martes, 31 de mayo de 2016

Extraños En La Noche: Capítulo 22

—Mi club de lectura se reúne a las siete y seguro que dura más de una hora.

— ¿Club de lectura? ¿Me vas a dejar plantado por un club de libros?

—Para mí es muy importante —repuso ella, algo dolida por su reacción—. Lo monté yo para estudiar a autores británicos y nos reunimos todos los Jueves por la noche cuando cierra la biblioteca. Este Jueves hablamos de Orgullo y prejuicio de Jane Austen, que casualmente es uno de mis libros favoritos.

— No lo he leído —dijo él—, pero si lleva cien años editado, ¿no podéis dejar la discusión para otra reunión?

— Por supuesto que no.

Él bajó su tenedor.

—¿Seguro que no hay otro motivo para que no quieras venir a esa cena? ¿Seguro que quieres encontrar a tu novio?

—Claro que sí.

— ¿Sí? — se inclinó hacia delante— Mientras mi impostor siga desaparecido, tú no tienes que afrontar que te mintió y puedes seguir fingiendo que habrá una explicación razonable para su comportamiento.

— Yo quiero encontrar a mi novio tanto como tú —repuso ella—. Mejor dicho, más que tú. Porque yo lo quiero mucho.

En la barbilla de él se movió un músculo.

—No lo entiendo. Te engaña con todo, incluso su nombre y te sigues mostrando leal con él.

— Sólo quiero darle una oportunidad de explicarse antes de juzgarlo —oportunidad que su padre no había tenido.

Él tomó su plato y lo llevó al fregadero.

— Son casi las nueve. Más vale que te vayas.

Ella se levantó también.

—Necesito los zapatos.

Él abrió la puerta del horno y los sacó.

—Toma.

La joven movió la cabeza y se los puso. Buscó su bolso en la sala de estar y dudó si volver a la cocina a despedirse, pero optó por marcharse sin más.

—Nos vemos luego, Pau —gritó cuando ya estaba en la puerta.

Y la frase sonaba más como una amenaza que como una promesa.

Paula llegó a la biblioteca a las 8:59. Hizo caso omiso de las miradas de sus compañeros, que estaban acostumbrados a encontrarla en su mesa cuando llegaban, pero no pudo ignorar a Eliana Myerson, quien miró el reloj de la pared y se acercó a su mesa.

—Hay otro mensaje para tí —dijo, ajustándose las gafas.

Ella se sentó en su silla.

— ¿Si?

Eliana le tendió una nota y se quedó mirando mientras Paula la leía.

"Por favor, no me olvides todavía".

El corazón le dió un vuelco.

— ¿Esto es todo? —preguntó.

La mujer asintió.

— Le he preguntado si quería dejar su nombre o un teléfono, pero ha colgado antes de que acabara la pregunta.

Era de su novio; no podía ser de nadie más.

— ¿Qué tal hablaba?

La directora enarcó una ceja.

—No soy una experta en voces. No era nadie que yo conozca.

— ¿Pero ha preguntado por Pau, por Paula o por la señorita Chaves?

¿Sonaba alterado o con miedo? Deseaba desesperadamente más detalles. Cualquier cosa que pudiera darle una pista sobre su paradero.

— Ha sido una llamada muy corta. ¿Hay algún problema, Paula?

—No, no. Ninguno.

Eliana asintió.

—Me alegro. Y ahora, si me disculpas, seguro que las dos tenemos trabajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario