sábado, 17 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 30

-¡Tío Pepe! -gritaron los gemelos al unísono.

Los dos se tiraron contra él y Sofía se quedó manteniendo el juego de tablero que tenía sobre las rodillas. Marcos se detuvo con las manos en el teclado.

-¿Has adelantado la vuelta? -preguntó Marcos con tranquilidad.

-Deberías dar las gracias -Pedro contempló la acogedora escena doméstica con extraña expresión-. ¿Me han echado de menos?

Su mirada se posó sobre Paula al hablar para desviarla sólo cuando ella se sonrojó con una tímida sonrisa. ¿A qué diablos está jugando?, se preguntó disgustada.

-Ya hemos abusado mucho -se disculpó cuando Alejandra entró en la habitación secándose las manos en el mandil.

-Bobadas -dijo con calidez-. Nos alegramos de haber podido ayudar y los niños han sido un encanto.

Se rió cuando uno de los gemelos se soltó de Pedro y con un grito de placer agarró el osito que Paula sacó de la espalda.

-He venido con más de lo que pensaba -explicó Paula con nerviosismo-. Sólo pensé... ¡Ah! ¿No habrás pasado tú...?

-¿El sarampión? Sí, ya lo he pasado, Pau. Y me conmueve tu preocupación por mi fertilidad.

-¡Tío Pepe! -le regañó Sofía con una sonrisa-. Vas a avergonzar a Paula.

-La hija de un granjero tiene un aprendizaje temprano en esos asuntos -dijo Alejandra  con calma-. Hace falta mucho más que eso para que Paula se sonroje -miró a su hija que había desarrollado un profundo interés en el tablero de juego-. Llamó Valentina mientras estabas fuera.

-¡Vaya, qué lástima!

Últimamente sentía nostalgia de los viejos tiempos en que estaban las tres juntas.

-Le han dado un papel protagonista en una película -le informó su madre con los ojos brillantes de excitación-.

Sofía  lanzó un grito de envidia.

-¿No es un sueño?

-Es maravilloso -dijo Paula.

Sabía que la ambición de su hermana siempre había ido en aquella dirección. Valentina había tenido siempre dudas de que alguien viera en ella algo más que su aspecto físico y había rechazado algunos papeles que sólo querían explotar su lado sexy.

-Debe estar muy orgullosa -dijo Pedro mientras se quitaba los brazos de Joaquín del cuello para posarlo en el suelo.

-Estoy orgullosa de todas mis chicas -dijo Alejandra con calidez-. Bueno, Pedro. Espero que no te importe compartir habitación con Marcos. Ya no quedan más habitaciones.

Paula se mordió la lengua para no negarse. Dormir bajo el mismo techo con Pedro hacía que todos sus instintos gritaran de protesta.

-Ya hemos abusado mucho de su hospitalidad.

-No creo que estés siendo muy práctico, querido -observó Alejandra con su amabilidad habitual.
Paula  tuvo que contener una carcajada al ver a Pedro aceptar sin un pestañear aquel paternalismo-. Los niños están mucho mejor, pero no tanto como para viajar. Por la noche les sube bastante la fiebre. Y si no te importa que te lo diga, tú tampoco pareces estar muy en forma.

-Podríamos ir a un hotel...

-No aceptarían niños infecciosos, así que no quiero olí hablar más del asunto.

Pedro sólo se mantuvo rígido en una cosa, insistió en ocupar el sitio de Paula en
la cama de campaña al lado de los gemelos.

Cansada, pero incapaz de dormir, Paula permaneció despierta escuchando la respiración regular de Sofía en el otro extremo de la habitación. La hospitalidad de sus padres y la atmósfera informal de los niños habían hecho que el resto del día fuera muy agradable. Pedro parecía bastante cómodo en el entorno sin pretensiones y más relajado de lo que Paula le había visto nunca en la compañía de los niños. En ese momento Paula escuchó el grito de un niño. Esperó, pero el llanto no se detuvo, así que decidió ir a investigar. La puerta de la habitación estaba entornada y Paula se detuvo vacilante. La silueta de Pedro era un bulto bien definido entre las sombras. Evitó la cama baja de campaña y se metió tras el biombo que separaba temporalmente la cama de ella, ahora ocupada por los gemelos, de la de él. El soporte de bambú crujió cuando se enredó con su propio camisón que estaba colgado de una esquina.

Los gemelos parecían dormidos. Les tocó la frente y comprobó que no tenían demasiada fiebre. Pero dio un respingo cuando Joaquín gritó.

-Están los dos dormidos -Paula se llevó la mano a la boca para ahogar un grito-. Pero yo no.
Salió al otro lado del biombo.

-No quería despertarte -susurró con nerviosismo.

-Las buenas intenciones no sirven para nada -dijo Pedro con voz ronca.

El sonido de su voz le disparó el corazón, pero fue la ilícita oleada de excitación lo que le hizo darse la vuelta para salir corriendo.

-No te vayas.

-Deberías dormir algo -dijo con ansiedad cuando la figura recostada se incorporó.

-La espalda me está matando encima de esta cosa.

-Te dije que era demasiado pequeña para tí.

-No te pongas tan maternal.

-Baja la voz o los despertarás. Y créeme, te arrepentirás de haberlo hecho.

-Pobre Paula. Debes estar cansada. ¿Te he dado las gracias?

-Te has guardado los buenos modales para mis padres -dijo Paula acercándose más para no tener que alzar la voz.

-Han sido muy amables conmigo. ¿Por qué no eres tú amable conmigo, Pau?

Ella lanzó un sonido de disgusto.

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