sábado, 13 de febrero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 30

-¡Dios mío! -exclamó al ver el reloj, apartando las sábanas y preguntándose qué le habría pasado a Valen.

-¿Qué pasa?

-Tengo que ver cómo está el bebé -abandonó la habitación a la carrera, pensando aterrada que la niña nunca se había quedado dormida hasta tan tarde.

Después de echar un vistazo al reloj, Pedro corrió detrás de ella. Paula llegó ante la cuna un instante antes que él.

-Está bien -miró a Valen, que había empezado a desperezarse al oír voces. La adrenalina circulaba velozmente por sus venas, y se llevó una mano al pecho-. Gracias a Dios que está bien....

-No puedo creer que haya dormido tanto. Han sido cerca de nueve horas -comentó Pedro, preocupado.

Paula ya había recuperado la compostura y se volvió a medias para mirarlo.

-Siento haberte asustado tanto. Tuve el horrible presentimiento de que algo malo había sucedido...

-Lo sé -la abrazó por detrás, apoyando las manos en la cuna y besándole un hombro desnudo—. Yo también me llevé un buen susto al ver la hora que era -miró a su sobrina-. Buenos días, princesa. Ya veo que estás lista para la acción.

Ambos se echaron a reír cuando una beatífica sonrisa iluminó el rostro de Valen, y emitió un gritito en un evidente esfuerzo por saludarlos. De repente, Paula sintió que Pedro se tensaba a su espalda.

-Oh, Dios mío, dime que todavía no son las ocho...

-¡Vamos a llegar tarde!

Después de dedicar media hora a vestirse a toda prisa y recoger todos los artículos de Valen, tomaron la autopista y llegaron a la casa familiar de Paula a la hora acordada. Cuando sacó la cuna portátil del coche, no vio a sus hermanos por ninguna parte.

-Ahora mismo no puedo quedarme, pero cuando regreses, quiero conocer a tu familia.

-De acuerdo.

-Espero que el torneo sea un éxito -levantó la mirada hacia él, y pensó entonces en lo peligroso del deporte que estaba a punto de practicar-. Ten mucho cuidado.

-No te preocupes -la tomó de la cintura, atrayéndola hacia sí y besándola con pasión-. Si no entras en casa ahora mismo... me temo que seremos responsables de darle a tu familia una clase de biología práctica.

-¿Ah, sí?

-Sí -le dio un último beso y retrocedió-. Piensa en mí hoy.

-De acuerdo, capitán -sonriendo, lo observó marcharse.

De pronto, cuando ya había dejado de oírse el ruido del motor, la puerta principal se abrió a su espalda.

-¿Era ese tipo el mismo que contestó al teléfono cuando Gonzalo te llamó la otra noche? -su hermano Daniel no parecía muy contento; de todas formas, pensó Paula, siempre se había levantado de muy mal humor.

-Sí. Se llama Pedro Alfonso.

-¿Cuándo vamos a tener el placer de conocerlo?

-Esta misma tarde volverá para recogerme. Y... -clavó un dedo en el pecho de su hermano-... y tú te comportarás con toda amabilidad y cortesía con él jovencito.

Daniel mantuvo su amenazadora postura durante un buen rato. Luego, cuando ambos se echaron a reír, la abrazó cariñosamente:

-Ah, Paula, te hemos echado tanto de menos...

Cuando se detuvo a la entrada de la casa del hermano de Paula aquella tarde, Pedro tardó bastante en desabrocharse el cinturón y salir de la camioneta. En parte eso se debía a su rodilla izquierda, en la que se había aplicado una bolsa de hielo para atenuar la hinchazón que se le estaba formando. Y en parte, también, por curiosidad. Paula había crecido en aquella casa, y quería ser capaz de imaginársela allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario