Después de comer llegó el momento de abrir los regalos. Cuando Tamara le puso la primera caja en el regazo, Pedro se ruborizó terriblemente. Paula jamás lo hubiera creído, pero se sentía violento, avergonzado.
-¿Por qué todo el mundo tiene que mirarme así?
-¡Venga, ábrelo ya! -le gritó alguien.
Los regalos eran a cada cual más divertidos: ropa de todo tipo para Valentina, juguetes, un móvil para la cuna... Hasta que al final solamente quedó una caja. -Vamos a ver... -dijo mientras la abría, riendo.
-¿Qué es?
-Vamos, Alfonso.... ¡enséñalo a todo el mundo!
Todavía riendo, Pedro metió una mano en la caja abierta. Todo el mundo estalló en carcajadas cuando sacó un palo de lacrosse en miniatura, con unas diminutas botas de clavos.
-¡Es maravilloso! -exclamó, encantado.
Una vez concluida la sesión de apertura de regalos, llegó la hora de retirarse, y las parejas fueron a buscar a sus hijos al patio, donde habían estado jugando. Algunos compañeros de Pedro le ayudaron a meter los regalos en el coche. Stu le dio una cariñosa palmada en el hombro.
-Buena suerte, chico. Oye, ¿podrás jugar en el torneo benéfico del diecisiete?
-Será mejor que no cuentes conmigo -respondió Pedro después de una breve vacilación-. Estoy teniendo bastantes problemas para encontrar una niñera para Valen...
-Oh, vamos... No me gustaría tener que cancelarlo.
-De acuerdo. Déjame ver si puedo arreglarlo y ya te llamaré.
-Mañana.
-Ya te llamaré -repitió Pedro.
-Pau -Sergio se volvió hacia ella, adoptando un persuasivo tono de voz-. ¿Podrías ayudarlo tú? Sería como una contribución benéfica por tu parte...
-Hey, espera un momento -protestó Pedro-. Paula no es una niñera.
-La verdad es que ese día no puedo -explicó ella-. Tengo que cuidar a mis sobrinos en Taneytown.
-Entonces podrías aprovechar para cuidar también a Valen -al parecer, Sergio ya había encontrado una solución para el problema.
-No creo que... -empezó a negarse Paula, recordando que se había jurado a sí misma no dejar que Pedro se aprovechara de ella.
-Por favor... El equipo te necesita. Yo te necesito. Pedro te necesita... -insistía Sergio.
Paula se dijo que, al fin y al cabo, sería por una buena causa. Y Pedro no era el único que se lo estaba pidiendo.
-Supongo que podré arreglármelas.
Le habría gustado que Pedro hubiera protestado de inmediato, que se hubiera negado a complicarla en sus problemas a la hora de cuidar a Valentina. Pero permanecía callado, mirándola con indescifrable expresión.
-¡Fantástico! -Sergio le rodeó los hombros con un brazo mientras la acompañaba hasta el coche de Pedro, ajeno a la tensión que vibraba en el aire.
Aquella fiesta había sido agotadora, pensó Pedro mientras conducía su deportivo. Miró a Paula, aunque apenas podía distinguir su perfil en la oscuridad. Parecía haber congeniado muy bien con sus compañeros y con sus familias. Y el sentimiento había sido recíproco. A Ludmila, en cambio, nunca la habían gustado sus amistades.
Pensó que debía de estar muy cansado: rara vez recordaba ya a su ex mujer. Después de que ella lo abandonara, se había dedicado a lamer sus heridas en privado, y gradualmente habían llegado a cicatrizar. Cuando era más joven, había creído que el matrimonio y el amor significaban compartirlo todo, entregar el propio corazón a otra persona... pero Lannette no había querido en su corazón, excepto quizá como trofeo. En realidad, ni él ni nadie le habían importado nunca. Y lo único que habían compartido había sido la pasión del sexo...¿pero por qué estaba pensando en eso cuando tenía a una mujer como Paula sentada a su lado?
Entró en la calle donde vivía y aparcó frente al sendero de entrada del edificio. Cuando se volvió hacia ella, se preguntó qué sucedería si simplemente cubría la mínima distancia que los separaba para besarla en los labios. La había estado observando durante la fiesta, admirando su sonrisa, el contorno sensual de sus labios.... y no podía olvidar el anhelo físico que lo había abrumado; se estremecía de deseo con sólo pensarlo.
No quería que aquella velada terminase. O, en todo caso, quería que terminase con Paula acompañándolo a su casa para, una vez ejecutado el ritual de acostar a Valen, acabar durmiendo juntos. Ya no creía en el amor como cuando era más joven, y estaba empezando a considerar otras razones que justificaran el matrimonio. Paula podría ser la esposa perfecta para él.
¿Esposa? ¿Acaso se estaba volviendo loco? ¿Acaso no había decidido que no iba buscarse otra mujer? Se dijo que sólo estaba considerando aquella posibilidad debido a la necesidad que Valentina tenía de contar con dos padres en su vida. Ésa era la única razón por la que estaba pensando tanto en Paula.
Sabía, sin embargo, que ella sentía una atracción semejante a la que sentía él. ¿Por qué entonces se mostraba tan prudente, tan retraída? A veces tenía la sensación de que estaba pensando en otro hombre cuando lo miraba... en alguien que le había dejado un mal sabor de boca, una amarga experiencia.
Al ver que se disponía a salir del coche, Pedro se apresuró a abrirle la puerta.
-Gracias por haberme acompañado. Sé que ha sido un poquito violento para tratarse de la primera cita.
-No ha sido una primera cita -replicó ella.
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