jueves, 7 de abril de 2016

Amores Que Matan: Capítulo 14

— Creo que no, Paula, No había nada que se pudiera malinterpretar.

—David acababa de llegar. Es el departamento de Flor. Pasó a decirme algo.

—A mí me pareció como si se sintiera en casa. ¿Siempre visita a las personas en mangas de camisa y con un vulgar delantal? Preferiría que me dijeras la verdad, Paula.

—¿Siempre dices tú la verdad? — recordó a la mujer que vió en sus brazos y los celos la aguijonearon.

—¿Qué quieres decir con eso? —levantó las cejas sin saber de lo que hablaba.

—Nada.

—¿Tenemos que discutir esto aquí de pie? -hablaba con voz calmada y controlada y ella sintió alivio porque sabía que tenían que hablar y sería más fácil si ambos estaban tranquilos.

Lo siguió a la sala y se sentaron uno frente al otro, como extraños, pero así es como habían vivido los últimos meses.

-¿Qué es lo que quieres, Paula?

—El divorcio -dijo la palabra a toda prisa.

Él se levantó y se alejó unos pasos, metió las manos en los bolsillos y le dió la espalda. Ella se lo quedó mirando y notó que comenzaba a encanecer, pero no había duda de que eso le hacía muy distinguido.

—¿Y luego? -le preguntó con una voz áspera.

Paula no estaba segura de lo que quería decir.

-Luego... luego los dos estaremos libres.

Él se rió de modo desagradable. Se acobardó al escucharle. Cuando la miró ya no estaba controlado, estaba furioso.

—¿Es un buen amante?

La pregunta hizo enrojecer su piel. Le respondió airada.

— ¡Te lo dije! Interpretas mal las cosas.

— Mentiste —dijo entre dientes—. Me bastó con verte. Hace más de seis meses que no compartes mi cama, ¿pero crees que se me olvidó el aspecto que tienes después de hacer el amor?

Las palabras la hicieron temblar, estaba aterrorizada. Se levantó para irse, pero él le cortó el paso y la agarró de los hombros con fuerza.

—¿Te satisfizo? ¿O será mejor que le dé una lista de tus preferencias en la cama?

— ¡Eres un canalla! —desde que lo conoció jamás le había hablado así, con la cara llena de odio y los ojos desorbitados.

—¿Qué pasa? ¿Hablo con demasiada franqueza para tí? ¿Querías disimular tu adulterio con una fingida relación amistosa para darle aspecto respetable?

— ¡David no es mi amante!

—¿Me tomas por un idiota? Por lo menos él no trató de ocultar lo que había sucedido. Se aseguró de que lo supiera yo con cada mirada que te dirigía —el rostro de Pedro estaba pálido y desencajado— No es que necesitara la confirmación, adiviné todo desde el momento que llamaste para decir que habías pasado la noche con una vieja amistad... ¿quién otro podía haber sido?

— ¡Pero si nunca antes había visto a David! Estaba en Estados Unidos cuando nos casamos.

—O nunca te hubieras casado conmigo —agregó—. ¿Crees que olvidé el telegrama que nos mandó?

— ¡Fue una broma!

— ¡Dios mío! —le sacudió los hombros y la lastimó—. No me mientas, Paula. Redway sintió cada una de esas palabras. Cada vez que mencionabas su nombre hacías notar el hecho.

Ella le miró sin entender.

— ¡Casi nunca te lo mencioné!

—¿No? Ni siquiera sabes cuando lo haces. Me cansé de contar las veces que te oí decir... David esto, David aquello... jamás dejaste de pensar en él.

— ¡Nunca lo tuve en la mente!

—Tal vez te engañaste a tí misma, pero no a mí. Una noche, hablaste de él en sueños.

Se sobresaltó al oírlo.

-¿Lo hice?

—Así es.

—¿Y qué dije?

La agarró la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos.

—Quiero verte cuando hablo —recordó que una vez le oyó decir que en el juicio observaba los ojos de los testigos y así podía saber cuando mentían. Ella se lo quedó mirando con fijeza.

—¿Qué dije en sueños?

—Su nombre, varias veces. Te desperté y te volviste a dormir. Después de eso ya no hablaste.

—¿Fue una pesadilla? —le miraba asombrada—. ¿Por qué me despertaste?

—¿Crees que iba a estar acostado al lado de mi esposa oyendo que soñaba con otro hombre?

Ella trató de soltar la barbilla de su mano, pero entonces le agarró la nuca con los dedos y la inmovilizó.

— ¡Quédate quieta!

—Me lastimas.

-Entonces quédate quieta.

Ella lo hizo y él preguntó:

—¿Cómo piensas mantenerte si me abandonas? ¿Se encargaría Redway de eso?

—No —dijo con agudeza—. Voy a trabajar.

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