sábado, 17 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 32

Debía alzar la cabeza, pero toda la energía se había escapado de su cuerpo. Una dulce y suave desesperación la sofocaba.

-¿Tontería? ¡Esto es sensacional!

Su respiración regular de antes se había hecho tan jadeante como la de ella.

-Todo el trabajo que he hecho con tu espalda se arruinará. Te estás poniendo tenso de nuevo.

Las vibraciones de la ronca carcajada suave que resonó en su pecho le llegaron hasta la punta de los dedos.

-Yo podría enseñarte... -susurró él con voz ronca.

-Apuesto a que sí. No te atrevas a moverte, Pedro Alfonso -gimió al sentir que el cuerpo de él se ponía rígido-. Si te das la vuelta...

-¿Si me doy la vuelta qué?

-¿No sabes que los niños siempre se despiertan en el peor momento?

Si era sincera, eso era lo único que evitaba que sucumbiera a aquel placer prohibido.

-¿Tienes una idea de lo que esto me está haciendo? -gimió él después de un corto silencio.

Pedro  inspiró varias veces para recuperar el control.

-Me iré.

-¿Y esperas que me quede tan tranquilo? -susurró él con voz ronca y apasionada-. Deseo darme la vuelta y sentir tus preciosas piernas delgadas enroscadas alrededor de mi cuerpo. Es una lástima que tus senos estén apretados contra mi espalda. Deseo sentirlos en mis manos, saborearlos. Deseo saborear cada milímetro de tu precioso cuerpo. Quiero oírte suplicarme que te toque. Deseo sentirte húmeda, caliente y sedosa cuando te penetre. Llevo soñando con hacer todas esas cosas desde el primer día que te reíste de mí. No intentes escabullirte ahora o buscaré algún sitio donde estar a solas contigo.

Paula le creía aunque dudaba que hubiera siquiera un armario vacío esa noche en la casa.

-Pedro -jadeó deseando suplicarle que le hiciera todas aquellas cosas eróticas-. Me quedaré.

-¡Vaya un anti clímax!

En eso tenía razón.

-Pensé que querías que me quedara.

-Te deseaba a tí. Punto, -gimió cuando ella retiró la pierna-. Quizá sea lo mejor.

-¿Por qué querías que me quedara?

-Quiero ver tu cara por la mañana.

-Pues tengo un aspecto horrible.

Paula no esperaba dormir, pero el agotamiento fue más fuerte que el recuerdo del olor y el tacto del cuerpo de Pedro. Acurrucada contra el cuerpo de Pedro, se durmió profundamente.

Le despertaron unas tiernas risas infantiles y se tapó más la cabeza con la manta para protegerse de la luz.

-¿Por qué está Paula en tu cama, tío Pepe?

«No puedo haberme quedado dormida en su cama», pensó con horror

-Buenos días -dijo Pedro mirándola con inocencia cuando ella lo miró con cara de susto.

-¡Está despierta! ¡Está despierta! -corearon las voces infantiles-. ¿Podemos meternos nosotros también?

Paula lanzó un gemido y con un impulsivo movimiento se levantó arrastrando las mantas con ella. -¿Cómo has podido? -dijo mirándole con furia. Comprendió entonces que haberle quitado la ropa de cama había sido un error fatal. Pedro tenía el cuerpo más perfecto que había visto en su vida. ¡Hubiera hecho empalidecer de envidia hasta un dios griego!

-¿Y qué podía haber hecho? -respondió agarrando la sábana que Paula le tiró con una sonrisa-. Niños, al baño -la llamada de la naturaleza pudo con la curiosidad de los gemelos-. Admítelo, Paula. Podrías haberte sentido insultada si yo hubiera permanecido inmune.

-No eres más que un libidinoso...

El brillo de sus ojos la asustó.

-Soy un hombre que me he despertado con los brazos llenos de preciosa y sensual feminidad. Y de paso, tienes un aspecto muy pasable por la mañana. ¿Que esperas que haga?

