martes, 27 de septiembre de 2016

La Venganza: Capítulo 3

-Se está haciendo terriblemente tarde -expresó Andrea frunciendo el ceño-. Por cierto, dónde estará Laura?

-No te preocupes por ella -la amonestó Paula-. Ya llegará aunque tenga que ir con el pelo mojado.

- Eso es lo que temo.

-No debes preocuparte. Ya verás cómo todo sale bien.

Y así fue. El señor Dean salió del estudio y se puso el traje; su esposa hizo lo mismo y Laura llegó a tiempo para ayudar a Andrea. Las dos damas iban vestidas igual; los trajes eran de manga corta y ajustados a la  cintura.  Las  rosas  blancas  que  adornaban  sus  cabezas  hacían  juego  con  los  pequeños cojines que llevaban.

-Me encantan las bodas -sonrió Laura mientras se dirigían hacia la iglesia, en el Rolls Royce blanco.

-Sí, a mí también -comentó Paula sonriendo con nostalgia.

-A lo mejor Lucas se anima -dijo la otra muchacha refiriéndose al muchacho con el que estaba saliendo.

Paula la miró con atención.

-¿Tú crees?

-No -rió laura-. Pero no pierdo la esperanza.

Hacía un día espléndido. Paula se sintió embargada de felicidad cuando vió que Andrea llegaba a la iglesia acompañada de su padre. Hacía frío dentro de la iglesia y  reprimió un estremecimiento mientras seguía a Andrea y a su padre rumbo al altar.

Tomó el ramo de Andrea y se dispuso a escuchar la misa. Sin embargo, había algo raro en el ambiente, experimentó una extraña sensación, y un estremecimiento le recorrió la espalda. Se  volvió  y  miró  a  su  alrededor,  segura  de  que  alguien  estaba  observándola.  Todos  estaban  mirando  a los  novios  o  al  libro  que  tenían  enfrente.  Sin  embargo,  la  sensación de que unos ojos se encontraban clavados en ella persistía. ¡Y entonces le vió! Inmediatamente apartó la vista,   sin   embargo,   el   rostro   masculino   quedó   impreso  en  su  mente.  Estaba  sentado  junto  a  la  señora  Hammond,  era  un  hombre  alto  y  moreno,  tenía  ojos  grises,  la  nariz  recta,  pómulos pronunciados  y  labios  delgados.  Era  un  hombre  muy  atractivo.  Tendría  aproximadamente treinta  y  ocho  años de edad. Volvió  a mirarle y se encontró con que seguía observándola descaradamente. No quería parecer una colegiala asustada, y sostuvo la mirada durante unos segundos. Esos instantes le dieron la oportunidad de fijarse en algunas otras cosas acerca del hombre: canas en la sien, frialdad en la mirada y sensualidad en los labios. El hombre que la observaba hizo una mueca cuando ella desvió la mirada. Por un  momento,  la  chica  se  asustó.  ¡Cómo  se  atrevía  a  mirarla  con  tanta  insolencia!  Tenía las mejillas rojas cuando se volvió hacia el altar pero era de indignación, no de timidez. ¿Quién sería? ¿Y qué hacía sentado junto al señor Hammond? Gabriel no tenía hermanos, lo sabía. Pero ahí estaba con Rosa y Claudio Hammond, como un invitado especial. ¡Y continuaba mirándola! No necesitaba volver la cabeza para saber que la seguían observando. Podía  adivinar  sus  intenciones.  Desde  hacía  algunos  años  era  una  experta  en  identificar donjuanes  hasta  los  aparentemente  más  temibles.  como  parecía  serlo  éste.  No  la  asustaba,  y  si  se  empeñaba  en  demostrarle  interés,  ella  le  respondería  con total indiferencia. Mientras hacían  las  fotografías,  él  volvió  a  mirarla;  estaba  parado  frente  al  grupo  y  tenía  los  ojos fijos  en  ella.  Parecía  muy  alto,  su  cabello  era  de  color  castaño.

Paula levantó la cabeza, desafiante, su cabellera se mecía bajo la ligera brisa y sus ojos color miel brillaban.

-¡Pedro! -gritó Gabriel-. Ven con nosotros.

 -No -contestó con desgana el hombre de los ojos grises, su voz era profunda y llamaba la atención.

 -Oh, vamos Pedro -rogó Gabriel.

-Sí, ven Pedro -Andrea se unió al ruego,  tomandole de la mano.

-¿Me pongo junto a la madrina? -preguntó burlonamente.

