sábado, 7 de mayo de 2016

Las Tinieblas De Mi Vida: Capítulo 21

—¿Qué vas a hacer tú?

—Buscar un trabajo —respondió Pau—. Tengo que pagar el alquiler. Y nunca se sabe, mi experiencia como limpiadora me podría venir bien. Puede que te pida referencias.

—Las referencias que yo podría darte quizá no te conseguirían el tipo de trabajo que tú buscas, cara.

Ella sabía que estaba intentando insultarla, no seducirla. Y, sin embargo, no pudo evitar un escalofrío de… no sabía qué.

—Si lo único que sabes hacer es emitir comentarios groseros como ése, te puedes marchar ahora mismo. A menos que tengas alguna sugerencia.

—La verdad es que sí.

—¿No me digas?

—Sobre lo que dijiste ayer, que ser ciego no tenía nada que ver con que no aceptaras mi proposición de matrimonio… —Es verdad.

—Demuéstralo.

El reto hizo que Pau arrugase el ceño.

—¿Cómo?

—Dí que sí.

Pau se echó hacia atrás en la silla como si alguien la hubiera golpeado.

—¿Sigues queriendo que me case contigo?

—¿Por qué no? Vas a tener un hijo mío, Paula. Nada ha cambiado salvo que ahora no puedes mantenerlo —dijo él, inclinando a un lado la cabeza.

Pau hubiera dado cualquier cosa por poder decirle que eso daba igual, que perder su trabajo no tenía importancia, pero no lo hizo. Porque no era verdad.

—¿Crees que no lo sé? —suspiró—. Pero qué ironía, pensé que habías venido para sugerir…

No terminó la frase, sabiendo que Pedro estaba alerta a cada nota de su voz. Parecía poseer una turbadora habilidad para oír no sólo lo que una persona decía, sino lo que no decía.

—¿Pensabas que iba a sugerir qué?

—Pensé que no querías que siguiera adelante con el embarazo.

Pedro se puso pálido.

—Dio mío, ¿habías pensado eso de verdad?

—Según lo veo yo, podría ser una solución para tí —insistió ella.

—Tú no ves nada, cara —replicó Pedro, apretando los dientes—. Salvo lo que quieres ver, naturalmente. Yo soy el malo de la película, pero esto no es una película y, si lo fuera, tú no serías la única protagonista.

—Muy críptico. ¿Qué estás intentando decir?

—Que es nuestra película y nuestro hijo. Y un hijo necesita un padre y una madre.

—En general suele ser así. No es opcional, al contrario que el matrimonio — Pau se levantó y empezó a pasear por el salón, enfadada.

—No hay necesidad de ponerse nerviosa…

—¡Me pondré todo lo nerviosa que me dé la gana!

—Este matrimonio es sólo un arreglo de conveniencia…

—Lo dices como si fuera inevitable —lo interrumpió ella—. Y, además, ¿de qué estás hablando? Un arreglo de conveniencia…

—Un matrimonio no tiene que durar para siempre.

El matrimonio de sus padres no había durado. Su padre, un adúltero confeso, se había marchado de casa cuando Pedro cumplió diez años y el contacto con él durante el resto de su infancia se había limitado a las tarjetas de Navidad y algún regalo de cumpleaños, normalmente con un mes de retraso.

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