Magda fue a la boutique a buscar a Paula para llevarla a comer, dejando sola a una ayudante durante un par de horas. La comida en el Wheatsheaf siempre era excelente, pero en aquella ocasión estuvo a punto de malograrse, al menos para Paula. La conversación de las dos mujeres de la mesa al lado la molestaba.
-... se lo devolveré, querida. Quiero decir... él sabía lo que yo quería era un Jeep. Hoy en día todo el mundo tiene un coche con tracción a las cuatro ruedas...
-... una silueta preciosa, te lo aseguro. ¿Pero quién demonios es? ¡He oído decir que su padre no es más que...
-... sucio granjero de Essex!
-... no vale nada en la cama, pero tiene un yate magnifico en el Mediterráneo. Así que naturalmente...
Aquellos comentarios la ponían nerviosa. Si uno se quedaba en Chelsea el tiempo suficiente acababa aprendiendo a reconocer a ese tipo de mujeres. Por lo general unos veinte años, eran afectadas y pretenciosas, y se preocupaban de otra cosa en su vida vacía más que la posición social, el dinero y el sexo, por ese orden. Cuando por fin las dos mujeres se marcharon, Paula miró a Magda y exclamó exasperada:
-¿Las has oído? ¡Ha sido toda una exhibición de elegancia...
-Sí, querida -contestó Magda-. Creo que todo el cedo las ha oído, y ahora te oyen a tí.
-Hmmm... no me importa. Me siento mucho mejor después de haberlo dicho. No vas a creerlo, Magda, pero cuando salí con Pedro Alfonso intenté parecerme a ellas. Pensé que sólo así lo atraería. Intentaba ser elegante y sofisticada.
-Bueno, pues lo conseguiste -contestó Magda fijando una mirada de reprobación en ella y suavizándola luego-. Lo siento. No he debido decir eso, pero hace ya casi un mes que descubriste la verdad. A estas alturas deberías de haberlo superado.
Paula suspiró y se quedó mirando el plato antes de contestar.
-He intentado olvidarlo... puedes pensar que es por mi falta de experiencia, si quieres, pero no puedo. Cuando... cuando me acuesto por las noches él está ahí, en la oscuridad, susurrándome esas mentiras al oído. Cuando cierro los ojos veo su rostro y su sonrisa falsa Y cuando por fin consigo dormir él sigue ahí, invadiendo mis, sueños.
-Parece que aún estás enamorada de ese canalla.
-¡Enamorada! -exclamó Paula elevando la vista atónita-. ¡Después de cómo me ha tratado! -Bueno, te sorprendería saber lo estúpidas que son algunas mujeres -aseguró Magda dando un largo trago de vodka con zumo de tomate-. No pueden resistirse, les gusta jugar con fuego. Cuanto peor es la reputación del caballero, más atraídas se sienten. Están convencidas de que lo único que puede hacerlos cambiar es el amor de una verdadera mujer.
Paula bajó la vista y partió un trozo de pollo figurándose que era el corazón de Pedro. Era gracioso, se dijo. Aún estaba enamorada de él.
-Escucha, si me has invitado a comer no creo que haya sido para escuchar mis lamentos.
-Te equivocas -sonrió Magda-. Ésa es exactamente la razón por la que te he invitado. Pero antes de que comencemos a hablar... -rebuscó en su bolso y sacó de él un pequeño regalo-. Esto es para ti, querida. Es una pequeña muestra de mi agradecimiento -Paula la miró sorprendida y comenzó a abrir curiosa el paquete-.Esta mañana he ido a ver a mi contable, y me ha dicho que las ventas han aumentado un veinte por ciento desde que trabajas para mí. -¿Sí? Bueno, son buenas noticias, pero estoy segura de que no ha sido gracias a mí -afirmó modesta-. Será por esos trajes de chaqueta italianos, son preciosos. Se venden como rosquillas.
Magda desechó la idea con un gesto de la mano y contestó:
-No seas modesta. A las clientas les gustas, querida, te he visto en acción. No las presionas y siempre te muestras agradable. Y lo más importante de todo, tienes instinto y buen gusto. Si una escoge algo que no le sienta bien, se lo dices sin miramientos -rió-. Sí, ya sé -que muchas se van ofendidas con la cabeza alta, no están acostumbradas a que una dependienta las trate así. Pero vuelven, y con el tiempo comprenden que en nuestra tienda se antepone la reputación a las ventas.
-Bueno... si tú lo dices -murmuró Paula encantada. Había desenvuelto el paquete, y al ver en él un brazalete de oro abrió mucho los ojos alborozada-. ¡Es precioso! Debe de haberte costado mucho. ¡No deberías hacerme regalos así! Me siento muy violenta.
-Tú no eres quién para decirme lo que debo hacer con mi dinero, jovencita -la amonestó sonriendo-. Te he comprado esa pequeñez para animarte. Últimamente no has estado muy contenta, ¿verdad? -Bueno... supongo que no.
