sábado, 6 de febrero de 2016

Se Solicita Niñera: Capítulo 19

-Pedro juega de delantero -le explicó Zaira-. Y nuestro equipo acaba de conseguir ese penalty porque ellos estaban en fuera de juego.

-Fuera de juego. ¿Qué es eso?

-¿Cómo diablos puedes vivir en Baltimore y no saber nada sobre lacrosse? -Zaira la miraba como si fuera una extraterrestre.

-Todos mis hermanos jugaban al rugby y al béisbol. Además, yo soy de Taneytown, no de Baltimore.

Con tono paciente, Zaira se molestó en explicárselo. Pau arqueó las cejas mientras volvía a concentrarse en el juego.

-¡Oh! ¿Por qué no me lo dijiste antes? Ahora sí que esto tiene sentido -se encogió cuando Pedro y un defensa del equipo contrario chocaron en el aire, enarbolando peligrosamente sus palos-. Pero me alegraré cuando termine el partido. No creo que me gustara asistir a todos estos partidos como una más de las esposas de los jugadores, que están sentadas allá abajo.

-¿Estás pensando en convertirte en una de esas esposas?

-Claro. ¿No te había dicho que Pedro y yo nos casamos mañana? -bromeó Paula, haciendo reír a su amiga.

De todas formas, a pesar de su tono, sintió una extraña inquietud. ¿Cómo sería casarse con Pedro?

«La gloria», le respondió una voz interior. «Olvídalo», replicó otra, más práctica. «Espera a encontrar a un hombre que te quiera a tí, y no a tus habilidades domésticas para cuidar niños». Pero... ¿y si ese hombre no existía? Pau sabía que no era una belleza arrebatadora. Y ya no era tan joven...

-...y yo que te envié a la agencia de Pedro con la idea de emparejaros... pero ya veo que tú... -le estaba diciendo Zaira.

-¿«Qué»?

-Son  tal para cual. Pedro  es un tipo maravilloso -le aseguró Zai, muy seria, demasiado; de hecho, paula nunca la había visto hablar con tanta seriedad-. Nunca pensé que volvería a sentar la cabeza. Aunque, por supuesto, el hecho de que ahora tenga a la pequeña cambia mucho las cosas. Conozco esa experiencia.

-Espera un minuto...

¿Pedro «había vuelto» a sentar la cabeza? ¿Significaba eso que antes había estado casado? Paula se obligó a respirar profundamente, a pesar de la opresión que le atenazaba el pecho. Zai la miraba extrañada. Tenía que recuperarse; no había ninguna razón para que pareciera tan sorprendida.

-Pedro y yo sólo somos amigos -aquellas palabras estaban dirigidas tanto a Zai como a sí misma.

-Puede que yo no desee un hombre en mi vida, cariño, pero soy capaz de reconocer la atracción que se produce entre dos personas. Especialmente cuando se trata de dos personas que conozco.

-Sólo le he ayudado unas cuantas veces con la niña, y una vez lo invité a cenar en casa. Solamente somos amigos.

-De acuerdo -Dee arqueó una ceja-. No tienes por qué negarlo con tanto énfasis, ¿sabes?

-Y, por lo que yo sé, Pedro, no está pensando en sentar la cabeza más que yo. Ni siquiera sé si ha estado casado... —Pau no pudo menos de felicitarse de la naturalidad de su tono, al formular aquella sutil pregunta.

-¿De verdad quieres saberlo? -sonrió Zaira, satisfecha.

-¿Tú qué crees? -inquirió Paula, resignada. Tanto esfuerzo por aparentar desinterés...

-De acuerdo. ¿Qué puedo decirte de la antigua señora Alfonso? -se acarició la barbilla, y empezó su explicación cuando su amiga la fulminó con la mirada-. Se llamaba Ludmila y Pedro empezó a salir con ella en su último año de universidad. Desde el primer día, se convirtieron en la pareja inseparable, en la pareja felíz, ya sabes...

Paula asintió, diciéndose que aquella información no tenía por qué afectarla tanto.

-Se casaron en junio, inmediatamente después de graduarse, y estuvieron juntos durante cinco años. Pedro besaba el suelo que tocaban sus pies. Recuerdo el disgusto de mi hermano porque Pedro ya no salía a ninguna parte sin ella. No creo que a sus amigos les cayera particularmente bien.

-¿Por qué no?

-Ludmila me parecía una mujer muy egoísta, demasiado centrada en sí misma, aunque sólo la ví dos veces y una de ellas en la boda. En cualquier caso, yo no sé lo que sucedió; sólo sé que fue ella quien lo dejó.

En ese momento se levantó un clamor en las gradas. El partido había terminado, y Pau se dió cuenta de que ni siquiera sabía quién había ganado. Dirigió la mirada hacia los bancos de jugadores y sorprendió a Pedro mirándola; al darse cuenta de que la había visto, levantó una mano para saludarla e indicarle que se acercara. Pero, por un instante y antes de que él sonriera, Pau creyó ver en su rostro la misma intensa expresión que tenía la noche que la besó en su dormitorio.

Paula  fue a buscar a Valen, de la que se había hecho cargo la esposa de uno de los jugadores, y entró en el campo de juego con ella en brazos, dormida. Pedro se dirigió a su encuentro, no sin antes saludar a su paso a la gente que lo abordaba,mayoritariamente mujeres, según advirtió Pau: aquel hombre era como un maldito imán para el sexo femenino.  Deslizándole un brazo por la cintura, Pedro la guió hacia el estacionamiento.

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