Me alegro de que lo encuentres tan divertido -dijo con sarcasmo-. Dos niños medios histéricos encerrados en un baño no son mi idea de una broma divertida -alzó la mano para responder a la persona del otro lado de la línea-. Sí, Sofía, ya me has dicho que están llorando.
-Tienes que sacarlos de ahí -comentó Paula.
-Gracias por esa perla de sabiduría.
Paula esperaba que su madre notara lo desagradable que era Pedro Alfonso. Dirigió una mirada a Alejandra, pero su madre parecía fascinada con la portada de una revista del corazón.
-¿No pueden llegar al pestillo? De acuerdo, Sofi, no hace falta que grites - parpadeó y alejó el receptor un poco-. Parece que al taburete se le ha roto una pata - volvió a hablar por teléfono-. Dile a la abuela que le pagaré la limpieza de la alfombra persa o le compraré una nueva -dijo con tono cada vez más impaciente antes de volverse hacia Paula-. No pueden cerrar los grifos y la escayola se está cayendo ya del techo.
La mirada de vulnerabilidad que le dirigió le conmovió más que el Pedro dominante y capaz al que estaba acostumbrada.
-Diles que quiten el tapón -sugirió ella con pragmatismo.
El sentido común a veces les fallaba a los intelectuales y aquello era un ejemplo perfecto. Pedro se dió una palmada en la frente.
-¿Cómo no se me había ocurrido eso? Ya lo han hecho. Ahora sólo tenemos que sacarlos. Hola, Marcos, ¿Qué tipo de cierre tiene? Entonces podrías destornillar la cernidura desde fuera. Buen hombre -lanzó un suspiro de alivio mientras escuchaba-. Diles que se calmen. ¿Cómo?
-Hazles que se impliquen -sugirió Paula.
Pedro entrecerró los ojos al mirarla y asintió.
-Toma, díselo tú.
De dos pasos se acercó a ella y le pasó el teléfono. Paula le miró con enfado. ¡Qué típico de los hombres eludir las crisis!
-Hola, soy Paula.
El enfado se le pasó en cuanto escuchó la voz de pánico de la niña al otro lado de la línea. Paula le habló con suavidad a Sofía, que empezó a calmarse poco a poco.
-Explícales que pronto estarán fuera y cuéntales lo que está haciendo Marcos. ¿Les gustaría ayudarle? Bien. Entonces hazles creer que eso es lo que están haciendo. Improvisa un poco. Diles que usen los cepillos de dientes como destornilladores para ayudar a Marcos. Sigue hablando con ellos. Bien. Te paso con tu tío. Estirando el codo, le dio con el instrumento en la boca del estómago.
Pedro parpadeó y esbozó una sonrisa ante la mirada de censura de Paula.
-Hola, Sofi-asintió varias veces y miró hacia Paula-. Gracias, Paula.
El placer que sintió ella fue desproporcionado. Intentando disimular las mejillas sonrojadas, esperó a que Pedro se moviera. Pero no lo hizo. La tenía prácticamente acorralada en una esquina y su cercanía la inquietaba.
Paula perdió el hilo de la conversación. No pudo concentrarse en nada hasta que Pedro colgó, se estiró y bajó la vista hacia su cara sofocada y agitada.
-La heroína del momento.
Paula lo miró esperando ver alguna mueca de burla, pero no encontró ninguna.
-Tengo una mente práctica, eso es todo.
-Y un corazón generoso -murmuró él como si acabara de descubrirlo-. Sofi te da las gracias.
-Vas a hacer que me sonroje -replicó ella con inseguridad.
-Ya lo estás.
-Pensé que podría enfrentarme a crisis de cualquier tipo -dijo Pedro con una mueca de disgusto hacia sí mismo-, pero las de paternidad...
-Has mostrado gran potencial -dijo Paula con tanta intensidad que se ganó una mirada interrogante.
Su lenta y fija mirada era difícil de soportar. Cuando su madre habló, ella se dió cuenta de que se había olvidado de que no estaban solos, cosa que agradeció porque estaba más temblorosa que un terremoto.
-Pau es una de esas raras personas que no se ha olvidado de lo que se siente de niño. Ese tipo de empatía es rara.
-Paula es rara.
Por la forma en que la miraba, era como si Pedro también se hubiera olvidado de que no estaban solos, pensó Paula con un nudo de emoción en la garganta. Entonces sintió una repentina oleada de debilidad que no tenía nada que ver con la gripe.
-Me alegro de que todo saliera bien -dijo inspirando con fuerza-. Sigue madre. Te estabas muriendo por extender una noticia.
Mirar a su madre evitó que fijara la vista en la forma ni que a Pedro se le rizaba suavemente el pelo rubio en la base del cuello. Mala medicina, eso era Pedro Alfonso.
-¡Pablo Morgan ha vuelto!
Paula supo que había puesto cara de caricatura durante casi veinte segundos hasta que se recuperó de la noticia. Miró a Pedro con gesto defensivo, pero él le dirigió una sonrisa radiante.
-Me alegro.
-Sabía que te alegrarías -continuó Alejandra contenta-. Paula y Pablo estaban muy unidos en el colegio -le explicó a Pedro-. Yo siempre animé a las niñas a tener diferentes amigos e intereses. Mucha gente trata a los gemelos y trillizos como si fueran una sola entidad. Simón se fue a Canadá hace ya cuatro años. ¡Cómo pasa el tiempo!
-¿Ha vuelto toda la familia? -preguntó Paula. Toda la familia... eso significaba Pablo, Romina y el bebé, que ya no sería un bebé.
-Se han separado.
Paula tragó saliva. Podía aceptar que Pablo estuviera casado y no disponible, pero saber que la situación era diferente y que estaba en el mismo pueblo requería algún tiempo para la reflexión. ¿Qué sentía ella al respecto?
-Estoy un poco cansada. Creo que me iré a la cama -murmuró sin considerar lo que podrían pensar de su rápida retirada.
Subió las escaleras sin aliento de dos en dos, se arrojó en la cama e inhaló con fuerza mirando al techo. Después de todos aquellos años, Pablo había vuelto y sin Romina.
Pablo había sido su mejor amigo desde los ocho años y Paula había creído que lo conocía mejor que nadie, pero no había podido estar más equivocada. Todavía podía ver su cara sonriente cuando le había confesado la pasión que había sentido por ella durante años. Y para que la injuria fuera más insultante, le había hecho la confesión el mismo día de su boda.
-Sólo que no quise arruinar una preciosa amistad, Pau. Tú no parecías estar nada interesada en mí. Ahora me parece ridículo. Siempre supe que no tenías mucho tiempo para los amigos con tu dedicación a la danza.
La ironía de la situación había impedido que Paula replicara para no ponerse totalmente en ridículo. ¡Ella había estado loca por él desde hacía años! En ese mismo instante se había jurado no volver a esconder nunca más sus sentimientos para no perder de nuevo la oportunidad de la felicidad. La vida estaba cargada de deseos no contados. Pero a veces se había preguntado... Ahora él había vuelto... ¡Y solo!
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