sábado, 28 de mayo de 2016

Extraños En La Noche: Capítulo 19

Él negó con la cabeza.

— Esta noche te quedas aquí.

— No es necesario —replicó ella, aunque se echó de nuevo sobre los cojines—. Soy muy capaz de cuidar de mí misma.

— Pero apenas puedes andar y mucho menos conducir. Además, ¿y si los huevos de cocodrilo te producen una mala reacción?

—La única mala reacción que voy a tener es dolor de espalda si duermo aquí esta noche.

— Puedes dormir en mi cama.

Los ojos de ella echaron chispas.

— Nunca más.

Aquello sonaba más a reto que a negativa, pero Pedro decidió que no era el momento de aceptarlo.

— Puedes dormir allí sola y yo me quedo en el sofá.

—No, yo me quedo en el sofá —gruñó ella—. Estaré bien aquí. Tú vete a la cama.

— Está bien —él tomó la manta de algodón del respaldo del sofá y la cubrió con ella—, pero antes de irme quiero que sepas que esta noche no has interrumpido nada en la terraza. Lorena y yo sólo somos amigos.

Ella se ruborizó.

—Tu relación con Lorena no es de mi incumbencia.

Él le quitó los zapatos y le envolvió la manta en torno a los pies.

— Pues parecía que te enfadabas cuando nos has visto juntos.

—¿Y por qué iba a enfadarme? A mí me da igual a quién seduzcas en la terraza.

—Estaba consolando a una amiga, no seduciéndola. Lorena quería contarle a alguien algunos problemas que tiene con su amante. Su amante femenina.

—Y ha acudido a un experto —dijo ella con sequedad.

Él reprimió una sonrisa.

— Ahora hablas como si estuvieras celosa.

Ella lo miró a los ojos.

— Permíteme que deje algo claro. Yo tengo a Pedro, mi Pedro. No necesito ni quiero ningún otro hombre en mi vida. Es perfecto para mí en todos los sentidos.

— Pero no está aquí —replicó irritado por la devoción que oía en su voz.

— Si estuviera aquí, no habría dejado que me emborrachara ni se hubiera negado a llevarme a casa cuando se lo he pedido, ni me hubiera dado esa cosa horrible hecha con huevos de cocodrilo y no sé qué más.

— Si tu amante estuviera aquí, le daría un puñetazo en la naríz —declaró él.

— ¿Quién habla ahora como si tuviera celos ? —preguntó ella con suavidad.

— El alcohol te hace alucinar —declaró él. Se inclinó sobre ella—-. Buenas noches, Paula.

Ella lo miró con ojos muy abiertos. La oyó respirar con fuerza y adivinó que creía que la iba a besar.

Y tenía razón.

Bajó los ojos a la boca de ella y ansió volver a saborear aquellos labios rosados, pero reprimió el deseo y se limitó a darle un beso casto en la frente.

—Felices sueños —susurró.

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