martes, 6 de septiembre de 2016

Amor Salvaje: Capítulo 12

A Paula le despertó el teléfono. Ella, que no se había puesto nunca enferma, había pillado una buena gripe y había tenido que pasarse la semana siguiente encerrada en casa. Físicamente estaba empezando a sentirse mejor, pero la agitación que estaba experimentando era tan debilitante como la enfermedad.

-Hola, Pau.

Era la voz de Delfina.

-¿Cómo estás, Pepi?

-Eso es lo que quería preguntarte a tí.

-Sobreviviré -la pausa al otro lado de la línea la hizo fruncir el ceño-. ¿Estás bien?

-¿Has visto a Pedro?

Su tono casual sonó completamente falso.

-No, si puedo evitarlo.

Escuchó un suspiro al otro lado de la línea.

-Por supuesto que no. Sólo me preguntaba si debería... No, ha sido una mala idea. Solucionaré las cosas por mí misma. Sólo creí que podrías aconsejarme, pero tienes razón. Arreglaré esto sola. Gracias, Pau.

-¿No puedes decirme qué es lo que va mal?

Raramente había escuchado a su calmada hermana tan confusa y agitada. Algo iba muy mal.

-No es nada -contestó Delfina más animada-. Tengo algunos problemas con el nuevo jefe de departamento. Nada que el tiempo no pueda arreglar. Pedro nos tenía muy mal acostumbrados; es tan maravilloso. No tienes idea de cuánto lo echo de menos.

Paula gimió para sus adentros con la mente en un remolino. ¿Cómo podía haber estado tan ciega? Ella no era la única Chaves que había sucumbido a sus encantos. Delfina lo conocía mucho mejor que ella. Había trabajado con él durante casi un año. ¡Un año tan cerca de Pedro Alfonso a ella la volvería loca!

-Dale mi cariño a mamá y papá y cuídate. Te llamaré pronto.

Aturdida, Paula colgó el teléfono y se maldijo a sí misma por haber sido tan estúpida y ciega. Ni siquiera había pensado por un momento lo que su hermana podía haber sentido por Pedro. Al fin y al cabo, él había ido a la fiesta con Delfina. Eso debería haberle dado alguna pista.

Para cuando se puso las zapatillas y la bata y se miró al espejo, estaba completamente convencida de que su hermana estaba profundamente enamorada de Pedro. La única cuestión que permanecía en su mente era hasta dónde habría llegado su relación. Se preparó una taza de té para subirla a la habitación. ¿Dónde estaba su madre? Debería haber vuelto hacía una hora. Entonces la oyó en la sala.

-No sabía que ya...

Se detuvo con la boca abierta en el umbral de la puerta.

-Ya estás despierta, cariño. Dios, tienes un aspecto horrible, ¿verdad, Pedro?

-Lo cierto es que sí.

Paula tenía profundas ojeras y los pómulos parecían mas pronunciados en la palidez de su fina cara.

Al ver la vulnerabilidad de su cara enferma, Pedro sintió un inexplicable impulso de protegerla. Se estaba buscando problemas al haber ido allí, lo sabía.

-Ese maldito coche mío se ha vuelto a estropear y Pedro ha tenido la amabilidad de traerme. Pasa a saludarle.

-No puedo -era consciente de que su aguda mirada no perdía detalle de su aspecto desastrado y había querido estar digna y fría la siguiente vez que lo viera-. No quiero contagiar mis virus al señor Alfonso.

Lo cierto era, pensó con disgusto, que hubiera preferido que su piel morena no brillara de salud.

-¡Bobadas! ya no eres contagiosa ahora, sólo sientes lástima de ti misma. Le estaba enseñando a Pedro la...

Paula avanzó horrorizada al ver lo que su madre tenía en las rodillas

-¡No, no lo hagas! Estoy segura de que al señor Alfonso no le apetecerá ver los viejos recortes.

Le ponía nerviosa la idea de que Pedro viera las fotografías antiguas antes de que la lesión en la rodilla le hubiera cambiado la vida por completo. Moderó el tono para decir:

-No debemos aburrirle.

-No estoy aburrido.

Paula le dirigió una mirada fulminante.

