-Me pregunto si...
-¡Javier! -le interrumpió-. ¿No crees que podríamos hablar de otra cosa? ¡Estoy harta de Pedro Alfonso! Javier se puso colorado.
-Lo siento, es que... Tienes razón. ¿Por qué estoy hablando de él, cuando te tengo a tí, a solas, por primera vez?
-No tengo la menor idea -se burló ella.
-Yo tampoco -sonrió-. ¿Te puedo invitar a un café?
-Laura...
-Se fue hace horas con su novio. Creo que el ambiente romántico les ha emocionado -agregó con un brillo malicioso en los ojos.
Paula rió, comenzaba a relajarse de nuevo.
-En ese caso, estás invitado a tomar una taza de café.
-¿Y a qué más? -preguntó con toda intención.
Ella sonrió, preguntándose por qué nunca le había dejado que se acercara a ella. Como amigo era encantador, muy divertido. Y eso era lo que necesitaba en este momento, deseaba borrar de su memoria ese par de ojos grises, junto con todos los malos recuerdos que le traía la presencia de Pedro Alfonso.
-La boda no ha introducido en mí ningún deseo romántico-agregó divertida.
-Qué mala suerte tengo -comentó Javier riendo.
Laura y Lucas no estaban en el departamento cuando llegaron, Paula pensó que se habrían ido al de Lucas. Él era electricista, su amiga le había conocido dos meses antes, en una fiesta. La chica se había enamorado de él; sin embargo, él no parecía tan entusiasmado como ella. Para vergüenza de Paula, ya le había hecho insinuaciones a ella, a espaldas de Laura, pero no quería herir a su amiga contándoselo. Lo único que esperaba era que su amiga no tardara en darse cuenta de su error. Pensaba que esa relación significaba una cosa para Laura y otra muy distinta para Lucas.
-¡Qué bonito! -exclamó Javier mirando a su alrededor-.Tienes muy buen gusto.
Paula vió cómo se acomoda en uno de los sillones.
-¿En serio? -preguntó, mientras se dirigía hacia la otra habitación para cambiarse el vestido largo por otro más cómodo, que la hacía parecer más alta y más delgada.
-Lo mismo pensó Pedro Alfonso-dijo, en tono burlón-. Le observé, los tipos como él tienen sus propias reglas.
-Yo también tengo las mías -comentó, rígida.
-¿Sí?
-Sí. Nunca salgo con un hombre al que detesto -los ojos le brillaron llenos de odio.
-¡Oye, cálmate!
-Será mejor que te vayas -le interrumpió-. Ha sido un día agotador.
-Sí, pero... está bien -suspiró al ver la mirada decidida de ella-. Supongo que no te enfadarías si te pido que salgas conmigo.
La chica vió la expresión ansiosa del joven y su ira se desvaneció, Javier no conocía el motivo de su enfado. Probablemente estaba sorprendido al ver la vehemencia que la fría Paula Schulz podía desplegar frente a un extraño. Si Pedro Alfonso fuese un extraño se habría limitado a rechazar el acoso, y quizá le habría olvidado. Pero no podía apartarle de su mente, pese a lo mucho que luchaba por conseguirlo.
-Llámame el lunes -sugirió a Javier con desgana, deseando quedarse sola durante un buen rato. Y tendría la oportunidad de hacerlo, la cama de enfrente estaría vacía. Él sonrió con tristeza.
-Ya he escuchado esas palabras antes. Llevas seis meses dándome largas. Pensé que hoy, finalmente. iba a conseguir mis propósitos. Me pregunto si...
La conmovió. Sonrió cálidamente.
-¿Qué te parece si cenamos el lunes?
-¿Lo dices en serio? -preguntó, esperanzado.
-Sí.
-¿En serio? Quiero decir, bueno yo...
-Si no quieres...
-¡No te atrevas a cambiar de opinión! ¡No te atrevas! El lunes a las ocho te llamo. ¡No quiero excusas! -se fue silbando, felíz.
Paula se quedó con la mente en blanco, no quería reflexionar, ni preguntarse si hacía bien dando esperanzas a Javier. Decidió no pensar en Pedro. Lo único que le preocupaba en esos momentos era Laura, la cantidad de noches que estaba pasando con Lucas.
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