-¿Cualquier mujer lo hubiera hecho entonces? -interrumpió Paula con el orgullo herido.

-¿Intentando sonsacar? -sugirió Pedro levantándose con un fluido movimiento que le produjo un nudo en el estómago.

Dios, cuánto le gustaba mirarle... tocarle también, añadió la voz de la sinceridad.

-Si necesitas que te asegure que eres atractivo, aquí hay un grave problema de comunicación. Pensé que había dejado muy claro el tema anoche. No me halaga que te aprovecharas de la situación.

-Al contrario, me comporté con penoso decoro. Pero esta mañana disfruté viéndote pegada a mi cuerpo y desde luego, eché un vistazo bajo las sábanas - en sus ojos apareció un brillo diabólico-. Sólo soy un hombre débil y no me encontraba en estado de hacer nada acerca de la situación anoche.

—Eso no es lo que yo recuerdo -dijo ella con sequedad-. De todas formas, pareces haberte recuperado esta mañana.

-¿Lo has notado?

-Para nada -respondió ella maldiciendo el sonrojo que sintió en las mejillas.

-No puedo permitir que ese insulto a mi masculinidad pase sin desafío, dulzura.

-¡Pedro! -le advirtió ella.

-Ven a calentar... tus pies, cariño.

Estaba burlándose de ella y Paula lo sabía, pero no pudo evitar un cosquilleo de excitación en la boca del estómago.

-Esto no es divertido -siseó-. Los gemelos nos han visto. ¿Qué pensarán?

-Los gemelos todavía están en la edad de la inocencia.

-No te pongas tan superior -dijo ella plantándose las manos en las caderas, lo que provocó que se le cayera la manta al suelo-. Los gemelos pueden contarlo y los demás no serán tan inocentes.

-¿Quiere eso decir que tus padres me pedirán que te haga una mujer honrada?

-Ponte serio, Pedro. Si al menos no me hubiera quedado dormida... -gimió sentándose con las piernas cruzadas y tapándose los hombros con la manta-. Esto es tan... humillante.

-Creo que estás haciendo un drama de una cosa sin importancia. No hemos hecho nada, a menos que te aprovecharas de mí cuando estaba dormido, claro.

-¡No seas ridículo! -le dirigió una mirada mortífera.

-Pensaba que era yo el que carecía de sentido del humor. ¿No estás exagerando un poco?

Si hubiera sido otra persona, Paula hubiera disfrutado de lo absurdo de la situación, pero con Pedro...

-De todas formas, ¿Por qué te metiste en la cama conmigo?

-¡Si me lo pediste tú!

Pedro se dió una palmada en la frente.

-¿Quieres decir que eso es lo único que hace falta? Cuando pienso en todo el tiempo que he perdido estos años... todas esas cenas románticas y flores...

-¡Cállate! Yo no he recibido ninguna cena romántica ni ninguna flor.

-¿Quiere decir que te...?

-Me metí en la cama contigo para que no despertaras a los gemelos y porque me dabas pena. Estabas muy cansado.

-¿O sea que fue un caso de caridad?

-No lo encontrarías tan divertido si se entera Belén.

Una expresión especulativa brilló en sus ojos y se echó con un movimiento grácil en la cama de campaña.

-¿Crees que es probable?

Metió las manos bajo la cabeza y se quedó mirando al techo. No parecía preocupado en absoluto.

-¿Qué es lo que os pasa a ustedes dos? ¿Es su vida sexual tan aburrida que necesita conquistas exteriores?

-¿Estás planeando ser mi conquista?

Con una sonrisa maliciosa, Paula plantó el pie en los pies de la cama y apoyó todo su peso en la frágil estructura consiguiendo que él resbalara al suelo con un vuelco ridículo. El silencio sería la forma más digna de salida, decidió corriendo hasta la puerta antes de que él tuviera oportunidad de defenderse.

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