-Sí, sospechó, ¿verdad? -observó David satisfecho.
-David, no tiene nada de gracia.
—Pero ya se fue y tú todavía estás aquí. ¿Ya se terminó, verdad, Paula? ¿Se terminó para siempre?
Ella suspiró hondo.
-Sí —admitió. Pedro estaba enojado con ella, pero no se engañaba imaginando que se sintió celoso o dolido. Por lo que ella había visto y oído, podía imaginar que se había comportado con propiedad y corrección, sin jamás hacerle el amor a la otra mujer, manteniendo su distancia. Eso le dolería ahora, porque mientras él mantenía lo que consideraba las reglas, podía pensar que ella las violó para tener una relación con otro hombre.
-No pongas esa cara triste. No lo vale. Es un tipo inflexible. Cuando abrí la puerta me miró de arriba abajo como si fuera una oruga que encontró en la ensalada.
-Seguramente se debió al delantal -observó ella.
David lo miró con un gesto divertido.
— ¡Dios, qué facha! Eso lo explica todo.
-Tengo que irme -dijo mientras se lo quitaba y se ponía el suéter-. Te llamaré.
Cuando se fue, Paula entró al baño y se desnudó. Dejó correr el agua y la regó con fragantes esencias seleccionadas de las muchas que Flor tenía. Se hundió en el agua caliente y perfumada e inhaló el delicioso vapor, empezando a relajarse. ¿Qué podía hacer ahora? Después de lo que Pedro pensó que había descubierto, tal vez planeara nombrar a David como el tercero en discordia en el juicio del divorcio y ella tenía que impedirlo. Podrían separarse sin ningún escándalo, pero si aparecía el nombre de David, la prensa no dejaría de aprovechar la oportunidad de dar publicidad al asunto y ella no quería perjudicar su carrera artística.
Una lágrima le rodó por el rostro, le llegó a la boca salada e inesperada. Ni siquiera se dió cuenta que lloraba. Se frotó los ojos con la mano, sollozando como una criatura.
—Oh, Pedro— se lamentó. ¿A dónde se había ido el amor? ¿Cómo era posible que la dulce y cercana dicha de los primeros días de su matrimonio se convirtiera en la helada indiferencia de los últimos meses?
¿Cuándo dejó de amarla y comenzó a querer a Laura Blare? Se pasó los dedos mojados por el cabello y apretó los dientes. Tenía que convencerse, a pesar de lo mucho que la hería, de que Pedro amaba a otra mujer. Tenía que enfrentarse a ello.
Quizá no fue culpa de él.
¿No lo fue? Comenzó a acalorarse y a enojarse, los celos le quemaban. Pensó en la lejanía que desde hacía meses había entre ellos, la frialdad que él le demostró, las veces que le habló como si fuera una extraña. ¿Nada de eso era culpa suya? ¿Era ella la única culpable?
-Existen cuestiones prácticas que hay que resolver -dijo Flor más tarde—. Tendrás que verlo tarde o temprano.
Paula le dió una breve versión de la visita de Pedro y la amiga escuchó con calma y satisfacción, pero eso la enojó.
—Tanto David como tú parecen estar complacidos por el fracaso de mi matrimonio.
Flor no lo negó.
—Era demasiado posesivo. Te mantuvo apartada de todos tus amigos. Un marido normal espera compartir un poco a su esposa.
- Mi mundo era demasiado opuesto al suyo - dijo Paula con un suspiro.
—Tal vez, pero eso no disculpa la forma cruel con que te separó de nosotros.
Ahora eso va a quedar sobre su propia conciencia. —Pedro estará mejor sin mí —dijo Paula sin emoción.
—No pienses así. Es posible que todavía cause problemas.
— No. Va a pedir el divorcio.
—No estés tan segura. Yo conozco a los abogados... odian verse mezclados con la ley. Es una enfermedad profesional.
Era cierto, eso lo sabía Paula. Pedro siempre dijo que los abogados evitaban los procesos legales como si fuera una plaga, debido a que sabían demasiado de sus laberintos y problemas.
—¿Y qué vas a hacer con tu ropa? Tendrás que ir a recogerla.
— Iré a la casa mientras él esté en el juzgado.
-Paula, odio tener que decir esto, pero tienes que verlo. Sería mejor que todo se hiciera en forma amistosa y no lo lograrás si estás en este estado de ánimo.
—Supongo que tienes razón. De todas maneras, puedo arreglar todo a través de su abogado... y conociendo a Pedro, sería mejor hacerlo en la forma más correcta posible.
—¿Cómo pudiste soportar a ese pedante? Yo me hubiera vuelto loca al cabo de una semana.
— Lo amaba -dijo Paula con sencillez.
—Eres una simplona, Paula. Siempre lo fuiste... ciega como un murciélago en algunos aspectos. ¿Por qué crees que tu presumido Pedro se enamoró de tí?
—No puedo imaginarlo. Nunca pude... no teníamos nada en común.
Flor levantó las cejas con incredulidad.
—Alguna vez mírate al espejo, criatura... eres muy hermosa. ¿Irás a decirme que no lo sabías?
—No siempre lo parezco —se ruborizó Paula.
— ¡Dios dame paciencia! Paula, eres demasiado modesta —Flor se levantó y la empujó frente al espejo— ¡Mírate!
Paula vió a una chica con rizos dorado-rojizos peinados alrededor de una cara ovalada, un cutis suave y rasgos proporcionados. Ojos verdes en forma de almendra yunas pestañas largas y negras.
—Tengo la boca demasiado grande.
— Y muy atractiva. Eso es lo que piensan los hombres, los he oído decirlo.
—¿Los hombres? —Paula se la quedó mirando con la mirada en el vacío.
-David.
-¡Oh, David!
—Sí, David.
Paula volvió a prestarle atención al espejo.
—Tengo las caderas muy anchas para mi busto.
—Tu cuerpo es muy atractivo -replicó Flor irritada—. Y repito lo que oí.
—¿David de nuevo?
—Entre otros... en la fiesta llovían los comentarios.
—¿De veras?
—¿Pero qué te pasa? Antes tenías vida. Pregúntate esto: ¿si Pedro no se enamoró de tu mente brillante, entonces de qué?
Paula sabía la respuesta, pero hacía ya tanto tiempo desde que se lo demostró, que sintió que respiraba de prisa al recordarlo. Se quedó con la mirada perdida a lo lejos y se olvidó de Flor. Se llevó las manos a la cara y luego las deslizó a lo largo del cuerpo.
Espectaculares los 4 caps!!!! Me fascina esta historia.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Cómo será el reencuentro, lleno de reproches seguro!
ResponderEliminarCada vez mas atrapante esta historia!!
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