martes, 31 de mayo de 2016

Extraños En La Noche: Capítulo 23

Pero a Paula le resultó imposible concentrarse en otra cosa que la nota que tenía ante ella. Su novio al fin se había puesto en contacto, aunque el mensaje fuera breve y confuso.

Ella no quería olvidarlo ni pensar que era tan malo como decía Pedro, pero la había engañado, aunque aquello al menos probara que no la había abandonado.

Se tocó las sienes, donde empezaba a sentir dolor de cabeza. ¿Por qué su novio no la había llamado a casa? Allí habría podido hablar con él. Cerró los ojos. Aquello no llevaba a ninguna parte. Sólo le quedaba esperar que volviera a tener noticias suyas. Con suerte, quizá tuviera un mensaje en el contestador de casa. Lo comprobaría durante la hora de la comida, pero hasta entonces tenía que intentar olvidarse de Pedro Alfonso y de él. O la volverían loca entre los dos.

—Estás en un buen lío.

Esas fueron las primeras palabras que oyó Pedro cuando entró en la redacción de Adventurer. Lorena tomaba una chocolatina subida al mostrador.

—¿Dónde está Lucía? —preguntó él.

—Ha salido a comer. Me he quedado en su puesto.

— ¿Y por qué estoy en un lío?

—A mí no me preguntes, pregúntale al jefe. Ha dicho que quiere verte en cuanto pongas los pies aquí.

—A lo mejor me quiere dar un aumento. O subirme las dietas.

— Sigue soñando —la chica terminó la chocolatina y se chupó los dedos—. Bruno no está de buen humor. Ni siquiera se ha reído de mi chiste del abogado.

— Porque el chiste es malo.

Ella hizo una mueca.

—Tú te reíste.

— Porque soy un tipo simpático. Pero como amigo te aconsejo que dejes de contar chistes. Eres malísima.

Ella achicó los ojos.

— Bueno, ya que estamos con consejos, si yo fuera tú iría con cuidado con la mujer que trajiste a la fiesta. Te traerá problemas.

— ¿En serio? —preguntó él, curioso—. ¿Por qué dices eso?

—Intuición femenina —Lorena saltó al suelo—. Admítelo. Tú nunca has tenido muy buen gusto para las mujeres. ¿Se puede saber cómo has acabado con alguien como ella?

—Es una larga historia. Y para tu información, tengo muy buen gusto para las mujeres.

Ella se echó a reír.

—No quiero empezar a criticar tu vida amorosa, pero acepta mi consejo y sigue con las pelirrojas tontas. Serás mucho más felíz.

Pedro quería discutir esa afirmación, pero Bruno Berger, el editor ejecutivo de la revista, eligió ese momento para salir de su despacho.

—Lucía, llama al maldito Alfonso y... —se detuvo al ver a Pedro—. Bien, ya estás aquí. ¿Podemos hablar?

— Claro —siguió al otro al despacho—. ¿Cuál es el problema?

— Siéntate, por favor.

Pedro lo miró extrañado. Su jefe nunca pedía nada por favor.

— ¿Un puro? —preguntó tendiéndole una caja de habanos.

—No, gracias —se recostó en su silla.

Bruno jamás compartía sus preciosos habanos con nadie, y menos con sus empleados.

— No sé por dónde empezar —dijo el editor—. Sé que siempre has sido sincero conmigo, o por lo menos eso espero. Por eso me preocupa la llamada de teléfono que he recibido esta mañana.

— ¿Y tengo que adivinar de qué estás hablando?

Bruno lo miró.

— Me ha llamado Humberto Walton, de Empire Media. Somos viejos amigos y quería verificar un rumor que había oído.

Hizo una pausa, como esperando que Pedro supiera ya por dónde iba. Pero no era así.

— ¿Y?

— Y me ha dicho que buscas trabajo —se echó hacia delante y apoyó los antebrazos en la mesa—. Mira, si estás descontento con tu sueldo actual o con tantos viajes...

—Espera un momento —levantó ambas manos—. Yo no busco otro trabajo. Estoy muy contento aquí, aunque no me quejaré si me das un aumento.

Bruno hizo una mueca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario