-Era una historia de amor -dijo con debilidad.
Desde luego, no era el lago de los cisnes, pero no era pornográfica en absoluto. Era una simple historia sensible con un nivel que la había hecho crecer emocional, física y profesionalmente. Siempre sentiría pesar de no poder volver a interpretarla.
-Creo que será mejor que te vayas ahora -dijo cuadrando los hombros y mirándola fijamente.
-¿Quieres decir que aceptarás la invitación?
-Con mucho placer -el encuentro la había sacado del letargo en el que se había permitido sucumbir-. No iba a asistir, pero tú me has dado una perspectiva muy diferente de la situación. Iba a quedarme sentada y actuar como la típica heroína de una novela rosa esperando a que el héroe recuperara el sentido y acudiera rendido a sus pies. Me has recordado que yo no encajo nada bien en los clásicos papeles románticos. Mi técnica nunca fue lo bastante depurada. La interpretación apasionada siempre fue mi fuerte.
Lanzó una carcajada ante la confusión de la cara de la otra mujer.
-Lo que estoy intentando decirte, Belén, es que vas a tener pelea. Yo amo a Pedro y tú no. Aunque él no sienta lo mismo por mí, lo que está claro es que no necesita a gente como tú en su vida.
-Te arrepentirás de esto -dijo Belén claramente irritada por la declaración de guerra-. ¿Es que no tienes orgullo? -preguntó mientras Paula la acompañaba a la puerta.
-Tú llegaste aquí confiando en hacer mella en mis dudas y falta de autoestima, pero verás, no me siento inferior a tí. Amo a Pedro y tú no, tú sólo quieres el tipo de vida y la posición social que podría darte.
-¿Entonces sabes de qué familia viene? -preguntó Belén con una sonrisa sarcástica-. Debería haberlo imaginado. Pero no creas que me rendiré sin luchar.
Paula cerró la puerta y se apoyó contra la sólida madera. Se fue resbalando hasta quedar sentada en el suelo apoyando la barbilla en las rodillas. Bueno, para lo bueno o para lo malo, había dejado claras sus intenciones. Belén no sabía cuánto de lo que había dicho era verdad, pero le había sentado de maravilla despojarse de aquel ridículo papel de víctima. ¿Qué habría querido decir con aquel comentario acerca de su familia? Bueno, no importaba. Tenía cosas más importantes que hacer, como elegir el vestido para la noche siguiente. Seda de color nácar fue lo que escogió por fin, un simple vestido que resaltaba sus finas y sutiles curvas. En el cuello se colgó una sencilla gargantilla de oro y al abrocharlo, notó que le estaban temblando las manos.
-Inspira con fuerza -dijo mirándose al espejo antes de lanzar una carcajada-. Primer síntoma de locura. Hablar contigo misma y responderte.
Dió un paso atrás para admirar la gargantilla contra la piel y asintió con satisfacción. Era el toque perfecto. El escote del vestido resaltaba la delicada estructura de su cuello y sus hombros y acentuaba la suave curva de sus senos. Se alisó la falda mientras se ponía unos zapatos de salón de color crema. «Bueno, será mejor que quede impresionado», pensó volviendo a pintarse los labios. Cuando sonó el timbre de la puerta recogió el chal de chifon y el bolso de la rama y corrió abajo.
Con el corazón desbocado miró por el panel de cristal alto y vió el brillo del pelo rubio.
-Hola, Pedro.
-El mensaje en mi contestador no era una broma, verdad?
Pedro no parecía exactamente seducido por su sensual belleza, pero Paula intentó que eso no la alejara de su propósito, aunque no sabía muy bien cual era.
-Por supuesto que no.
Esbozó una sonrisa radiante que no disminuyó el brillo de sospecha de los ojos de Pedro, que iba vestido muy parecido a la primera vez que lo había visto. Estaba más atractivo de lo que ningún hombre tenía derecho a estar.
-Siento que mis padres no puedan acudir.
-¿Lo sientes?
-Bueno, si vas a empezar a ponerte pedante -dijo Paula totalmente exasperada por su falta de colaboración en su gran escena de seducción-. No lo siento. O al menos no lo sentía.
Pedro apretó los labios y el humor apareció en sus ojos.
-Estaba casi seguro de que lo cancelarías. Si no recuerdas mal, no nos despedimos en muy buenos términos la última vez. Y ahora recibo una cálida bienvenida. Eres una mujer muy confusa, Paula Chaves.
-Hay gente que no se conforma con nada. ¿Has escuchado alguno de esos cuentos del Camino de Damasco?.
-Suena interesante. Ya me lo contarás más tarde -echó un vistazo a su reloj-. He reservado una mesa para las ocho -de repente se inclinó hacia adelante y rozó las puntas sedosas de su pelo corto-. ¿Te pones brillo? -era evidente que estaba fascinado por los detalles de su aspecto-. Vamos -dijo de forma abrupta.
Considerando que Paula tenía todas las intenciones de caldear aquella relación, se sintió completamente decepcionada por aquel breve comentario. Se desplomó en la tapicería de cuero del asiento del coche e inhaló para recuperar el aliento.
-¿He cerrado la puerta? -preguntó.
-Sí, estoy seguro ¿Te he mencionado que estás increíblemente guapa esta noche?
-Pues la verdad es que no.
-Si rectifico ahora, ¿Me perdonas?
-Lo pensaré. Cuando una chica se toma tantas molestias espera un poco de reconocimiento, ¿Sabes? He tardado horas, bueno, mucho tiempo, en arreglarme así. Sinceramente no sé como Valentina puede tener siempre ese glamour. Aunque claro, ella tiene mejores ingredientes básicos con los que trabajar.
-Probablemente, pero ella a mí no me produce deseos de despojarla de la ropa y revolverle el pelo.
-Entonces debes ser de los pocos hombres por debajo de los noventa a los que no les pasa.
La idea de Pedro fantaseando con ella fue más que suficiente para ponerle los nervios a flor de piel. Y ella que había esperado controlar la situación. ¡Qué ingenuidad!
Muy buenos capítulos! Se declararon la guerra! Lo que va a ser esa cena!
ResponderEliminarSe está poniendo muy interesante!! No soporto a Noelia jaja
ResponderEliminarQue desaparezca Noelia yaaaa
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