muy claro lo bajo que estaba para ella en la escala de la evolución local-. No creo... y aquí estoy hablando por Pedro...

-Yo también lo haría. No parece muy articulado hoy.- murmuró Paula.

-No querríamos algo así para los niños -continuó Belén-. El otro día me estaba diciendo lo absurdo que le parece todo ese asunto alternativo, por no decir peligroso.

-Yo prefiero el término complementario -defendió Paula con tensión dirigiendo una mirada asesina a Pedro-. Y creo que no es obligatorio que pienses por tí mismo en la escuela local, pero te animan a hacerlo.

Su enfado había llegado ya al límite y le estaba costando mantener la lengua atada. Menos mal que Pedro decidió que era hora de irse o habría descubierto lo contenida que había estado hasta ese momento. Las manos gordezuelas se engancharon a ella para despedirse. Los gemelos siguieron obedientes a Pedro que, aparte de un cortés gesto con la cabeza, apenas había reconocido su presencia. Paula se metió al cuarto de baño para recuperar la compostura mientras esperaba a Pablo.

-¡Vaya lo que has tardado! -gruñó Pedro. Toda su contención se derramó en un segundo.

-Tardo lo que me apetece. Aunque si hubiera sabido que estabas esperándome, naturalmente habría salido corriendo.

-No te hagas la inocente, Paula. ¿Qué es exactamente lo que pretendes?

-Dame alguna pista, porque no tengo la menor idea de lo que estás hablando.

-Estoy hablando de hacer la pelota a mi sobrino, a mi familia -bramó con expresión de odio-. Intentando excluir a Belén.

-¿Hacer la pelota? -la rabia asomó a sus ojos brillantes mientras se ponía rígida-. Yo sólo estaba siendo amistosa. No tengo ningún plan siniestro tras mis actos.  Si a ellos no les cae bien Belén, no es mi culpa.

Pedro esbozó un gesto de escepticismo.

-¿Y supongo que tampoco le estabas dando la mano? La gente dice que se parece a mí.

-¿Quieres decir que ya que no te tengo a tí,  me conformo con una versión más joven? Desde luego tienes una opinión muy inflada de tus encantos, Pedro Alfonso. Marcos parece un chico sensible y cálido, un hecho que me impacta más que un superficial parecido físico. ¡Y para tu información, yo no seduzco a los chicos jóvenes! No será que estabas celoso, ¿Verdad?

-Marcos es un hombre joven, no un chico. Un joven impresionable.

-¿Y que se supone que debo hacer? ¿Cruzar de acera cuando lo vea para ahorrarle mi encanto fatal? Sólo porque tú te pusieras en ridículo a su edad no quiere decir que él sea tan inmaduro...

Se detuvo con expresión horrorizada.

-Lo único que tenías que hacer era preguntar. No había necesidad de sonsacar a Marcos.

-¡Yo no he estado sonsacando a Marcos! Me cae bien. Además, sólo era una deducción lógica. Un hombre de tu edad que no esté casado o comprometido o es homosexual, lo que tú no eres...

-Me alegro de oír eso -dijo él con sequedad.

-O ha sufrido una desilusión que le ha hecho tener miedo del compromiso. O bien eres un ser vacío y egoísta. Yo pensaría que lo último, pero por tu reacción, estás herido emocionalmente -puso una dramática falsa voz de simpatía-. ¡Pobre viejo Pedro! Es un alma sensible realmente. ¿No fue el padre de Belén el que impidió que te retiraras en el momento crucial? Porque si no lo hubiera hecho, tú serías el raro ahora, no yo. ¡Hubiera sido una lástima que el sistema hubiera perdido a una de sus cabezas!
«¡Dios, qué malévola estoy siendo!», pensó horrorizada. Ante cualquier otra persona hubiera retirado sus palabras, pero no ante Pedro.

-Me sorprende que hayas sobrevivido tanto tiempo sin que te hayan estrangulado -Paula encontró su rabia mucho más inquietante por no alzar la voz-. Deja de producir ondas, Pau. Deja a mi familia fuera de esto.

-Como ya te he dicho, no es culpa mía que a ellos no les caiga bien Belén - contestó obstinada con una sonrisa provocadora.

Cuanto antes se enterara Pedro de que no pensaba permitir que la dejara moralmente a la altura del betún, mejor.

-Esto no es un concurso de popularidad -la defendió él-. Los niños a menudo se resienten de la disciplina.

-No cuando las restricciones y prohibiciones son originadas por el amor.

Se negaba a que le silenciara la frustración que leía en sus ojos. Su percepción de la situación estaba equivocada, ¿es que no lo veía? Belén no disfrutaba de la compañía de los niños.

-¿Por qué no puedes admitir que estás equivocado, Pedro?

Pedro colocó las manos en la fina columna de su cuello apenas rozándole la piel. Fue suficiente para enviar una corriente de advertencia a todas sus terminaciones nerviosas.

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