—El éxito a cualquier precio —leyó en voz alta el título el primero. Miró el otro—. Cómo cambiar tu vida para siempre.
En el cuarto oscuro encontró más pruebas. Había sido un dormitorio pequeño, que él convirtió en laboratorio de fotografía para poder revelar las fotos en casa. Varios artículos estaban fuera de su sitio y faltaba una de sus cámaras viejas.
Siguió investigando y revisó los cubos de basura del baño y la cocina. Parecía claro que alguien había vivido allí recientemente. Alguien que se había hecho pasar por él.
Entró en su despacho y abrió el archivador. Todos los archivos estaban en su sitio, pero eso no quería decir que el impostor no los hubiera examinado. Allí estaba descrita casi toda su vida. Cuentas bancarias y pólizas de seguros, contactos profesionales, nombres, direcciones y números de teléfono de su familia y amigos de su ciudad natal de Pleasant Valley, en Colorado.
Pedro tenía que saber lo que había hecho el impostor con esa información, para lo cual llamaría a Gabriel Rafferty, buen amigo e investigador privado, con objeto de enterarse de hasta qué punto le había estropeado la vida ese tipo. Después llamaría a su editor de la revista Adventurer y le diría que tenía que retrasar el viaje a Nueva Zelanda. Porque no pensaba ir a ninguna parte hasta que recuperara su vida.
El lunes por la mañana, Paula entró en la Biblioteca Pública de Denver muy poco antes de que se abriera la puerta al público. Siempre puntual y profesional, notó que los demás empleados la miraban mientras corría a su escritorio. Sin duda todos se llevarían una buena sorpresa si llegaran a descubrir que Paula Chaves había pasado el sábado por la noche en brazos de un desconocido.
Un hecho que ella no pensaba divulgar.
Pero tampoco podía olvidarlo.
Se sentó a su mesa, enderezó la placa con su nombre y el sacapuntas eléctrico y desenroscó el cable del teléfono. Tenía que volver a poner su vida en orden, pero para eso necesitaba respuestas.
Como bibliotecaria estaba habituada a proporcionar información a la gente sobre temas de lo más extraño. Y ahora era ella la que necesitaba información. Datos sobre Pedro Alfonso que le dijeran por qué había encontrado a un desconocido en la cama de su novio.
Antes de que terminara la mañana había descubierto lo suficiente para abrir una carpeta, en la que metió números atrasados de la revista Adventurer con fotos suyas, y papeles impresos con artículos de periódico que había encontrado en la página web de Pleasant Valley, Colorado, su pueblo natal. Lo que no había encontrado aún era una foto de él.
Volvió a revisar los artículos del Pleasant Valley Gazette, un semanario que se centraba en las noticias locales del pueblo y en el que había encontrado varios artículos sobre las aventuras del héroe del lugar, entre ellas la del rescate arriesgado de un gato siamés en Egipto.
Según el artículo, Pedro se había criado en una casa en las afueras de Pleasant Valley y siempre le habían gustado los animales, por lo que se había llevado al gato a Denver con él. Paula ya sabía todo eso porque se lo había contado Pedro.
Pero no le había hablado nunca del hombre al que había encontrado en su cama el sábado por la noche. Y ella seguía sin saber quién era ni lo que había hecho con su Pedro.
El día anterior había enviado varios correos electrónicos a su novio y lo había llamado un montón de veces al móvil, pero él no contestaba.
O no podía contestar.
Reprimió un escalofrío y se dijo que Pedro tenía que estar a salvo. Ella no habría podido hacer el amor con un hombre capaz de violencia, ¿verdad? Y menos aún de disfrutar. Lanzó un gemido y enterró el rostro en las manos.
Nunca había tenido aventuras de una noche ni sexo anónimo. Prefería ir sobre seguro tanto en su vida personal como profesional. Y acostarse con un desconocido era un riesgo que sencillamente no estaba dispuesta a correr.
Pero la noche que había pasado en brazos del desconocido seguía en su cabeza por mucho que intentara olvidarla. Se ruborizó. ¿Cómo iba a poder explicarle aquella noche a su novio?
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