-No sabía lo de tu carrera de bailarina -explicó su madre.

-¿Y por qué debería saberlo?

A Paula le tembló la mano cuando posó la taza en la mesa. Se sentía impaciente consigo misma. Pedro Alfonso estaba convirtiéndola en una de esas débiles criaturas temblorosas que tanto despreciaba.

-Has preparado una tetera. Bien. Pedro, ¿te apetece una taza?

Sin esperar a su respuesta, Alejandra salió hacia la cocina.

-¿Cuál fue tu lesión?

-Tendón seccionado -se acercó y le quitó el pesado álbum de las manos para apretarlo contra el pecho.

-¿Y quién te operó? -insistió él.

-Sir Julio Kennedy.

-El mejor.

-¿No lo eras tú? -preguntó con sarcasmo-. Delfi parece creerlo. Me lo acaba de decir hace un rato.

¡Él ni siquiera tenía expresión de culpabilidad!

-¿Cómo está Delfi? -preguntó él con tranquilidad.

-¡Como si tú no lo supieras!

-Si lo supiera, no te lo habría preguntado -dijo frunciendo el ceño.

-Está echando de menos tu divina presencia.

-Puedo entender el antagonismo que sientes hacia la medicina después de tu mala experiencia, pero Julio Kennedy es el mejor cirujano de rodilla. ¿No tuvo éxito la operación?

-No tengo ningún antagonismo hacia la medicina. ¿Qué es esto? ¿Interés profesional? -emitió una carcajada demasiado aguda-. Lo cierto es que según tu punto de vista habría sido un éxito y si hubiera escogido otra carrera que no hubiera sido la de bailarina no hubiera importado, pero...

-Una tragedia. ¿No es eso lo que dicen los críticos? Una joven y prometedora carrera truncada.

Acababa de leer aquel titular.

-Lo de trágico lo reservo para la muerte, las hambrunas y los desastres -le aseguró ella con estoicismo-. No creo que bailar sea tan importante. Los críticos tienden a la exageración.

-¿Cuando te alaban?

-Yo era buena, pero nunca sabré lo buena que podría haber llegado a ser. Mucha gente que promete, luego no lo consigue. Es irónico que cuanto más entrenado tienes el cuerpo, más vulnerable se vuelve.

-¿No te ha dejado eso algo de amargura?

La miró como si no pudiera creer que se hubiera resignado tanto a su tragedia. Podría.

-¿Estás intentando decir que te lo tomaste con filosofía? ¿No te sentiste estafada por la vida?

¿Es que aquel hombre no captaba ninguna indirecta? Se encogió levemente de hombros con un aspecto absurdamente frágil dentro de aquella enorme bata. Pero ella no era frágil. Los años de disciplina habían conseguido que su cuerpo fuera fuerte y grácil; eso no lo había perdido.

-Sentí mis dosis de rabia y lástima por mí misma, pero se pasó. Decidí seguir con la vida. Odio perder el tiempo. Y no tengo intención de ser de esa gente patética que sólo habla de sus años dorados cuando tiene toda la vida por delante. El hecho es que ya no puedo bailar profesionalmente o al menos al nivel que quería hacerlo, pero eso no impide que disfrute de la música.

-Ya lo recuerdo.

El brillo de reminiscencia de sus ojos la hizo agitarse con incomodidad.

-Tú lo desapruebas.

-Desde la distancia lo disfruté.

Esbozó una sonrisa.

-¿Por qué desde la distancia?

Paula  estaba excitada por su confesión y fascinada por su sonrisa. Por un momento se olvidó de los sentimientos de su hermana.

-Eres demasiado... inquietante de cerca -admitió con voz ronca casi contra su voluntad.

-Quizá necesites un reto.

Estaba encantada de que la considerara inquietante. Dado el traumático efecto de su intrusión en su vida, le parecía justo que él sufriera alguna incomodidad. Y no es que se engañara a sí misma con que él se sintiera tan confuso y miserable como ella. Pedro tenía su vida limpiamente planeada y en sus planes no había sitio para ella. Eso lo había dejado muy claro.

1 comentario:

  1. Lindos capítulos! Me encantaría saber que lo ata a Pedro y a Belén...

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