—Sí, lo has hecho —asintió Pau.
Le había dicho muchas cosas que ella quería creer y otras que la hacían ruborizarse. Pedro no era en absoluto inhibido en la cama; al contrario, era muy elocuente. Aunque a veces, en los momentos de pasión, hablaba en italiano. ¡Y cómo le gustaría entender lo que decía!
—¿Cuántas veces voy a tener que decírtelas antes de que las creas?
—Te lo diré cuando lo sepa —dijo ella.
Pedro sacudió la cabeza en actitud resignada.
—Entonces tendré que esforzarme más.
Un segundo después escucharon el sonido de un helicóptero al otro lado de la ventana.
—¿Seguro que quieres que volvamos hoy a Londres?
Pau se dió cuenta de que había miedo en esa pregunta.
—Pedro, da igual lo que pase con tu vista… todo va a ir bien.
Veinticuatro horas después, el equipo médico había revisado la batería de pruebas a las que habían sometido a Pedro. Y, para Pau, habían sido las veinticuatro horas más largas de su vida. Mientras esperaba el veredicto se sentía físicamente enferma de aprensión. Pero, irónicamente, era Pedro quien tenía que consolarla.
No era un milagro, les explicó el jefe de oftalmología. Había una explicación médica para lo que había ocurrido. Luego empezó a hablarles de diagramas y análisis mientras Pedro le hacía preguntas y Pau se contuvo hasta que el médico empezó a contarles un caso similar que un colega suyo había tenido que tratar en Estados Unidos. Entonces, pensando que ya era más que suficiente, se levantó de la silla.
—Todo eso es muy interesante, pero lo que queremos saber es si está curado del todo. ¿Pedro ha recuperado la vista para siempre o no?
El médico la miró, sorprendido.
—No sé cómo decirle esto, señora Alfonso: ojalá tuviera yo la visión que tiene su marido.
Pau se dejó caer sobre la silla.
—Ah, muy bien. Me alegro.
—Yo también, cara —sonrió Pedro.
A partir de ese momento dejó de prestarle atención a la conversación y, cuando por fin volvieron al coche, casi había dejado de temblar. Pedro parecía increíblemente relajado hasta que anunciaron en la radio que «el millonario Pedro Alfonso, que perdió la vista en un trágico accidente después de sacar heroicamente a una niña de un coche en llamas, estaba curado».
—¿Rescataste a una niña? —exclamó Pau, atónita—. Me dijiste que habías quedado ciego después de una operación…
—Y así fue. Me había fracturado el cráneo y tuvieron que operarme.
—¿Te fracturaste el cráneo al intentar salvar a la niña?
—El coche explotó cuando la saqué —suspiró él. La explosión los había lanzado al otro lado de la carretera—. Cualquiera hubiera hecho lo que yo hice.
—Lo dudo —murmuró ella, estudiando su cara—. Ah, nunca pensé que te pondrías colorado por algo.
Pedro volvió la cara para concentrarse en el tráfico.
—No soy un héroe, no te hagas ilusiones. Sólo estaba en el sitio adecuado en el momento justo.
—Muy bien, si te gusta que te considere un villano… ¿cómo está la niña?
—Afortunadamente, bien. Y los periodistas han dejado de molestar a la familia. A los reporteros les encantan las etiquetas, de modo que yo era un héroe… a expensas de los padres.
—¿Por qué?
—Porque salieron del coche dejando a Ludmila en el asiento de atrás. Lo que no contaron fue que el padre tuvo que sacar a su mujer, que estaba desmayada, y luego él mismo perdió el conocimiento.
Ah, eso explicaba que no le gustasen los periodistas.
—¿Y cómo se han enterado de que has recuperado la vista? Acabamos de salir del hospital…
—Evidentemente, alguien les pasa información… podría ser cualquiera.
—Me sorprende que no hayan dicho nada de nuestra boda.
—No han tenido que hacerlo, yo acabo de enviar un comunicado de prensa.
—¿Qué? —Pau lo miró, horrorizada.
—Que he enviado un comunicado anunciado nuestro matrimonio.
—Pero entonces se enterará mi familia… y yo no les he dicho nada todavía.
—Ah, no había pensado en eso. Si quieres, hablaré con tu hermano para explicarle la situación.
—No, gracias —dijo Pau. La información que pensaba darle a su protector hermano iba a ser cuidadosamente censurada.
Cuando llegaron a casa, Paula entró en el dormitorio para llamar a Gonzalo y aunque Pedro tenía una idea muy diferente sobre cómo celebrar la buena noticia, no puso objeciones.
Pero cuando se quedó solo tuvo una idea excelente.
De modo que informó al ama de llaves de que iba a salir y, si su mujer preguntaba, debía decirle que volvería muy pronto.
Qué enojada está Pau jajaja. Está buenísima esta historia.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! menos mal que todo está saliendo bien!
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