jueves, 7 de abril de 2016

Amores Que Matan: Capítulo 15

—¿En qué? —dijo con ironía.

—Actuando... ¿en qué otra cosa?

—¿En qué otra cosa? —repitió él con ironía—. Dicen que es una profesión muy saturada. ¿Qué te hace pensar que conseguirás trabajo?

—Mañana me van a hacer una prueba para un papel en un programa de televisión —dijo en tono de triunfo, pero la hirió su mirada.

—¿Te pregunto quién hizo las gestiones o puedo adivinarlo?

Paula desvió la mirada, se mordió el labio.

—David es mi amigo —dijo y Pedro volvió a reírse, pero fue un sonido cruel.

—Una forma amable de describirlo.

-¿Qué quieres que te diga? ¿Que estoy loca por él? ¿Que anoche dormí con él y que volveré a hacerlo hoy y mañana y todas las noches que sigan? —las palabras le salieron como un torrente, estaba muy excitada, totalmente fuera de sí-. Si eso es lo que quieres oír Pedro... muy bien: David es mi amante, me gusta, voy a divorciarme de tí para ir a su lado.

El rostro de Pedro parecía de granito, mientras la oía decir enojada todas esas palabras. De pronto, le apretó la cabeza con la mano, atrajo su cuerpo hacia él con la otra mano apoyada en su cintura y le aprisionó la boca de forma salvaje.

Gimió por el dolor que le producía. Luchó con tanta violencia que sus cuerpos cayeron al suelo entrelazados. Por un momento se quedaron allí respirando fuerte.

Luego Paula se repuso y trató de levantarse, pero Pedro la agarró con tanta fuerza que su vestido se rasgó. Furiosa miró la tela rota, pero contuvo la respiración al enfrentarse a él. Pedro contempló la piel desnuda.

Ella trató de hablar pero la voz no le salió. El corazón le latía con fuerza.

Los ojos de Pedro se dirigieron a su cara y ella movió la cabeza negando en silencio y tratando de alejar sus manos.

—Sí — dijo él con voz apasionada como si ella hubiera hablado. La cabeza oscura se inclinó y Paula lanzó un gemido.

— ¡No, Pedro! —no podía soportar la idea de llegar a la intimidad con ese terrible abismo entre ellos. Pensó con amargura en la otra mujer. No era a ella a quien Pedro quería... sólo la utilizaba y eso la hirió—. Busca a otra mujer, Pedro. Yo no te quiero —le dijo cegada por los celos.

Se la quedó mirando de una forma tan dura y fría que la aterrorizó.

— ¡Eres cruel! —dijo con los dientes apretados. Sus manos le rodeaban la cintura como si fueran de acero. Ella protestó y trató de apartarle las manos, pero él se apoderó de sus labios besándola apasionadamente.

Hacía meses que no hacían el amor y ella lo deseaba. Sin embargo, el amor propio la hizo resistir con todas sus fuerzas. Luchó con los dientes y las uñas para tratar de alejarlo, pero no pudo.

— Voy a hacerte el amor —le susurró al oído. Paula gimió y él apretó su cuerpo mientras ella emitía una amarga protesta silenciosa. De pronto, como si eso la elevara por encima de lo que estaba sucediendo, se quedó rígida y fría. Tomaba su cuerpo contra su voluntad y la hizo sentir como un objeto. Lo odió.

Cuando se quedó acostado de nuevo a su lado, respirando con fuerza, Paula se levantó, se duchó y se volvió a vestir para irse. El estaba en la puerta, silencioso y ella le desafió con la mirada; le vió acobardarse como si le hubiera golpeado.

—Nuestro matrimonio fue un error monumental. No estábamos hechos el uno para el otro. Tú, ni siquiera querías hijos. Todo lo que quiero ahora es olvidar que exististe alguna vez.

-Muy bien. Mi abogado se pondrá en contacto con el tuyo si me mandas su nombre.

-Le mandaré el nombre a él.

Cuando se iba, él le dijo:

-Te daré una pensión. No quiero que vivas en la miseria mientras consigues trabajo.

-No. No quiero un centavo de tí -luego dijo deliberadamente-David se encargará de mi.

Salió en silencio y cuando la puerta se cerró a sus espaldas, sintió como un eco extraño en su interior, como si la casa fuera una concha llena de sonidos del pasado y su mente hubiera pescado ese lejano murmullo de la voz apasionada del Pedro de hacía mucho tiempo, cuando se amaban y su felicidad parecía duradera.

¿Cómo se había agotado ese amor? ¿Lo hubieran podido evitar luchando los dos con más fuerza? ¿Fue culpa de ella? ¿O de él? ¿O de ambos? ¿Contribuyeron los dos a la destrucción y muerte del amor? Ella iba en el tren, sentada como una estatua blanca y pensaba en el hijo que se malogró. Quería tener ese hijo que era parte de Pedro y parte suya, una vida nacida de sus vidas, algo tan suyo que ella misma hubiera amado tanto... Pedro no lo quiso y aunque fue amable con ella cuando lo perdió, jamás le dijo que sentía que lo hubiera perdido. Eso los separó los últimos seis meses y ella pensó entonces que ya no podía hacer nada que le doliera más.

Se equivocó. Él se enamoró de otra mujer y tal vez la separación de los últimos seis meses ayudó a aumentar la atracción por Laura Blare, así que podía ser culpa de ella. Ya no sabía ni le importaba.

Porque pensó que ese día, él había matado su amor. La pasión brutal que le mostró fue tan bárbara, que sólo podía pensar en él con temor y resentimiento.

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