Pedro la insultó. Era fácil sentir antipatía por alguien que no mostraba amistad, y la animosidad de Pedro hacia Flor no era ningún secreto. El ambiente de la muchacha era el teatro, David y Flor eran su tribu. Para ella todo era muy simple.
— Nunca debiste casarte con un extraño —su voz sonó complaciente— . Pero ya se acabó.
Paula pensó que las personas era muy complicadas. ¿Porqué tendrían tantos recovecos?
¿Por qué era la vida tan complicada y dolorosa? En un mundo ideal, David y Flor se hubieran llevado muy bien con Pedro y él con ellos. Cuando se casó, esperó que así sucediera. Ella se enamoró como una loca, y nunca pensó en las consecuencias, las repercusiones.
David la llamó por teléfono dos días después con la noticia de que la audición había sido un éxito.
-El papel es tuyo -anunció excitado.
-¡David! ¿Estás seguro?
—Me lo acaba de decir Pablo. Había otras dos candidatas pero decidió dártelo a tí.
Ella pensó con ironía que era porque David la recomendaba, pero supo que no debía darle importancia al asunto. Flor se acercó.
—¿Lo conseguiste?
Ella asintió y Flor sonrió de oreja a oreja quitándole el teléfono y gritándole a David:
— ¡Maravilloso!
Le devolvió el teléfono y David gruñó:
— ¡Me rompió los tímpanos!
—¿Qué puedo decir? Estoy entusiasmada -le dijo Paula.
-Entonces cena conmigo.
—Me encantaría.
—Lo celebraremos.
-¿Y Flor? —preguntó porque así volverían a estar los tres como antes.
— Si quieres... —pareció seco de pronto.
-No puedo -gritó Flor dentro del teléfono y David dijo con alegría-. ¡Otra vez!
¡Me quedaré sordo si sigue gritándome! -luego rió-. ¡Entonces sólo nosotros, Paula!
Notó algo no muy claro y se quedó mirando a David que tenía un aspecto complacido.
— ¡De acuerdo! -aceptó, pero algo en ella se puso alerta. -Pasaré por tí a las ocho. Ponte algo espectacular, quiero lucirte. Cuando colgó, miró a Flor, que estaba estática, como si le hubieran dado a ella el papel.
-¿Qué se siente al estar trabajando de nuevo? -le preguntó.
-Se siente uño muy bien -pero en el fondo estaba preocupada porque David esperaba algo de ella. Lo supo por su voz y Flor se mantenía apartada a propósito.
Paula sabía que no tenía otro compromiso esa noche. Los dejaba solos y gozaba con hacer de cupido. Los ojos le brillaban con aire triunfal. Tanto David como Flor eran conscientes de algo que sólo en ese momento se le ocurrió, y se estremeció. Trató de alejar la sospecha que había comenzado a crecer poco a poco durante los últimos días.
Flor insistió en que debía comprar un vestido nuevo. Paula tenía una cuenta bancaria suya... Pedro se preocupó de ello... pero ella no quería usarla dadas las circunstancias. Flor no opinó lo mismo.
—¿Y por qué no? En mi opinión, te lo has ganado, además ese dinero es tuyo, él te lo regaló.
Paula se estremeció.
—Yo no lo veo así.
—Comienza ahora -aconsejó Flor—. Te convirtió en una esclava obediente. Administraste su casa. Merecías cada centavo que te daba. Además es rico, ¿no es verdad?
-Sí, Pedro era rico. Su padre fue juez y cuando murió le dejó una renta considerable. Pedro también tenía buenos ingresos de su trabajo. Tenía una posición económica elevada.
Al final, Flor la convenció y salieron de compras. Era la ocupación favorita de ella. Adoraba la ropa. Pasaron dos horas antes de que estuviera satisfecha con el vestido que por fin escogieron.
Cuando Paula estuvo lista, Flor entró a la alcoba y se la quedó mirando fijamente.
—¿Y bien? ¿Cómo estoy?
—¿Necesito decírtelo yo? Sospecho que eso lo hará David.
Paula la miró ansiosa y no dijo nada. Nunca había tenido un vestido así, ultra sofisticado, de seda negra, se ajustaba al cuerpo y dejaba desnudos los blancos hombros. Las magulladuras casi habían desaparecido. Flor le miró los brazos y se extrañó al ver una mancha amoratada.
-¿Cómo te hiciste eso?
Paula se sintió enrojecer.
—No me digas, puedo adivinar, —añadió Flor.
Paula pensó estremeciéndose, que ni siquiera podía sospechar. Sin duda Flor imaginaba alguna lucha, una discusión que terminó en golpes, pero no podía concebir lo que Pedrole hizo. Eso fue una brutalidad.
-Necesitas ponerte algo de joyería —le dijo Flor.
Paula había dejado el joyero que Pedro le dió en el tocador de su elegante y vacío hogar.
—No tengo -dijo sin pizca de arrepentimiento al recordar el collar de perlas que heredó de la madre de Pedro, que había muerto ya antes de la boda, o alguno de los otros objetos hermosos que Pedro le regaló después. Pensó que habían sido juguetes para una prisionera y para ella no tenían valor.
Muy buenos capítulos! Paula cada vez más lejos de Pedro y más cerca de David!
ResponderEliminarCómo se va a arrepentir lo que le hizo Pedro a Pau. Ella merece ser feliz
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