jueves, 7 de abril de 2016

Amores Que Matan: Capítulo 13

Flor se la quedó mirando con el ceño fruncido.

—Te despertaré de nuevo aunque sea necesaria una caja de dinamita.

—Eres muy amable conmigo, Flor. Estoy muy agradecida.

—¿Y para qué son los amigos? -preguntó Flor  igual que David—. ¿Recuerdas lo que nos llamaban en la escuela de drama?

—Los tres mosqueteros —murmuró Paula riendo.

—Tú, yo y David... tres. Juramos que nos mantendríamos unidos, que nos conseguiríamos papeles de ser posible, que compartiríamos alojamientos y el dinero disponible... ¿recuerdas los planes que hacíamos?

—Muy bien.

—Pues bien, para que no lo olvides, la habitación de invitados es tuya todo el tiempo que quieras y sin ningún compromiso. Excepto que tienes que hacerte invisible si recibo a un amigo.

Paula la miró divertida.

—¿Alguien en particular?

— Ya lo conocerás. Por el momento está ausente, pero regresará la próxima semana.

—¿Es de nuestra profesión?

-Es escenógrafo. Está trabajando en París desde hace un mes. Si no te gusta, no me lo digas.

—¿Tan serio es el asunto?

—Creo que sí.

¿Para ambos?

-No estoy segura todavía... acerca de mí, sí, pero no respecto a Ramiro. Es bastante enigmático. Hasta podría ser casado y con seis hijos. Tengo que sacarle con sacacorchos todo lo que quiero saber.

— Entonces espero que sea soltero.

— Lo mataré si no lo es —dijo Flor y no bromeaba.

David llamó esa tarde e hizo gestiones para que Paula tuviera su prueba al día siguiente. -¿Nerviosa?

—Mucho. Recuerda que no he trabajado en dos años.

—Yo pasaré a recogerte y te llevaré. No te preocupes.


Después de colgar el teléfono, Paula salió del departamento y tomó el tren para ir a su casa.

Después del matrimonio, Pedro decidió comprar la elegante casita en Kent. Estaba lo suficientemente lejos de la ciudad para tener tranquilidad, pero bastante cerca para que él pudiera ir y venir de Londres. En ese tiempo, a ella no se le ocurrió que la aislaba de su viejo círculo de amistades. Cuando lo notó, estaba demasiado deprimida para hacer algo al respecto.

Por supuesto que hizo algunas amistades entre los vecinos. Amas de casa que encontraba al ir de compras, la esposa del abogado, la esposa del médico... Pedro quiso que invitara a toda esa gente y por algún tiempo lo hicieron, pero su enfermedad interrumpió todo eso.

Entró en la casa. Estaba vacía y silenciosa.

Subió a su habitación y comenzó a hacer la maleta. Dejó la mayor parte de su ropa; sólo había unas cuantas cosas que quería. Lo último que tomó fue la foto de Pedro que tenía en la mesa de noche. Se quedó contemplando el rostro atractivo de rasgos duros, cerró los ojos y luego la puso hacia abajo con dedos temblorosos. Cerró la maleta.

La sobresaltó un movimiento en la puerta y levantó la vista.


-¡Pedro!


Allí estaba, vestido de etiqueta.


—¿Vas a alguna parte? —le preguntó con ironía.


Ella bajó la vista hacia la maleta y trató de cerrarla. No pudo.


Pedro se acercó y la cerró sin esfuerzo.


—Gracias—murmuró ella.

Él se enderezó y metió las manos en los bolsillos.

-¿Vas a irte con Redway? -su voz era indiferente como si discutiera un problema legal con un cliente.

Ella se sonrojó.

-¡No!

—¿No? —levantó las cejas con ironía—. ¿Esperas que lo crea? ¿Después de lo que ví hoy?

-Lo has interpretado mal... -comenzó a decir ella y él la interrumpió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario