jueves, 26 de mayo de 2016

Extraños En La Noche: Capítulo 13

Pedro no estaba seguro de que aparecería Paula hasta que oyó el timbre de la puerta a las siete en punto. Se enderezó la corbata y se acercó a la puerta con curiosidad. ¿Quién estaría al otro lado? ¿La estirada Paula o la dulce y sexy Pau?

La contradicción entre ambas lo intrigaba. Suponía un reto. Pensaba más en ella que en el hombre que había secuestrado su vida. ¿Qué clase de mujer había sido para su novio? ¿Se había metido en su cama con él?

Abrió la puerta y la miró. Llevaba un vestido azul marino hasta debajo de las rodillas, un vestido apropiado para un funeral. Pero sus intentos por ocultar su sensualidad parecían producir el efecto contrario en él, que la encontraba erótica de todos modos y se preguntaba qué habría que hacer para que perdiera la compostura.

— ¿Puedo pasar? —preguntó ella.

—Por supuesto —él abrió más la puerta.

Tom apareció detrás de él y se frotó contra los tobillos de ella.

Pedro la vió agacharse a acariciar al gato. Tom siempre había sido muy discriminatorio con las mujeres y a la mayoría no las miraba dos veces, pero era indudable que aquella tenía algo que lo atraía. Y también tenía algo que atraía a su dueño.

—¿Quieres beber algo antes de irnos? — preguntó.

— No, gracias —ella se incorporó—. ¿Adonde vamos?

— Hay una fiesta de aniversario en la redacción. Nada del otro mundo. Hoy hace diez años que salió el primer número de Adventurer, así que es una excusa para comer y beber a cuenta de la empresa.

— ¿Y cómo explicarás mi presencia?

— No hace falta, eres mi acompañante.

Ella frunció el ceño.

—¿Me parezco a las mujeres con las que sales habitualmente?

En absoluto. Generalmente prefería pelirrojas con un coeficiente intelectual bajo, no castañas listas que le hicieran pensar mucho. Paula Chaves destacaría bastante en la redacción, donde casi todos los empleados eran más jóvenes que él, veinteañeros a los que les gustaba vivir al límite.

— ¿Con qué clase de mujeres crees tú que salgo?

— Mujeres tipo muñeca Barbie, pero con pechos más grandes —aventuró ella, acercándose bastante a la verdad.

Él se llevó una mano al corazón.

—Soy un hombre de buen gusto, refinado. Me gustan todo tipo de mujeres siempre que me estimulen intelectualmente.

Ella achicó los ojos.

—¿De verdad?

—No, la verdad es que has acertado la primera vez. Pero esto último quedaba bien.

— Para tí todo es un juego, ¿verdad? — Preguntó ella, acusadora—. Y encontrar a tu supuesto suplantador también. Todo esto te divierte.

— Una vida que no sea divertida no merece vivirse —repuso él. Le abrió la puerta—. ¿No estás de acuerdo?

—La diversión tiene su lugar —ella salió al pasillo—. Yo siempre incluyo actividades divertidas en mi agenda.

— ¿Las planeas? —preguntó él con una mueca—. La diversión tiene que ser espontánea, como cuando te metiste en mi cama el sábado.

Ella se detuvo delante del ascensor.

—Me gustaría que dejaras de lanzarme eso a la cara.

Él la miró, extrañamente dolido por sus palabras.

— No lo he dicho para insultarte. Aquella noche me divertí de verdad. Y tú también.

Se abrió la puerta del ascensor y ella entró la primera.

—No quiero hablar de eso.

—Yo creo que deberíamos hacerlo —se cerró la puerta y el ascensor empezó a bajar—. Porque esa noche parece ser un problema para tí.

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