-Hoy no. Tiene muchas cosas que hacer -dijo agarrando el plato limpio que le pasaba su madre. En vez de guardarlo en el armario, se lo quedó mirando largo rato.
-Marcos ha ido al pueblo a buscar los periódicos del domingo. Es un chico encantador -añadió con la mirada clavada en su hija.
-¿Qué? Ah, sí.
-Igual que su tío.
La atención de Paula se agudizó ante la cara demasiado inocente de su madre.
-Sólo de apariencia. Como tú has dicho, Marcos es adorable.
-Espero que no dispares sus hormonas diciéndoselo -le recomendó su madre con sequedad.
-¡Mira quién va a hablar! -explotó beligerante-. No se puede decir que tú seas el ejemplo del control precisamente.
-Creo que subiré a ayudar a Sofía a hacer las maletas-dijo Alejandra como si no hubiera pasado nada-. Perdona, Pedro, querido -murmuró al pasar a su lado.
-¿Se ha ido el chico amante?
-Si te refieres a Pablo, sí.
Por alguna inexplicable razón, Pedro estaba furioso, notó al ver cómo le palpitaba la mandíbula.
-No es adecuado para tí.
-¿Y qué te hace pensar en que tu juicio sea ley? Suponiendo que fuera asunto tuyo, para empezar.
-Estoy haciendo que sea asunto mío.
Paula estaba enfadada y confundida, pero aún así, podía reconocer los celos en cuanto los veía.
-¿Qué es lo que pasa, Pedro? ¿Tú me deseas, pero no quieres que nadie más lo haga?
-Sí, te deseo -dijo con rabia y frustración.
-Como una fuente de alivio -le acusó ella con amargura-, antes de dedicarte a algo serio, como casarte con Belén.
-Belén es irrelevante en esta conversación.
-Yo no diría tanto.
Pedro se acercó y posó las manos en sus hombros. Paula las sintió tan opresivas como el amor que escondía en su corazón.
-¿Qué es exactamente lo que te está ofreciendo Pablo? Es un hombre casado.
-De momento.
-¿Y qué diría si se enterara de que te has despertado en mi cama, en mis brazos?
Deslizó las manos para abarcar su cara.
-Supongo que se reiría. Después de todo, sólo fue una broma, ¿Verdad?
Con la expresión dura y distante, Pedro se quedó pálido. Toda su emoción parecía concentrada en los ojos. Quizá hubiera ido demasiado lejos al querer infligirle parte de la miseria que sentía ella.
-¿Es esto una broma? – preguntó besándola
«Una gran broma», pensó ella aturdida cuando Pedro alzó los labios de su boca inflamada.
-¿Y esto? -insistió con la boca implacable. Con fatal sutileza, consiguió una apasionada respuesta por parte de ella. Cuando su cabeza se alzó, Paula miró fascinada su expresión de triunfo—. Pues no parece que te estés riendo.
Paula parpadeó para apartar el velo de lágrimas que le empañaron los ojos. ¡Cómo podía ser tan cruel!
-No creo que hayas demostrado nada que los dos no sepamos. Lo único que has demostrado es lo que ya sé, que te importo un comino. ¡Sólo querías hacerme daño! ¿Estás satisfecho?
Vió una expresión de asombro en su cara al abandonar apresurada la cocina.
Paula tiró la carta a la papelera nada más leerla. Era un invitación formal a cenar para ella y para sus padres de Pedro.
Miró los dos dibujos infantiles que había guardado y se secó las lágrimas de los ojos. Al menos, como sus padres estaban fuera, tenía fácil la excusa. Sacó la carta de la papelera para anotar el número de teléfono impreso en el membrete. Llamaría para dejar un mensaje cuando estuviera segura de que él no estaría. ¡Cenar con Pedro! Debería haberse imaginado que rehusaría. Se puso la cazadora y corrió hasta el coche para irse al trabajo. Agitó la mano al granjero que cuidaba de su granja mientras sus padres estaban ausentes en una exhibición en el West End.
-Yo me encargaré de ordeñar esta tarde, José.
-Muy bien, Paula.
Esa tarde, cuando acabó de ordeñar y estaba a punto de disfrutar de un largo baño lujurioso, sonó el timbre de la puerta. ¿Quién podría ser?, se preguntó mirando con anhelo el agua caliente perfumada.
-Buenas tardes.
Paula se quedó mirando con asombro. Belén era la última persona que esperaba encontrar a su puerta.
-¿Puedo pasar?
Paula recuperó los modales.
-Por supuesto, por favor -dijo agitada en contraste con la frialdad de la otra mujer-. Pasa al salón.
La otra mujer la siguió al acogedor salón y miró a su alrededor con una sonrisa de superioridad. Paula tenía la cabeza en un torbellino. ¿Qué estaba haciendo aquella mujer allí?
-¿Están tus padres en casa?
-No, no volverán hasta el sábado por la noche. Han ido de vacaciones a Londres. Todavía siguen intentando mantener el romance vivo.
-Me alegro de que estés sola. ¿Puedo ser sincera?
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