martes, 19 de abril de 2016

Amores Que Matan: Capítulo 33

Él se volvió y caminó hacia la ventana. De espaldas a ella le dijo:

—¿Y tiene que ver algo lo que tú sientes, Paula? Se había dicho a sí misma que elegiría de acuerdo a sus propias necesidades, pero al final escogió de forma diferente y lo sabía.

— Sí —dijo con voz muy baja sabiendo que iba a lastimarlo. David se quedó silencioso por un momento y luego preguntó:

—¿Y la otra mujer? Dijiste que tenía una.

—Estaba equivocada. Sólo existo yo.

David se la quedó mirando.

—Deja que entienda bien, lo abandonaste porque había otra persona y regresaste porque no la había, ¿es así?

Las preguntas daban en el blanco y ella desvió la mirada.

— Vamos a comenzar de nuevo. Trataremos de hacer funcional nuestro matrimonio.

-¿Y yo?

—Lo de anoche estuvo mal —le dijo sin mirarlo- . Yo me sentía desgraciada y sola y tú me ofreciste consuelo.

—¿Entonces, gracias y adiós?

—Lo siento, David.

Volvió la cabeza cuando Pedro regresó a la habitación. Ella observó cómo los dos hombres se medían con ojos fríos y hostiles.

—Me voy, Alfonso. Buenas noches, Paula. Esperaré con ansia volver a verte pronto. Pablo te avisará las fechas de los ensayos.

Salió dando un portazo. Pedro la estudió.

—Pareces cansada. Sería buena idea acostarse temprano. Yo tengo que trabajar, así que me quedaré aquí abajo un rato más.

Ella asintió, le besó la mejilla y subió a acostarse. Al dormirse se le ocurrió que Pedro se había refugiado de nuevo en su trabajo, que las cosas apenas sí habían cambiado.

Despertó temprano y tuvo tiempo de reflexionar. Estaba acostada y oía la tranquila respiración de Pedro. Él estaba de lado dándole la espalda pero Paula adivinó que no dormía. Cerró los ojos, deslizándose sobre las sábanas y acurrucándose contra su espalda, como si pretendiera dormir.

Un rato después, él se movió, pero fue para salirse de la cama. Ella mantuvo cerrados los ojos y lo oyó ir al baño. Escuchó el lejano sonido de la ducha y después de un rato sus pasos en la escalera.

Se puso su único camisón realmente atractivo, uno de encaje negro, que había utilizado durante la luna de miel y que muy raras veces se ponía, y bajó la escalera para encontrarlo en la cocina preparando su desayuno.

-Siento haberme quedado dormida —dijo con alegría.

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