sábado, 2 de abril de 2016

Amores Que Matan: Capítulo 8

— Entonces, tenemos una cita para más tarde —le dijo David y se dirigió a Flor —. Llévame a la boca del lobo.

— Sinvergüenza presumido —dijo Flor burlona.

Él se rió y la siguió a la fiesta. Paula se quedó buscando los alimentos que trató de encontrar antes. Después, regresó a la fiesta y vió a David rodeado de chicas.

Observó como flirteaba abiertamente con una bonita rubia. La chica no ocultaba su fascinación y Paula imaginó que eso era algo que se repetía a menudo. ¡Era cierto que David había llegado a la cima!

Flor  se le acercó y mordisqueó un pedazo de apio.

— Su actuación es estupenda —dijo con sequedad.

—Trata de hacerte honor -aceptó Paula y ambas sonrieron. -Es un buen actor -admitió Flor como para borrar la sospecha de celos profesionales—. Merece el éxito que tiene.

— Sin embargo, es curioso —murmuró Paula—. ¿Recuerdas lo tonto que era en la escuela de arte dramático? Nunca ponía atención y yo nunca creí que realmente quisiera actuar.

— Tal vez es mejor actor de lo que pensarnos, tanto fuera como dentro del escenario —dijo Flor y la miró de forma curiosa.

Paula vació los ceniceros, recogió un montón de vasos sucios y se dirigió a la cocina a lavarlos. Un hombre joven con pantalones de pana y suéter blanco, la siguió.

—¿Necesita ayuda?

—Gracias —contestó sonriendo. Trabajaron un rato juntos.

—¿Actríz? —dijo mirándola de arriba abajo. —No —contestó ligeramente desconsolada.

—¿Amiga de Flor? -puso cara de sorpresa. Flor no conocía a nadie fuera de ese ambiente.

-Sí.

-¿Modelo?

Ella sonrió moviendo la cabeza.

— Debía serlo —dijo con tono insinuante—. Podría tener mucho éxito. ¿Quiere algunas presentaciones? Podría conseguirle trabajo. Paula lo miró con frialdad.

—No, gracias, soy casada.

Él se echó para atrás como si lo hubiera abofeteado. —Bueno, encantado de servirla en cualquier momento —desapareció como si temiera por su vida y ella sonrió para sus adentros. Pensó que el muchacho trató de usar el viejo truco del empleo y pensó que hacía mucho tiempo que alguien había intentado conseguir una cita con ella con el mismo pretexto. Era divertido. Flor entró y le hizo una mueca.

—Deja de esconderte aquí y únete al resto... viniste a divertirte, no a trabajar.

Paula se dejó llevar de nuevo a donde estaban todos y le sonrió a la gente, habló y escuchó hablar de teatro. En un momento dado se encontró espalda con espalda con David. Se tocaron y giraron para verse. Él le hizo un guiño. La rubia seguía colgada de su brazo y él no hacía ningún esfuerzo para zafarse. Los ojos de Paula contemplaron a ambos y sonrió antes de apartarse.

Comenzó a sentir que jamás se había ido. Al principio le fue difícil poner a un lado el recuerdo de Pedro con otra mujer en los brazos, pero ahora lo hacía sin esfuerzo. Cada vez que el pequeño cuadro surgía en su cabeza, lo apartaba y sonreía más.

La fiesta comenzó a desanimarse a las dos. La gente se iba, el aire aclaró y la música se oyó más suave. Unos cuantos invitados bailaban adormilados ahora que había lugar para moverse. David se apartó de la rubia y se le acercó.

—¿Bailamos?

Ella lo miró sorprendida, notó que la rubia la miraba sin disimular los celos.

—No quiero que me saquen los ojos. Regresa con Rizos de Oro.

David no contestó. Le rodeó la cintura con un brazo y la empujó. Ella lo siguió alrededor del cuarto con la mano sobre el hombro.

Él puso la mejilla sobre el cabello femenino.

—Flor me ha dicho que tu matrimonio está a punto de naufragar.

Paula se puso rígida, se tropezó.

—No tiene ningún derecho...

Él la miró serio, a los ojos.

—Flor y yo somos tus amigos más antiguos. Tiene todo el derecho. Estamos preocupados.

— ¡No es su asunto—el dolor hizo que su voz pareciera brusca.

—Por lo que Flor  me dijo, Pedro Alfonso es un desgraciado.

—No debí decirle nada. No creí que le contaría a todo el mundo lo que le dije.

David le apretó el brazo y la lastimó. —¿Tratas de insultarme, Paula?

- Lo siento — se disculpó al verlo enfadado. —Eso espero.

-Pero mi matrimonio es asunto privado.

—Se lo contaste a Flor ¿por qué me excluyes a mí?

Su mirada la hizo ruborizar.

—Cuando hablé con Flor estaba aturdida. Supongo que necesitaba un hombro para poder llorar.

—Usa el mío.

—Es distinto.

—Siempre nos llevamos mejor que Flor y tú. ¿Ya no somos amigos, Paula?

A Pedro no le gustaba Flor, pero sabía que menos le agradaría David si lo conocía. Sonrió con tristeza.

—Causaste a Pedro una mala impresión con ese telegrama.

—¿Se puso celoso?

Algo en su voz hizo que lo mirara con más cuidado.

— ¡David! ¿Lo hiciste deliberadamente? —jamás se le había ocurrido antes. Lo tomó como una de las bromas de David. Pedro se había puesto furioso, pero ambos lo olvidaron durante los embriagadores días de la luna de miel.

-Quise darle algo en que pensar -se encogió de hombros-. ¿Por qué te casaste con un extraño, Paula? Lo hiciste de repente, mientras yo estaba en el otro lado del mundo.

3 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Hasta ahora pienso lo peor de Pedro, no veo como puede cambiar eso!

    ResponderEliminar
  2. Este Pedro no parece nada bueno pero ya me cae muy mal este David!!!

    ResponderEliminar