Todos  los  invitados  rieron.  con  excepción  de  Paula y  Javier  Anderson ,   amigo  de  Gabriel. Javier era  uno  de  los  ahogados  más  jóvenes  de  la  firma  Ackroyd.  Hammond  y  Hammond,  y desde  hacía  seis  meses,  trataba  en  vano  de  salir  con  Paula.  Javier le rodeó la cintura mientras se acercaba a ella para salir en la fotografía.

-¿Me permite? -preguntó Pedro  sonriendo.

Paula  respiraba  con  dificultad,  le  molestó  que  la  humillase  frente  a  todos.  No  le  gustaba llamar  la  atención.  nunca  le  perdonaría  a  aquel  hombre  que  la  hubiera hecho pasar un mal rato.

-Claro que sí -rió Andrea.

-Entonces acepto -dió un paso al frente con decisión.

-¿Qué afortunada eres, Pau! -murmuró Laura divertida-. ¿En dónde le escondías, Andrea?

Paula no sabía de dónde había salido, sin embargo, pensó que hubiera  sido  mejor  que  no apareciese.  Había  ocupado  el  lugar  de  Javier y  la  tenía  agarrada  por  la  cintura. Él sonrió burlonamente al notar que ella se ponía tensa;  Paula le miró y vió que la frialdad de sus ojos había desaparecido. Después se puso a mirar al fotógrafo. Javier, disgustado se colocó junto a Laura,  y compartió una sonrisa de disgusto cuando sus ojos se encontraron con los de Paula. Durante todo el tiempo que se estuvieron tirando las fotos, Pedro permaneció a su lado sin quitar la mano de su cintura, aceptando la altivez de la chica sin inmutarse.

-Ahora los novios solamente -pidió el fotógrafo, lo había sugerido tantas veces que ya comenzaba a enfadarse.

Sus  palabras  eran  exactamente  lo  que  ella  necesitaba  para  evadirse  del  brazo  que la atrapaba. Notó con satisfacción cómo el hombre llamado Pedro era acaparado por  Claudio  Hammond.  Había intentado  iniciar  una  conversación,  pero  la  joven  no  quiso intercambiar una sola palabra con él. Sin embargo, la silenciosa admiración continuó durante toda la fiesta; empezaba a ser  muy  molesto sentir  continuamente  los  ojos  de  ese  hombre  clavados  en  su  espalda. No tenía ningún derecho a observarla así, casi desnudándola con los ojos. Además, su mirada era penetrante y enigmática a la vez.

 -¡Qué tipo más pesado! -exclamó Javier.

Paula continuó sonriéndole y tomó la copa de champán que él le ofrecía. El joven parecía muy enfadado, y ella conocía muy bien la causa de su disgusto.

-¿Quién es? -preguntó Javier poniéndose delante de ella para impedirle que la siguiera observando. La chica se encogió de hombros.

-No tengo la menor idea. Un amigo de los Hammond, supongo -trató de aparentar indiferencia, aunque sentía curiosidad.

-Sí, Andrea parece conocerle muy bien.

-Nunca la he oído hablar de él.

-Sí  -dijo  de  nuevo  Javier,  volviéndose  para  mirar  a  Pedro,  quien  en  ese  momento estaba conversando con Gabriel-.

 ¡Un tipo interesante! Peligroso,  habría  dicho  ella,  pese  a  no  haber  cruzado  una  sola  palabra  con  el  hombre   que   tanta   impresión   le   causaba.   No   había   hablado   con   él   pero   tenía   suficiente con lo que le estaban diciendo aquellos ojos.

-¿Bailamos? -propuso Javier.

-Sí, gracias. Javier era  encantador,  sin  embargo,  algo  le  impedía  acercarse  a  él.  Le  recordaba demasiado a David. El mismo pelo rubio y la misma decisión de triunfar. Al igual que David, jamás se casaría con Paula Chaves. Bailaban  bien,  los  dos  eran  altos,  la  cabellera  castaña  de  Paula atraía  la  atención hacia su hermoso rostro, una belleza que tenía fascinado a Javier. Continuaron bailando durante mucho tiempo.

-Supongo que tenemos que cambiar de pareja, o descansar un poco -bromeó ella.

-Lo sé. Pero si te dejo, ese Pedro te va a pedir que bailes con él, y no tengo intención de darle la menor oportunidad.

Preocupada, miró a su alrededor. Sí, allí estaban los grises ojos, amenazadores. De pronto Paula tuvo un presentimiento. ¿La habría reconocido?

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