-Desde luego que no. Y la razón está clara -Magda hizo una pausa. La miró pensativa y luego afirmó-: Aquella noche debió de ser realmente memorable. Dime -añadió inclinándose sobre la mesa y bajando la voz-, de mujer a mujer... ¿es verdad todo lo que dicen de él?
-¿Qué dicen de él?
-¿Es tan bueno en la cama como dicen?
Tiempo atrás una pregunta como ésa la hubiera dejado atónita, lo cual sólo demostraba lo inocentemente que había vivido en Kindarroch. Pero aquello era Londres, y la mujer que tenía enfrente era Magda. Con ella aprendía pronto.
-¿No podríamos hablar de eso en casa? -preguntó en un susurro.
-No, me voy de viaje un par de días. Tomaré el vuelo a París esta noche. Un amigo mío me ha invitado a inaugurar su nueva casa. Se ha comprado una mansión.
Paula sonrió para sí misma. Magda parecía tener un montón de viejos amigos.
-Eso suena excitante. Espero que te lo pases bien.
-Seguro, es encantador. Pero ahora contesta a mi pregunta. Del uno al diez, ¿qué puntuación le darías?
-No tengo ni la menor idea -contestó tensa-. Él ha sido mi primer amante, y posiblemente también sea el último, así que no tengo a nadie con quien compararlo.
-Te pido disculpas -dijo Magda tosiendo delicadamente-, se me había olvidado. Digámoslo entonces de otra manera. ¿Te hizo sentir que la tierra temblaba, tal y como dicen en las novelas? No hace falta que entres en detalles.
No había forma de escapar. Cuando Magda quería algo, podía ser tan insistente como un perro de presa. Paula se ruborizó, pero consiguió mantener la calma a pesar de la pasión y de los recuerdos que la pregunta evocaban. Y el sentimiento más fuerte de todos era el de culpabilidad por haberse rendido tan fácilmente.
Aquellas caricias habían conseguido electrizarla. Sus manos habían explorado cada centímetro de su piel. Ella había cerrado los ojos y se había dejado llevar por el cálido vaivén del placer y del rapto sensual. Había sentido el anhelo de Pedro, su cuerpo tenso y duro contra el de ella, y se había abrazado a él en una fiebre de deseo mientras la llevaba en brazos acunándola hasta la cama.
La había amado lenta y exquisitamente, sin perder su propio control. Había hecho que cada uno de sus nervios se convirtiera en una llama inflamada de pasión que por fin la había penetrado. Luego, profundizo en ella cada vez más, la había llevado a un clímax, le robó el aliento y el corazón. Paula había gritado, había jadeado y le había arañado con las uñas, oyendo sólo a medias su grito de satisfacción.
De pronto la voz divertida de Magda la despertó, devolviéndola a la triste realidad.
-¡Vaya, vaya! Esa expresión ensoñadora de tu rostro dice todo. ¿Puedo concluir que es cierto todo lo que dice de él?
-Yo era la única que no sabía bien qué se hacía aquella noche -contestó Paula después de aclararse la garganta-, él desde luego lo sabía muy bien.
-No te quepa la menor duda -afirmó Magda levantando las cejas-, ¡considerando la práctica que tiene...!
Paula no dijo nada más. Jugaba con el tenedor.
Hubiera deseado poder hablar de otra cosa, pero Magda la empeñada en seguir con lo mismo. -Lo que no comprendo es que te sorprendiera tanto su foto en los periódicos y descubrir que estaba saliendo con otra chica. ¿Es que no sospechaste nada a la a siguiente cuando viste que no estaba y que te dejado dinero para el taxi? Quiero decir... ¿qué pistas necesitabas? Paula se mordió el labio y miró a Magda sintiéndose impotente. Luego sacudió la cabeza asombrada y molesta más que nada ante su propia inocencia.
-No... no sospeché nada. El me había contado que era un hombre de negocios muy ocupado, y como yo estaba dormida, me pareció muy considerado por su parte no despertarme. De todas formas, me dejó una nota prometiéndome ponerse en contacto conmigo -sonrió burlona-. Eso demuestra lo estúpida que fui.
Tu desgracia ha sido enamorarte de él -la miró lamentándose-. Cualquier otra chica se hubiera dado cuenta de que él sólo pretendía pasar un buen rato. Tú no eres culpable, al contrario, eso demuestra tu inocencia. No me gusta tener que decírtelo, querida, pero como sigas así vas a hacer el tonto aún más. Tienes toda una vida por delante. No todos los hombres son como Pedro Alfonso. Algún día encontrarás a alguien decente, a alguien que te ame de verdad, y te casarás y tendrás tu propia familia.
-¿Y cómo sabré si es decente o... o es una rata como él? -exigió saber con vehemencia-. Ya me he equivocado una vez, la próxima podría volver a hacerlo, ¿no crees? Muy bien, pues no habrá próxima vez, me aseguraré de ello.
Espectaculares los 4 caps. Que se prepare Pedro, la venganza será letal jajajajaja
ResponderEliminarMuy buenos capítulos!!! quiero que se vuelvan a cruzar! como será la reacción de ambos!?
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