martes, 16 de febrero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 35

Dos semanas después, el amigo fotógrafo de Pedro, Ramiro, se presentó en la tienda de Paula para hacer las fotos. Maníaco de la eficiencia, con un agudo sentido del humor y un físico semejante al de un luchador de sumo, Ramiro manejaba su pesado equipo casi con la misma facilidad con que Pedro levantaba en vilo a Paula.

El simple recuerdo de las veces en que la había levantado en brazos la debilitaba de deseo. Pedro era imprevisible, sorprendente, estimulante tanto para su alma como para su cuerpo. Y disfrutaba estando con ella; de eso estaba convencida. En un solo mes había pasado más tiempo con él que con Facundo durante el año y medio de su compromiso. Pedro también era cómodo, aunque no estaba muy segura de que a él le gustara aquella palabra. Con Facundo, Paula  tenía la sensación de que siempre había estado corriendo de aquí para allá haciendo labores domésticas. Y cuidando a sus hijos. Razón por la cual se había casado con ella, en primer lugar.

En cambio, la vida al lado de Pedro le resultaba cómoda. La mimaba, le daba masajes por la noche cuando estaba cansada, cocinaba por turnos, repartía rigurosamente con ella la realización de las labores domésticas y, además, tenía unos detalles maravillosos. La semana anterior le había regalado unas preciosas violetas africanas y la había llevado, con Valentina, a un concierto de música clásica al aire libre, en un parque público.

-¡Esos chismes de ahí arriba son estupendos! -exclamó Ramiro interrumpiendo sus reflexiones, mientras señalaba un estante de ligeros accesorios para vestidos de novia-. Creo que esas pequeñas sombrillas blancas podrían quedar muy bien.

La capacidad de descripción de Ramiro era extremadamente limitada, pensó Paula mientras buscaba el parasol blanco que guardaba para las exhibiciones. Pero parecía eficiente y muy profesional; además, sabía que Pedro confiaba en él. Había programado la sesión fotográfica para las dos de la tarde. A las dos y diez, Pedro aún no había llegado; quería supervisar la sesión, conseguir el look que tenía en mente, según él mismo le había dicho. Pero también había quedado en llevar la joven modelo que posaría con los vestidos, así que Paula estaba un poquito preocupada. Era extraño que se retrasara tanto...

A las dos y cuarto, mientras Ramiro terminaba de montar los focos y el lienzo de fondo, Paula oyó llegar el coche de Pedro y salió a recibirlo. La expresión de su rostro le indicó de inmediato que algo marchaba mal.

-Siento haberme retrasado -la besó distraídamente en los labios-. Tenemos un problema.

-¿Cuál?

-La modelo tiene gripe.

-¡Oh, no! ¿Qué vamos a hacer ahora?

-No se trata de lo que vamos a hacer... sino de lo que vas a hacer tú.

-Pero si yo no conozco a ninguna modelo -protestó ella-. Flor  tiene el físico adecuado, pero se mataría antes que posar con un vestido de novia. Dice que es alérgica al matrimonio y que... ¡Oh, no! No, no insistió cuando Pedro la tomó de la mano y prácticamente la arrastró hacia el taller-. Yo nunca he posado... ¡No puedo hacerlo! -Hola, Ramiro.

-Hey Pedro.

-La modelo que iba a posar se ha puesto enferma. Vamos a tener que utilizar a Paula para las fotos.

-¡Ni hablar! -protestó ella-. Yo no soy modelo. Tengo el pelo hecho un desastre, no soy lo suficientemente bonita...

Los dos hombres se la quedaron mirando fijamente.

-¿Está bromeando, verdad? -le dijo Ramiro a Pedro.

-No lo creas -Pedro la miraba con una expresión increíblemente cálida y comprensiva.

-Tienes una buena estructura ósea, una sonrisa increíble, mirada sexy... Pedro tendrá que colocarse cerca de la cámara cuando te fotografíe... Me gusta la manera en que te brillan los ojos cuando lo miras. Sólo necesitas un poco de maquillaje.

-¿Maquillarme? De acuerdo -se levantó, azorada por lo que acababa de decir acerca de la manera que tenía de mirar a Pedro-. Yo...

-Quédate donde estás; yo lo haré. Un buen fotógrafo de modelos sabe maquillar bien.

Ramiro sacó una bolsa anaranjada de uno de sus maletines, la abrió y volcó sobre la mesa al menos veinticinco artículos diferentes de tocador. Paula lo miraba asombrada. Y se sintió bastante nerviosa cuando él le echó una toalla sobre los hombros y se le acercó con una esponja y base de maquillaje.

-Oh, no yo...

—Relájate. Pedro, dile que se esté quieta.

-Estáte quieta -Pedro no dejaba de sonreír. Acababa de traer a Valentina a la tienda para que también asistiera a la sesión-. Échale un vistazo, Valen. ¿No te parece encantadora?

-Esto no te haría ni la mitad de gracia si te estuviera pasando a tí.

-Lo sé. Pero con mi estatura y corpulencia, me quedarían demasiado pequeños esos vestidos de novia -se retiró a un lado para sentarse con Valen, dejando trabajar a su amigo.

Diez minutos después Ramiro terminó su tarea, y le tendió a Paula un espejo de mano. Pedro silbó de admiración.

-Deberían darte un premio por ese trabajo...

Cuando sus miradas se encontraron Paula reconoció un inequívoco brillo de deseo en sus ojos, y desvió la vista.

-Sí que me ha salido bien -comentó el fotógrafo.

-¿Tan mal estaba antes? -inquirió ella.

Los dos hombres quedaron un tanto sorprendidos. Luego Pedro sonrió y se acercó a Paula, acariciándole los labios con los suyos en una exquisita caricia.

-Esto está bien para las ocasiones especiales, pero prefiero la realidad tal como es. Siempre la he preferido.

A Paula la encantó aquel simple comentario, y no supo qué decir. Afortunadamente Ramiro había comenzado a impartirle órdenes, dando comienzo a la sesión.

Una hora después se sentía agotada, tensa, sudorosa... e increíblemente incómoda. El último vestido de novia con el que había posado era de estilo tradicional, de cuello alto y con un escote redondo que dejaba al descubierto buena parte de sus senos. Se preguntó si habría diseñado a propósito aquel escote tan pronunciado... El corpiño de satén y bordados de perlas se ajustaba como una segunda piel a su cintura y caderas, para luego convertirse en una gran falda con una cola larguísima. Era un encargo especial para una boda que había sido cancelada en el último momento. A Paula aquella cancelación no le había molestado mucho, ya que la madre de la novia le había pagado la mitad del coste, además de animarla a que se lo quedara.

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