sábado, 6 de febrero de 2016

Se Solicita niñera: Capítulo 18

Finalmente, el contestador automático se puso en funcionamiento, dispuesto a recoger el mensaje.

-Hola, Pau, soy Pedro.

Pau se llevó una mano a la boca; «hablando del rey de Roma», pensó.

-Si estás libre, ¿te gustaría asistir a una barbacoa en mi casa el sábado por la tarde? La organiza mi equipo de lacrosse, será algo informal -su risa vibrante reverberó en el aire por un segundo-. He pensado que sería una buena manera de corresponder a tu hospitalidad sin tener que cocinar... ¿No te parezco sencillamente brillante?

«Brillante... y guapo, y terriblemente sexy», pensó Paula. Exactamente todo lo que no necesitaba en su vida. Extendió un brazo y levantó el auricular.

-Hola,Pedro.

-¡Vaya, hola! Mi chica favorita. Y, lo que es más importante, también la chica favorita de Valen.

-Bueno, me alegro de saber que figuro en el primer lugar de la lista de alguien. Pedro, yo...

-No puedes negarte. Te divertirás. Venga, Pau.

-Quizá me pase por allí un momento... ese sábado tendré mucho trabajo, y probablemente me sienta demasiado cansada para disfrutar de la buena compañía... -en el mismo momento en que las pronunció, se arrepintió de sus palabras; se suponía que tenía que haberse negado...

-¡Estupendo! -exclamó entusiasmado-. ¿Qué te parece que te recoja a las cuatro? Nuestro equipo va a jugar el primer partido de los campeonatos, y la fiesta tendrá lugar después. Podrás relajarte mientras ves el partido para luego estar lista para la acción...

Paula sabía que ésa era una manera de decirle que así estaría relajada y descansada, pero la vivida imagen de sus labios acariciando los suyos asaltó su mente.

-¿Qué me dices? ¿A las cuatro en punto?

-De acuerdo.

-¡Bien! Hasta el sábado entonces -y colgó.

Paula se quedó de pie en medio de la habitación, sosteniendo todavía el auricular. Debía de estar loca. Había querido decirle que las cuatro le parecía una hora demasiado temprana, que podría verlo en cualquier parte después del partido. Pero Pedro se había salido con la suya.

Levantó el auricular de nuevo y marcó el número de Zaira. Cuando oyó el contestador automático, le dejó un mensaje:

-¿Zai? Soy Paula. Por favor, dime que no tienes ningún plan para el sábado por la tarde. Pedro me ha invitado al partido de lacrosse de su equipo y después a una fiesta, y yo... ¡quiero hablar contigo! Pregúntale a tu hermano dónde va a ser el partido y ve allí, por favor.

Durante el resto de la semana, las horas parecieron arrastrarse penosamente día a día. Zaira la llamó quejándose de que asistir a más de un partido de lacrosse por temporada era rebasar su límite, que no disponía de tiempo, que aquella vez sólo había ido para contentar a su hermano, pero Paula se mantuvo firme.

-Te acompañé al tribunal cuando necesitabas apoyo moral, ¿recuerdas? Favor por favor, querida.

Finalmente llegaron las cuatro de la tarde del sábado. Paula había pasado una hora entera preparándose, desde las tres, lo cual era la cosa más estúpida que había hecho en mucho tiempo. Detrás de la cortina de la ventana vio la imponente figura de Pedro saliendo de su deportivo, con Valen.

Pedro avanzó por el sendero de entrada, sosteniendo a Valen con un solo brazo. Llevaba una camiseta de color azul y oro, uniforme del equipo, que resaltaba tanto sus músculos que a Pau se le quedó la boca seca al verlo. Sus pantalones cortos dorados destacaban sus bronceadas y poderosas piernas.

-Oh, Dios mío... -exclamó, diciéndose que debería haber rechazado su propuesta.

Sonó el timbre de la puerta. Apresurándose a abrir, se colgó el bolso del hombro. -Hola -lo saludó nerviosa mientras abría la puerta-. Ya estoy lista.

Pedro no contestó. Lentamente extendió una mano, instándola en silencio a que se quedara donde estaba. Deslizó la mirada por su figura, admirando su vestido de tirantes, azul y blanco, de corpiño ceñido, y se aclaró la garganta:

-¿Te has hecho tú misma este vestido?

Paula asintió, nerviosa.

-Sí. Suelo hacerme yo misma la ropa.

-Eso explica por qué te sienta tan maravillosamente bien -la miró a los ojos, sonriente-. Voy a tener que pelearme con mis compañeros de equipo cuando te vean.

-¿Es demasiado elegante? Si quieres, puedo ponerme unos pantalones cortos, yo...

-No te atrevas. Estás preciosa -cuando Paula hubo cerrado la puerta, Pedro la sorprendió tomándola suavemente de la mano mientras se dirigía al coche-. Con ese comentario... sólo quería decirte que no tengo intención de compartirte con mis compañeros de equipo, ni con ningún otro hombre.

«Peligrosas palabras», pensó Pau, si se le ocurría tomárselas en serio. Lo cual, por supuesto, no iba a hacer. Flirtear le resultaba a Pedro tan natural como respirar. No debía concederle a aquel detalle una importancia... que en realidad no tenía.

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